viernes, 16 de diciembre de 2011

"Luces, Cámara... Andrea." (Parte 3)

Todo era oscuridad, el sentido de la vista se sentía perdido, las imágenes de la niñez temerosa volvían a mi memoria, parecía que fue ayer cuando gritaba a mi madre para recibir un abrazo tras haberme envuelto en las sombras, no quería ponerme de pie para encender la luz, y me encerraba en la burbuja obscura del cobertor. Era igual, con la excepción de que por más que gritara, mi madre no se levantaría de la tumba para venir a acurrucarme, no tenía esa frazada que aparte de darme calor y cuidado por las noches, me hacía soñar con los brazos de mi madre a diario. El sonido no se detuvo, solo se podía escuchar como tres voces se mezclaban con el ambiente de la ciudad a las dos de la tarde sobre Av. Vallarta, una de las avenidas principales de la zona metropolitana de la ciudad de Guadalajara, donde cada carro atrapado en el embotellamiento, es una nube de contaminación para todo el país, incluso el mundo. No podían reconocerse, solo sé que eran dos hombres y una mujer, no muy grande tal vez no mayor a los veinticinco años de edad. La voz le parecía familiar a Leonardo, era imposible poder hacer o decir algo con esa cinta en los ojos y en la boca, con las manos atadas y tras la espalda, era blanco fácil a cualquier golpe y estaba a merced de cualquier niño que estuviese jugando con un arma. Andrea se encontraba en la misma situación, todo oscuro, pero ella no tenía algo que le impidiera hablar, por lo menos podía insultar a los dos sujetos restantes dentro de la camioneta, donde Leonardo, y Andrea habían sido secuestrados por gente de “La costa del Pacífico”.

__Son unos pendejos! No saben con quién se están metiendo! Así que más les vale que me suelten cabrones!__ Andrea se notaba un poco enojada por lo que estaba sucediendo, pero siempre fue ignorada cuando insultaba a los secuestradores “el Pancho” y “el Luma” quienes eran los gatilleros de confianza de “Don Cepi” el capo fuerte de la ciudad de Guadalajara, y encargado de la zona noreste del país, quien ya tenía en la mira a Leonardo, pues sus malos tratos con ese tipo de gente lo había dejado muchos problemas, junto con ellos, deudas a gente metida en el medio del narcotráfico, como a “Don Gustavo Cepi Ortega”. __ ¡YA CÁLLATE!, te dije pinche Luma, que a esta vieja también le pusiéramos un méndigo trapo pa’ que no estuviera chingando!__ Con un tono que denotaba estupidez y vulgaridad, sin estudios, sin una preparación dicha por la mala fortuna de la vida de su padre, pero “el Pancho” tenía razón, Andrea comenzaba a enfadar a los secuestradores y junto con ellos a Leonardo, pero aún no sabían que los dos estaban en la misma situación, incluso en la misma camioneta. __”ira“ pinché Pancho, tu también ya déjate de chingaderas y ponles un buen putazo a los dos, hijo de la chingada!__. “el Luma impuso su superioridad jerárquica en “Pancho” y este, procedió a acatar órdenes, después de darle a cada uno una porción de una droga calmante, para dormirlos y así poder ponerlos a la merced de los secuestradores, a cada uno le tocó una golpiza con la culata del rifle largo que tenía “el Pancho” en sus manos, por suerte a Andrea, no le tocó mucho sufrimiento físico en ese momento, pues ella al primer golpe quedó totalmente noqueada, pero Leonardo por otra parte, se resistía a caer rendido bajo los efectos de la droga y la culata en su nuca cada vez más fuerte, de manera más intensa, hasta que desistió y cayó noqueado sobre las piernas de Andrea.

Al llegar a su destino, los secuestradores bajaron a los dos rehenes de la camioneta, aventándolos cual costales de papas en el mercado, Leonardo seguía ya tras dos largas horas de camino para llegar a Zapotlanejo, un pequeño pueblo a las afueras de Guadalajara, que se le reconoce a nivel nacional por sus grandes altares de muertos a escala gigantesca, y por la increíble cantidad de manejo de drogas en la plaza principal sin ningún tipo de vergüenza y atravesarlo para llegar a su destino, la casa de “Don Cepi” en las faldas de un cerro cercano al pueblo.

Cada uno de los secuestradores, tomó a un rehén, “el Pacho” se llevó a Andrea, tomándola del cabello de forma machista y maltratadora, casi arrancado cada mechón en cada jalón que le daba para apurarla al llevarla a la habitación que le correspondía a la primera de los dos rehenes. Por consecuente, “el Luma” tomó a Leonardo, quien lo llevó como costal a su habitación, la que era toda gris, apenas enjarrada, tenía un olor fétido, metálico, como ese olor tan desagradable que te recuerda a los primeros raspones de tu niñez, a esos accidentes en la cocina con algún cuchillo, y que mientras “el curita” llegaba, tu chupabas la herida, como esa tonta moda cinematográfica, terminando de ser vampiro y caníbal, bebiendo tu propia sangre, para que no se derramara ni una gota de esa bella tinta de la vida, y con un frío más terrible que cualquier helada de los estados del norte del país, se podía sentir que había muchísima gente atrapada ahí, que gritaba, aunque todo estuviera en silencio. Pues era ahí donde sería ejecutado Leonardo, y al pasar eso, Andrea sería la siguiente. Pero los efectos de la droga en el cuerpo de Leo, estaban por concluir. Y aún no estaba muy bien atado a la silla donde sería la última que usaría a lo largo de su vida.

Cuando Leonardo por fin abrió los ojos, ya estaba completamente atado a una silla incomoda, hecha con madera, la que obligaba a Leo, a estar sentado de una manera que su cuerpo, no pudiera protegerlo de ningún golpe al pecho o estómago. Tenía cinta amarrando torso, para que los órganos no se destrozaran cuando fuera golpeado y torturado por los golpes de “el Luma” y sus encargados con bates de madera, golpeando la parte del pecho, y estómago, pero tampoco descuidaron sus piernas, y que una de ellas, la izquierda fue totalmente fracturada por uno de esos golpes. Andrea por otra parte, fue abandonada en su habitación, sin comida, ni agua, solo a esperar su turno en esa silla donde igual sería torturada y ejecutada. Cuando terminaron de azotar a Leonardo, uno de los gatilleros de “el Luma”, decidió divertirse con él, pero el insensato e infantil gatillero no tenía ni la más mínima idea de que Leonardo, a pesar de estar moribundo, podía defenderse todavía, pues había una fuerza interior que lo impulsaba. El cariño de su familia que jamás lo había abandonado se estaba haciendo presente en el corazón de Leonardo, y fue suficiente para desatarse de un mal nudo y poder noquear al burlesco gatillero, bueno para nada, para así arrebatarle las llaves de la puerta, y poder salir en busca de su libertad, pues ya habría tiempo para pensar en vengarse de los que habían hecho esto con su trabajo.

Al cabo de unas horas, Andrea perdió la fe, y terminó recostándose en una esquina de la habitación donde la habían abandonado, pero sin tener la mínima idea de que “el Pancho” estaba observándola desde hace varias horas atrás, cuando vio que se recostó, entonces decidió actuar, entrar a solas con Andrea a la habitación, y desgarrar con la boca cada una de sus prendas, pues el increíble cuerpo de ella no iba a pasar desapercibido por los enfermizos secuestradores y menos por el más pervertido de todos... Pancho. Pero su intento falló, pues al percatarse de que Leonardo había podido escapar de la habitación y estaba merodeando por ahí, con un arma y con las llaves de cada una de las habitaciones, excepto de la puerta principal, fue un impedimento para que el plan de “el Pacho” funcionara y así poder abusar sexualmente de la hermosa Andrea. Fue un respiro más para Andrea, pero ella jamás se dio cuenta de lo que él estaba planeando. Entraba oca luz a la habitación de Andrea, a pesar de ser apenas las cinco y treinta de la tarde, cuando el sol se está poniendo en esta época del año.

Leonardo, confundido por los estupefacientes que le habían obligado a tomar y golpeado por las culatas y bates mientras estaba atado a una silla, como pudo, recorrió toda la casa de arriba abajo, arrastrando sus penas y memorias familiares en su pierna derecha, dejando huella de su secuestro.

Por otro lado, Andrea, empezó a recorrer la habitación donde la tenían; su desesperación se reflejaba en su mirada, y en su pelo disperso por toda su cara, y en el poco aire que podía aspirar por su aparato respiratorio, por fin encontró la salida, una pequeña ventanilla que daba a uno de los jardines, la que podía llevarla hacia el pasillo principal, donde sería la entrada a su libertad.

Leonardo se encontraba agotado, pero sus ganas de reunirse con su familia y amigos lo impulsaban a pelear y patear cualquier puerta que se cruzara para poder escapar de esa lujosa y folclórica prisión, lo que llevó a Leo a encontrar la puerta principal. Llena de grandeza, almas y vidas, perdidas y desaparecidas en su enorme ventanal, pero él se negó a ser arrastrado por ese ángel iluminado, por sus manos llenas de muerte y pena que habían jalado ya a millones antes que él. La puerta principal no podía abrirse, pues la perilla de oro, no lo permitía. Pero Leonardo no podía darse el lujo de dejar pasar sus últimas gotas de vida viéndolo a los ojos perdidos, no podía dejar de pensar en el último año de prepa de su hijo Flavio y en los hermosos ojos de su hija Valeria, y sin dejar de saborear los suculentos platillos caseros que le cocinaba Daniela, su esposa.

Andrea, después de caer sobre los suaves arbustos del jardín, esperaba sigilosamente a que todos los demás dentro de la casa pasaran a un lugar techado, fuera de ese hermoso paraíso, el jardín norte de la casa. Un jardín hermoso, casi bajado del cielo, donde la felicidad se pintaba en cada nota y canto de las aves exóticas que lo habitaban y por toda la cantidad de agua que corría por las fuentes, ríos y cascadas artificiales, creadas solamente para engañar los ojos de cualquier escéptico.

Leonardo, del lado contrario del jardín norte, movía y rompía con la tranquilidad que existía en la sala de estar principal. Cada mueble perfectamente acomodado que creaba un ambiente que contrastaba con la misma realidad de aquella habitación gris que lo cubría con el frío de cada una de las personas ejecutadas. Al mover una pesada cómoda, su pie resintió cada uno de los batazos dados por el verdugo de la casa... “Don Cepi”, el encargado de ejecutar a cada una de las víctimas que caían a ese aposento lleno de tragedias y sangre en sus tuberías, quien tras pelear con Leonardo, después de que lo desataron, quedó noqueado por los golpes que le alcanzó a propiciar el director del filme, pero pudo encontrar un pequeño ducto de ventilación que llevaba hacia la fachada de la casa, donde fácilmente podía tomar cualquier móvil “prestado” y escapar sin importarle nada más que ver y abrazar a sus familiares y amigos, terminar la película y poder pagarle sus deudas a la gente de la costa del pacífico, para por fin descansar de todas esas reuniones que solo lo llenaban de estrés y preocupación, donde se manejan toneladas de droga y cargamentos de armas, mayores a los legales hechos por la marina o el ejército.

Al acabar la caravana de sujetos encapuchados en la parte del jardín, Andrea pudo salir de los arbustos, pero no se había percatado de su muñeca derecha torcida por la caída desde un segundo piso; al apoyarse en una lámpara de piso, soltó un pequeño quejido desde su encantadora boca, del cual se dio cuenta un viejo perro que cuidaba el jardín, que con un gruñido fue suficiente para engrandecer la mirada de Andrea, y provocar un grito desesperado por su gran pavor a los perro grandes... Dos de los últimos soldados encapuchados del grupo se dieron cuenta, y abandonaron la formación para averiguar qué es lo que había pasado y qué o quién causó ese grito. Andrea lo único que hizo fue agacharse de nuevo bajo los arbustos y tapar su respiración con la palma de su mano izquierda, mientras sus ojos parpadeaban de preocupación, incitando a derramar arroyos del alma, a cada paso de los botines manchados de sangre por los hombres prisioneros de su falta de empleo, estudios y al final de su entrenamiento... ya habían perdido alguna razón de ser que quedaba dentro de su alma.

Leonardo también escuchó el grito... y al escuchar esa tierna voz gritar como niña al perder su primer diente, se percató enseguida de que Andrea Inurriaga, su actriz principal del filme, se encontraba dentro de la misma casa, en una situación similar a la suya, por lo que abandonó su posición de escape y se dirigió hacia el jardín norte, donde surgió el desesperado grito de la señorita O. Inurriaga, pidiendo ser auxiliada en cada onda producida por el insoportable sonido del miedo. Ah pocos pasos del jardín, Leonardo escuchó la voz del verdugo... “Don Cepi” había despertado de aquella golpiza que le propició, y no se le escuchaba muy contento, pues dando órdenes a sus demás gatilleros pidió terminar con la vida de cualquier sujeto ajeno a esta casa, empresa o familia, pero si topaban caminos con Leo, lo llamaran, pues tenía que saldar algunos moretes pendientes con él. Leonardo entró en shock, pero no podía dejar a Andrea pelear contra los dos “encapuchados” que la buscaban dentro el jardín, pues se sentía con la responsabilidad de ayudarle con a que pudiera seguir su vida, pues ella lo ayudaba a que siguiera con su filme. No lo pensó dos veces, y Leo, con una valentía que aún no conocía dentro de él, se lanzó sobre uno de los enmascarados de negro, arrebatándole su arma después de un pequeño forcejeo entre los dos y en la duda del otro enmascarado si disparar para acabar con la vida de Leonardo, pero si fallaba, habría traicionado a su empresa de narcomenudeo, lo que le traería serios problemas de vida o muerte, no solo para él, sino para toda su familia necesitada de cariño, alimentos y recursos para que ninguno de sus hijos pasara por la vida tan difícil por la que pasó este gatillero, “El Luma”. Amenazando por Leonardo, que asesinaría a su compañero, quien suplicaba por su vida, y por la vida de sus hijos que lo esperaban a diario para que les leyera cuentos y leyendas tradicionales mexicanas, “El Luma” decidió bajar su arma y rendirse, pero la frialdad y el coraje de Leonardo, accionó el gatillo para darle fin a una más de las historias trágicas que terminan en la droga y en el narcomenudeo, una historia más que ya había acabado con muchas otras más, pero una vez no fue suficiente, Leonardo disparó contra Luis Manuel y contra “el Pancho”, el encapuchado que arrodillado frente a Leo, dedicó su último suspiro para arrepentirse ante la perdida mirada de Andrea, de todas las cosas que a causa de su trabajo, perdió cualquier contacto existente con ellas... Su familia, sus amigos, y todas las anécdotas inmemorables por las cuales no pasó junto a su hijo.

Después de un silencio incomodo en el jardín, Andrea se soltó en llanto en los brazos de Leonardo, reflejando cada minuto que estuvo encerrada y sedada por las drogas que le obligaron a tomar para que pudiera caer dormida, afortunadamente, no habían abusado de ella sexualmente, solo presentaba agresiones físicas como golpes en la mayoría de su cuerpo y cara, y psicológicas, por todo lo que había visto y escuchado a casi dos metros de distancia, pero un alivio lo encontró en un muy fuerte abrazo de un amigo, casi un padre para ella, quien ayudó a Andrea a regresar al medio de la actuación después de su grave situación dentro de las adicciones. Un encuentro emotivo, en un lugar no muy adecuado para hacerlo, donde los dos corrían peligro de vida o muerte, y donde “Don Cepi” tenía ojos y oídos en cada esquina de la casa.

__Tranquila, relájate... Saldremos de aquí, no sé cómo, y no sé a dónde iremos, pero te prometo que volverás a reencontrarte con Ricardo, y con tu madre__. Andrea, al escuchar estas palabras de Leonardo, intentó relajarse con un suspiró que comunicó la más sincera nostalgia hacia un amor que jamás imaginó con Ricardo, a un cariño, que jamás le tuvo a su madre prostituta en la ciudad de Guadalajara, y a su amiga, casi su hermana, Alice Zamarripa, quien siempre ha ayudado a Andrea, a salir adelante en cualquiera de las situaciones, buenas o malas noticias, Alice siempre estaba ahí. __Pero, y si no lo logramos...?__. Andrea, dudosa y aún preocupada y desesperada por lo que pasaba, abrazó más fuerte de lo que ya lo hacía a su amigo Leonardo, y recostó su oreja en el pecho de él, derramando lágrimas de nostalgia y de preocupación. Leonardo, nervioso y preocupado por Andrea y por la situación, solo dijo lo siguiente__ Encontré una pequeña salida a un lado de la puerta principal de la casa, creo que eres lo suficientemente delgada como para entrar en él, salir y abrir la puerta desde fuera y poder escapar los dos__. Andrea, giró su cabeza rápidamente hacia Leonardo, dudando y cuestionando cada palabra emitida por su boca, Leo solo afirmó con la cabeza lo que estaba diciendo, y sin perder tiempo, los dos se dirigieron hacia la sala de estar principal, la última sala que verían los dos, cruzando por el falso paraíso del jardín norte.

Al llegar Leonardo y Andrea a la sala de estar, tras esconderse por varios minutos en varios puntos del jardín por la complicada situación de tantos vigilantes, los dos se vieron muy agitados, además de lo lastimados que estaban, Andrea por haber caído mal en los arbustos del jardín, y Leo, por la golpiza que le dieron anteriormente. Leo, le mostró el pequeño ducto de ventilación por donde tenía que salir, y tratar de abrir la puerta por fuera, para que así, Leonardo y Andrea, pudieran reunirse cada quien con sus familiares y amigos, y por su puesto terminar el filme que empezaron hace meses. Cuando Andrea estaba a punto de meterse por el ducto, un disparo hacia el techo paralizó por completo a los dos cineastas, lo que provocó que Leonardo una serie de pensamientos, meterse el por el ducto de ventilación, ser dominado una vez más por su egoísmo y poder reencontrarse con su familia, o salvar a Andrea, para que el mundo supiera lo que ha pasado durante este tiempo, y Andrea se reencuentre con su madre y con su amor Ricardo, era un ambiente muy tenso dentro del mismo Leo, donde cualquier cosa podía pasar, era cuestión de que su estado de shock desapareciera por el impulso de la nostalgia hacia su familia, y las ganas de besarlos y abrazarlos a todos como lo hacía tranquilamente antes de empezar con esta película que tantos problemas le trajo a su vida, pero un grito ofensivo de parte de “Don Cepi” provocó que empujara a Andrea por el ducto, y cerrar el paso para que nadie pudiera seguirla, pues la casa había sido asegurada para que nadie saliera y nadie entrara, “Don Cepi” había sido muy claro en ese aspecto, y todos se percataron de seguir sus instrucciones al pie de la letra, pues sabían que si no las cumplían les iba a ir muy mal cuando se enterara de algo que al señor no le gustara. Leonardo, al escuchar el disparo y voltear hacia donde surgió el sonido, se dio cuenta que “Don Cepillo”, el jefe encargado de esa casa, había llegado al punto de enfrentarse con él, Leonardo sabía que jamás volvería a ver a su familia, no volvería a ver un partido de fútbol de su hijo Flavio, ni una canción interpretada por su hija Valeria, sin olvidar también las increíbles recetas de su esposa Daniela, pero seguir huyendo de sus problemas no lo iba a seguir resultando, pues el mayor de ellos estaba parado frente suyo con un arma de alto calibre en sus manos, respaldado por otros tres gatilleros esperando la orden de fuego para acabar con la historia de un hombre que supo el significado de sus actos y sus consecuencias gracias a la perilla de una puerta in-abrible, gracias al gran corazón de Andrea, que lo supo enseñar a amar, querer y valorar cada una de las cosas que lo rodeaban, empezando por el mismo, su vida y su carrera y que el final de todas estas, terminarían con un rugido de plomo, que espantaría tanto a su corazón para que se detuviera el suficiente tiempo después de haber agonizado un buen rato. La orden de fuego no llegaba, solo había una mirada fija por parte de los dos, Leonardo se armó de valor y tras avanzar como pudo, con la pierna casi destrozada, dos pasos al frente, retó a “Don Cepi” a aceptar una propuesta por parte de él, donde sugería que fueran solo él y Leonardo quienes decidieran como terminarían con la vida del director.

Mientras todo esto ocurría Andrea, no dejaba de pensar en Leonardo, en cómo le salvó la vida y dejó de lado su egoísmo por cumplirle el sueño a una niña perdida en las adicciones y el poder de las garras de la fama que la arrastraban a la vida de la perdición, donde solo importaba tu peso, y la etiqueta del vestido que usabas, pero no dejaba de avanzar por el ducto, ni tampoco de derramar lágrimas de frustración de poder regresar ahí y ayudar a Leonardo, pero sabía que podría hacer más, si escapaba de ahí ilesa, para poder contar a Ricardo que fue lo que pasó con Leonardo y con ella, poder terminar la película que hacía ya cuatro meses del comienzo del proyecto cinematográfico, y que por discusiones sin sentido y problemas con Leonardo al respecto de este tema tan delicado se estaba retrasando.

“Don Cepi” solo sonrió, pero no fue una sonrisa de burla, o una sonrisa de felicidad, sino una sonrisa donde toda su incredibilidad y desconfianza como persona, fue reflejada en ese movimiento de labios hacia la derecha, y esa mirada tan despectiva, como solo Gustavo “Don Cepi” Ortega, lo hacía antes de asesinar a alguien, Leonardo solo miró al horizonte, recibiendo cada uno de los disparos de él y sus tres gatilleros, cayendo hacia adelante, aún con la mirada perdida, con el pie destrozado y vuelto una coladera de arriba abajo, terminó como una alfombra entintada de sangre, sangre que sería no la última que se derramaría a causa de un mal trato con gente que no es de fiar, por ese filme que tenía como retraso dos meses y medio, y por las malas decisiones de las personas que se encontraban metidas en ese medio.

Andrea, al escuchar las ráfagas de los AK-47, se detuvo. No sabía si seguir gateando por el ducto, sentarse a dormir envuelta en llanto de hija cuando pierde a su padre, el pánico recorría todo su cuerpo, y se notaba en el pulso, contagiado de nerviosismo, en su palidez, cubría todo su rostro de niña, y en sus increíbles ojos, que rojos y llorosos, no dejaban de persuadir y conmover con un pestañeo. Al fin y al cabo del paso de las lágrimas por su cara, Andrea siguió su camino hacia el final del ducto, donde más sorpresas desagradables le esperaban, pero el coraje que le revolvía las entrañas por ver caer a Leonardo por ella, por su vida, y por una noble causa, de la cual jamás pensó que él pudiera hacer eso, la motivaría a seguir y a no dejarse vencer por nada que se tope camino de vuelta a Guadalajara, al estudio, o a casa de Ricardo.

domingo, 4 de diciembre de 2011

NUEVAS ENTRADAS EN LAS ¡ZONAS!

¡Chequen nuestras nuevas entradas en la zona de vídeos y zona de curiosos, estoy seguro que les encantaran y les interesará lo que verán!

martes, 22 de noviembre de 2011

NUEVA SECCIÓN: POEMARIO

Señores! En la sección de poemario podrán encontrar algunas obras de este género que los colaboradores de este blog hemos creado. ¡Esperamos que los disfruten!

Un Par de Amigos, Un Par de Tenis.

Nos hemos elegido mutuamente desde un aparador
mirador, consumidor.
Llenos de luz, llenos de vida
Salidos de una caja para brindar alegría.
después del diluvio volaron a ser sombras caminando en la profundidad
nueva habilidad.
Benedetti ya lo dijo una vez.
"En la calle codo a codo somos mucho más que dos"
y a pesar de no ser los más costosos
estar rotos, les va bien.
No hay una talla en específico,
sino una suela pisando el infinito.
Pasando así lunas y galaxias.
No existe camino que juntos no podamos recorrer
clima que nos frente durante el día
o a través del anochecer.
Ataduras que liberan pasos infinitos, y aunque
el cansancio sea extremo y maldito,
motivarán sus costuras a lo imposible e inalcanzable.



Julio C. Rea
Todos los derechos reservados.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

¡UN RETRASO QUE VALDRÁ LA PENA!

¡Señores! La razón por la cual no se publicará la parte 3.2 del caso Saenz el día de hoy es aún una sorpresa que con el tiempo descubrirán. No se preocupen, dicha parte se publicará sin falta mañana jueves 17 de noviembre. Todo se encuentra listo, sólo se necesita estructurar algunas cosas y podrán leer ésta nueva publicación. Una vez más, gracias por su comprensión. ¡SALUDOS!

martes, 15 de noviembre de 2011

LA RAÍZ DE LA TORMENTA (El cinema pt. 3.1)

No… nunca había visto un caso como ese, ni siquiera en estos días en que la violencia ha aumentado en todas partes, ¡Por dios! La misma naturaleza de los acontecimientos de aquel día sigue siendo un misterio para mí. La misma pesadilla me atormenta algunas noches aún después de tantos años, ¿Qué debía hacer? ¿Huir del caso? ¿Haber dicho lo que descubrí ese día? Tantas cosas dan vueltas tan rápido en mi cabeza que llegan a marearme y siento ganas de vomitar. Sólo comprendo una cosa, conocí la cruda realidad de las personas el día que comencé con el primer caso Sáenz.

Fue hace ya cerca de veinte años, pero recuerdo con exactitud lo que ocurrió ese día. Era 13 de julio, tarde soleada y calurosa, las calles no estaban muy transitadas como era costumbre, todo mundo hacía sus actividades cotidianas y yo, Gerardo Martínez Llosa me encontraba en la comandancia reportándome puntual, después de todo yo era el nuevo y no quería dar una mala impresión a mi jefe, el comandante Garza, por lo menos no hasta que otro mocoso como yo llegara al lugar, tenía entonces 29 años.

Sucedió cerca del mediodía, yo me encontraba sentado en mi escritorio dentro de mi pequeño cubículo revisando algunos archivos, casos aún no resueltos pero de poca importancia para la oficina de averiguaciones. De repente mi entonces compañero e instructor Iván Ruiz llegó alarmado golpeando mi escritorio, al escuchar su mano chocar con la madera eché un brinco para atrás un tanto asustado. –¡Tenemos que salir, ocurrió un accidente… mejor dicho, tres!- La voz de Ruiz sonaba fatigada y suficientemente exaltada como para alarmar al más tranquilo de los hombres en la comandancia. Rápidamente me levanté de mi silla y tomé mis cosas, una carpeta con hojas en blanco, mi pluma y una cámara por si se necesitara evidencia física, -¿Qué pasó? ¡cálmate un momento, estas poniendo a todos nerviosos y suficiente estrés hay aquí ya!- le dije a Ruiz bruscamente, no me consideraba un tipo de mal genio pero no soportaba ver debilidad en las personas, y menos si se trataba de una persona que fungía como mi mentor, -¡Te cuento todo en el carro, guarda tus cosas en tu saco y vámonos!...y Martínez!- Me dijo Ruiz -¿Qué?-le respondí con la misma actitud -Déjate ese tono altanero para tu mujer, a mí no me hablas en ese tono- Dijo Ruiz tajantemente, volviendo a ser él mismo de nuevo, no dije más y nos dirigimos al auto apresuradamente.

Una vez en camino me dirigí hacia Ruiz y me disculpé con él por haber tomado esa actitud, admiraba su trabajo como inspector en el pueblo ya que él había descubierto a una banda de secuestradores años atrás y seguía siendo muy efectivo a la hora de esclarecer los hechos de algún incidente ya fuera provocado o accidental, tenía una personalidad muy volátil pero me sentía cómodo trabajando bajo su tutela. El se limitó a mirarme de reojo y a soltar una ligera sonrisa confiada haciéndome saber que no se lo había tomado personal. –Una vez arreglado ese asunto… ¿me puedes decir que ocurrió? Nunca te había visto tan alarmado- su mirada no se despegó del camino mientras me contestó – Hasta ahora ya se reportaron quince personas heridas o muertas en tres puntos diferentes de la ciudad por quemaduras y mutilaciones por explosión- La situación no me parecía nada especial, quiero decir, comprendía la gravedad del asunto pero no entendía el porqué de la reacción de Ruiz, -¿Pero qué pasó? No entiendo que tiene de alarmante, ni siquiera se por qué tenemos que estar presentes en este momento, ¿no deberíamos llegar hasta que los heridos y los muertos sean retirados?- pregunté secamente a Ruiz. En ese momento yo era muy joven y no tenía la experiencia de Ruiz, antes de eso pude haberme zafado de todo lo que me esperaba. Ahora, 18 años después comprendo que el ahora fallecido inspector Ruiz no tenía intención de involucrarme de lleno a esa averiguación, entrenamiento solamente, pero nunca llegar a donde yo llegué. Hasta el día de hoy me arrepiento de haber echo esa pregunta…
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martes, 8 de noviembre de 2011

¡PACIENCIA QUE LO BUENO TARDA!

Señores/as, probablemente se pregunta: ¿Y estos cuándo piensan publicar contenido nuevo? 
No se desesperen, les prometemos que estamos trabajando en nuestras secuelas de manera muy profunda para ofrecerles las mejores historias... ¡probablemente en un día o dos más estarán las continuaciones que les  gustarán!

P.D.: Para todos aquellos que tengan alguna historia y deseen compartirla con el mundo, envíennos sus producciones a  rorismo@gmail.com y las publicaremos, obviamente respetaremos derechos de autor. Lo que queremos es animar a todos aquellos creativos a que compartan sus creaciones y se den a conocer. Si hay buena respuesta en esto abriremos una sección especial donde estén sus obras.





¡Gracias por contribuir y por su paciencia!

martes, 1 de noviembre de 2011

¡Nuevo contenido en la zona para curiosos!

Señores, hay una nueva publicación en la zona para curiosos, ¡dense una vuelta a ver que les parece!
Para los que ya saben a qué pertenece ésta imagen, ¡Bienvenido sean fans!

domingo, 16 de octubre de 2011

"Luces, Cámara... Andrea." (Parte2)

__Andy, ¡Andy!... ¡¡ANDREA!!__. Eran las dos de la tarde, la cita en el estudio los sábados se había cambiado a las once de la mañana, y tenía cientos de llamadas perdidas de Leo en mi teléfono, perdí la noción del tiempo. Claro, dormido y con ella por un lado era obvio que pasaría esto, era obvio que dentro del mar profundo estaría ahogado dentro del enamoramiento adolescente. Pero en ese momento no pensé en nosotros, solo quería vestirme de nuevo y llegar lo más rápido posible al estudio, podía ver la cara del director enfurecido, lleno de cólera hasta incendiar su cabello, incluso aún más de lo que ya estaba y lo poco que le quedaba. Andrea se despertó muy asustada, pareciera como si jamás se hubiera imaginado que podían existir esas reacciones en mí. Hizo lo mismo sin voltear a verme, tomó su vestido y entró en él en un abrir y cerrar de ojos. Íbamos de prisa, salimos corriendo del departamento y lo primero que hice fue tomar el teléfono y marcar a Leonardo. Andrea solo me veía preocupada, una mirada que preguntaba lo que estaba pasando, se notaba agitada pues su respiración llegó a delatarla en más de una ocasión. Leonardo no contestaba, no sabía que iba a pasar, estábamos cerca del estudio y decidí hablarle a Fernando, un actor secundario pero que siempre que actúo, intento jalarlo conmigo para trabajar juntos, lo conozco desde hacía 7 años atrás justo en la prepa, uno de mis mejores amigos.__ ¡Hey Ricardo! ¿Qué pasa?__ contestó de manera muy agradable, sinceramente no me esperaba esa respuesta, pues hoy teníamos que grabar unas escenas muy importantes __Que tal Fernando, pues todo muy bien pero que ha pasado con la grabación de hoy, Leo no contesta su celular y ya es muy tarde__. Le dije preocupado, pero él no parecía así, su respuesta fue una risa que provocó que volteara hacia Andrea, lo que también provocó una pequeña risa en ella.__ Ricardo, lo que pasa es que Leo canceló la grabación de hoy porque tuvo un problema con algunos inversionistas, por eso estuvo llamando toda la mañana, pero creo que estabas muy ocupado__. Fernando había cambiado mi humor, me hizo suspirar de alivio y Andrea al ver esto, hizo lo mismo. Terminé de hablar con Fernando, y lo primero que hice fue sonreírle a Andrea, la tomé de la mano, y solamente un beso adolescente pudo romper con toda la tensión y estrés que existía en esos minutos de amargo sol por la tarde de Octubre. Todo volvió a ser color sonrisas y miradas de ángel.

Leonardo estaba teniendo problemas con los inversionistas, de ese tipo de problemas que sabes que en cualquier momento, un sonido de plomo flameante te daría la mano para llevarle con quien nos creó y en un abrir y cerrar de ojos lo último que verían los suyos, sería el infinito acercándose más y más rápido. Le habían prometido una gran cantidad de dinero para toda la producción de su filme, pero esa cantidad se estaba tardando en llegar. En cada una de las grabaciones, Leo, la interrumpía por alguna llamada “importante” de estos señores, pero lo curioso es que a nadie le dejaba tomar su teléfono, ni siquiera acercarse a él. Estaba claro que con la gente que estaba haciendo tratos no era de muy buen gusto. Obviamente sin ese dinero la producción cinematográfica jamás podría salir hacia la pantalla grande, es por eso que todos tenían que poner de su parte para que Leo pudiera cerrar ese trato que lo traía vuelto un niño sin paleta. Era realmente difícil ver a nuestro director así, afortunadamente mi escape lunar era Andrea, pero últimamente ella no estaba tan cómoda conmigo, o por lo menos eso parecía cuando quería tomarla por la cintura, o de la mano para poder ir por el camino que tanto nos gustaba, el que nos llevaba siempre hacia otro mundo por medio de caricias amorosas. El avance de mi carrera como actor de largometrajes, mi relación inestable con Andrea, y muchas otras cosas que compartía con mi familia y amigos se iban decayendo poco a poco, pareciera que el mundo empezaba a girar contra mi energía, no podía soportar otro día así, tenía que arreglarlo de la forma más rápida posible, pero parecía que la única forma era llegar a cierto punto de mi vida para poder alzar vuelo de nuevo, tendría que suspender esta grabación por el bien de Leo, por el bien de ella, y poder reencontrarme con mi familia que una vez abandoné para poder hacer mi sueño realidad. A mi madre jamás le gustó la idea de convertirme en estrella del cine mexicano, siempre me había dicho que eso para idealistas homosexuales y drogadictos, que si quería ser alguien de verdad en esta vida tendría que luchar por los principios de la religión católica y que tendría que basar mis estudios en la medicina para poder ser igual de exitoso que mi padrastro, jamás me agradó. Era un hombre tacaño, de ese tipo de personas cuyo capital es mucho más importante si lo comparte con seres similares, con prostitutas internacionales y comprando carros de agencias europeas para solo usarlos dos veces al año. A pesar de que odiaba tanto a Guillermo, el Dr. Galo Inurriaga me enseñó que para poder triunfar dentro del campo laboral, solamente tenías que pensar en un egoísmo que llegaría a etiquetarse como el pecado capital, y que necesitabas pensar de la misma manera para conquistar a cualquier dama que se cruzara en tu camino, cosa que entraba en pugna con lo que mi padre a los siete años antes de morir me dijo desde su cama; “Las damas con los caballeros, y las zorras por los caballos”, cosa que no comprendí hasta los catorce, cuando por fin vi quienes eran los caballos y las zorras, y quienes las damas que van de la mano de un caballero.

Durante todo el día estuve tratando de ver toda solución a mis problemas, sin obtener ningún resultado que me llenara de esa sensación que provoca sonreír durante días, que te brotan las mariposas del estómago hacia toda tu garganta y son reflejadas en tus ojos brillosos al ver que un niño te abraza la pierna y te dice cuanto te extrañó. Durante este tiempo, Leonardo jamás nos habló para poder grabar lo que restaba del filme, Andrea había estado muy distante hacia mí, pero sabía que todo el tiempo estaba en su cabeza, parece que los papeles habían cambiando, Fernando tampoco me decía nada de la grabación, así que decidí ir al estudio a averiguar qué era lo que estaba pasando con el resto de la película, pero no quería ir solo, tomé mi teléfono y llamé a esa persona que sabía que jamás me dejaría en el suelo después de haber tenido tremenda caída. __Andrea, que tal como has estado, parece que he muerto, ¿Dónde has metido? __No respondía, pero el teléfono seguía conectado a la llamada. __¿Andrea?... ¡¿Andrea?!__ Andrea no está, qué se le ofrece, qué quieres con ella?__. Era la voz de un hombre negándome toda existencia de la chica con la que había pasado estos últimos días, no entendía, me sentía un niño cuando le revelan la inexistencia de aquel ser que le lleva regalos por las noches, era fuerte la sensación de cólera efervescente dentro de mi cabeza, todo daba vueltas, pero tenía firme el pie en el acelerador y las manos en el volante, no podía dejar atrás ese misterio que me envolvía para poder llegar hasta Andrea, y poder averiguar que es lo que había pasado con toda la producción del filme en cual participábamos todos, incluso Leonardo no contestaba su teléfono, todo iba tan de picada que no hubo tiempo para girar la cabeza hacia los recuerdos y ver que tan bella era mi vida antes de todos estos sucesos extraños que estaban ocurriendo durante la grabación, cambié mi rumbo hacia su casa y a toda marcha evitando cada automóvil. En mi cabeza llovían ideas de las peores cosas que estaban pasando con Andrea, no sabía si se debía a un secuestro, o a una broma de mal gusto, incluso podía ver su avión partir hacia Londres dejando atrás todo un misterio de miradas que jamás comprendí cuando éramos uno en el camino hacia el estudio, esas risas que jamás se olvidarían de mi cabeza cuando había caricias de niña en todo mi estómago, todo sería tan falso si no tuviese la letra A por todo su cuerpo.

Al cabo de pocos minutos conduciendo a toda velocidad, pude llegar al privado de Andrea, donde la caseta de seguridad había quedado vapuleada por cientos de tiros, cada boquete que veía fuera del coto era una gota del alma derramada del guardia, que aquellos inundan de ellas, nuestra ciudad con temor y venganza. Estacioné el auto fuera de todo el recinto para escapar por cualquier cosa que pasara. Cada paso que daba dentro del coto de Andrea era uno cada vez más cerca de responderme a muchísimas preguntas que existían dentro de mí, acerca de nosotros, acerca del filme, mis amigos y sobre todas las cosas, acerca de ella. Entre más me acercaba a la puerta de su casa, más fuerte gritaba el corazón pidiendo ayuda, ir solo de la mano de un arma no era para sentir la misma seguridad cuando vas de la mano de tu padre a tu primer día de primaria, ahora todo era distinto, sudaba la mano, los pasos no eran alegres, no eran saltos con una sonrisa agitando tu lonchera, todo era lento, y una mirada fría y sin parpadeos que comunicaba el coraje que sentía el haberle arrebatado a alguien que por fin lo entendió, a alguien cuyo corazón no le importaba lo poco que sabía de química, por haberle arrebatado a la única persona que podía besar sabiendo que ella pensaba en él, mientras que él, pensaba en ella.

La puerta principal de la casa estaba destrozada, una patada cerca de la perilla fue suficiente para poder romper con el silencio y la calma de un hogar incompleto, donde la fuerza de una madre jamás estuvo presente por falta de valor debajo de aquellas faldas que se podían levantar con un soplido del viento cerca de la plaza del Sol. Empujé poco a poco la puerta con una mano, mientras que sujetaba temblorosamente el arma con la otra, y un rechinido por falta de lubricante provocó que entrara la luz a esta casa, pero todo lo que mis ojos captaron en este instante, provocó que se abrieran mucho más de lo que normalmente lo hacen. Era un brillo que me dejó ciego por unos segundos, y que al recuperar la vista, el arma se había derretido entre mis dedos.

miércoles, 12 de octubre de 2011

EL CASO SÁENZ (El cinema parte 2)


 Hacía cinco días desde que había dejado de llover después de casi un mes de incesantes aguaceros, los cuales habían provocado estragos a lo largo de las calles de aquel pequeño pueblo a las afueras de la ciudad. El inspector Martínez Llosa se encontraba sentado dentro de su cocina con un plato de sopa fría frente a él, tan sólo recordar el rostro de José Ramírez desfigurado por el impacto de bala y yaciendo en el suelo sobre un charco de sangre le había arrebatado el apetito, no era la primera vez que atendía un caso similar, en el pasado había investigado tres o talvez cuatro casos de asesinatos, pero ninguno con las características de éste.

Su esposa estaba parada a unos cuantos centímetros de él lavando los trastes y aprovechaba cada momento para insistirle que terminara su cena, Martínez la miraba cada uno de esos momentos con una expresión indiferente pero ligeramente malhumorada. –Termina con esa sopa de una vez, no pienso calentártela pero si te apresuras puede que no sea un completo hielo- dijo su esposa con un tono altanero lo cual provocó que Martínez golpeara la mesa con sus puños y empujara el plato derramando todo el contenido, miró a su esposa con una mirada tal que ella pudo sentir como si dos cuchillas se clavaran en su rostro por tanta ira que irradiaban los ojos de Martínez, -Métete en tus asuntos mujer, y déjame tranquilo de una puta vez- gritó alzando la voz el exaltado inspector, un comportamiento nada común en él, aún cuando su trabajo consistía en manejar cargas exhaustivas de estrés, nunca había explotado de esa manera, y menos en contra de su esposa, algo que ella resintió de inmediato haciendo temblar sus manos y volviendo temerosa hacia el fregador tratando de ocultar dos lágrimas que se escaparon de sus ojos. Martínez no tuvo más remedio que pararse de la mesa y acercarse a su mujer para disculparse, sus manos trataron de tomar sus hombros por la espalada pero ella se inclinó hacia delante rechazándolos bruscamente, Martínez suspiró lentamente, tomó su chaqueta y salió lentamente de la cocina hacia su despacho, el cual se encontraba en el segundo piso y tenía un pequeño ventanal con vista a la calle.

Ojala tuviera mas casos tras los cuales esconderse y librarse de esa incómoda averiguación, lamentablemente en ese pueblo rara vez ocurrían dos cosas que ocuparan de su atención al mismo tiempo. Se llevó las manos a su cabello y las pasó bruscamente hacia atrás hasta parar en su cuello, sabía que ese caso cambiaría muchas cosas en aquel pueblo y que si no lograba resolverlo pronto lo llevaría a la locura; poca gente sabía lo que él sabía acerca de la familia Sáenz y de los acontecimientos que se habían dado lugar en el cinema un mes atrás.

Cinco días atrás le había contado todo al forense Fresnos, un hombre que, según Martínez, contaba con toda su confianza por su años de servicio junto a él durante varios años, pero ahora pensaba que talvez no había sido la mejor decisión el contarle detalles que sólo él debía conocer, bueno, a excepción de un par de cosas que había decidido guardarse por seguridad. De cualquier forma la suerte estaba echada y a partir de que Ramón Sáenz había desaparecido había comenzado una carrera contra el tiempo para Martínez antes de que sucediera otro incidente que pusiera en riesgo a todas las personas que Ramón conocía, incluyéndolo a él mismo.

Un pájaro se estampó contra el ventanal sobresaltando a Martínez quien salió botado de su silla y cayó al suelo de golpe, se dio cuenta de que los primeros rayos de sol entraban por el cristal y supo que se había quedado dormido en su despacho mientras su cabeza daba vueltas en el caso Sáenz, se paró sacudiéndose el pantalón y se dirigió a su cuarto donde su esposa dormía aún. Se limitó a besarla en la frente suavemente y entró al baño para asearse, salió sin hacer ruido y tomó dirección a la oficina de averiguaciones de la policía municipal. Cuando entró por la puerta vio a Fresnos recargado sobre su escritorio y mirándolo con un gesto que denotaba molestia.

-¿Qué pasa Fresnos? ¿Y esa cara?- preguntó Martínez con una sonrisa falsa en su cara, sabía que Fresnos no era de aquellas personas que se quedaban con los brazos cruzados ante una averiguación y sospechaba que de nada le había servido guardarle secretos acerca del caso Sáenz, Fresnos le arrojó una carpeta a Martínez con tal rudeza que por poco se esparcían las hojas que contenía, Martínez abrió la carpeta y comprobó sus sospechas, -Creo que se te ha pasado un detalle un tanto importante Martínez, no me gusta el rumbo que está tomando este caso, parece más grave de lo que me contaste- dijo tajantemente Fresnos mientras cruzaba los brazos, Martínez lo miró y fue como si el mundo se le viniera encima, de pronto se sintió como un novato en su primer caso difícil, no quedaba de otra, tendría que trabajar con Fresnos como su compañero y tendría que ser completamente sincero con él.

Dentro de la carpeta se encontraba un reporte policial acerca de tres dudosos accidentes que habían sucedido cerca de la ciudad y que involucraban a quince personas muertas o heridas de gravedad años atrás, al final se encontraba una fotografía en el lugar de los hechos con Martínez en sus primeros años cargando en sus brazos un pequeño niño llorando, en el pie de la fotografía se leía el nombre del pequeño: Ramón Sáenz.

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martes, 11 de octubre de 2011

¡Un ligero retraso!

¡Señores! Debido a la carga excesiva de trabajos escolares no hemos podido subir nuestras respectivas secuelas, ¡pero no se preocupen! Confiamos que antes de que termine la semana estarán los tres relatos publicados, ¡SALUDOS! Y gracias por esperar, ¡Valdrá la pena!

sábado, 8 de octubre de 2011

NUEVA DISTRIBUCION DEL BLOG

¡Amigos! Ahora podrán ver las secuelas y nuevos relatos desde el menú que se encuentra en la barra superior llamada ZONA DE RELATOS o si les interesan los cortometrajes y vídeos que tengan que ver con esto de la creatividad den clic en ZONA DE VIDEOS, en PARA CURIOSOS podrán enterarse de cosas interesantes en el mundo de la literatura ¡Gracias por apoyar este nuevo proyecto y esperen muy pronto las continuaciones de cada uno de los relatos!

lunes, 26 de septiembre de 2011

El Cinema (Parte 1)

Caían ya las últimas frías gotas de lluvia sobre la ventana, Ramón tenía recargada la frente sobre aquel cristal y podía sentir la vibración con cada gota que lo golpeaba. Aquella tarde era diferente a las de las últimas semanas, aunque no pasaba un solo día sin llover desde que el antiguo cinema cerrara el mes pasado, en aquella tarde parecía que el recio aguacero por fin menguaba, Ramón sabía que probablemente no tendría una oportunidad igual, tomó su chaqueta junto con una caja negra que estaba sobre el escritorio y salió de su cuarto. Al bajar por las escaleras sintió una brisa helada proveniente de abajo,  -¡Papá, papá… otra vez se te olvidó cerrar la ventana, mira el charco que se ha hecho!- dijo a regañadientes Ramón al enclenque anciano con demencia que se encontraba postrado en el sillón junto a la ventana, -¡Si cuando regrese esto sigue así, te cumpliré eso de llevarte al asilo!- El anciano lo miraba pero parecía no entender lo que sucedía, sólo escuchaba a su hijo gritarle sin sentido, lo único que  hizo que Ramón parara de gritar fueron los ojos de su padre llenándose de lágrimas mientras retiraba su mirada de él y la dirigía hacia la ventana de la sala. Ramón meneo la cabeza en señal de negación y salió de su casa azotando la puerta con fuerza.

La lluvia ya era muy tenue comparada con aquella mañana, los estragos de los incesantes aguaceros se notaban en las corrientes de agua sobre las calles que ya habían inundado gran parte de ellas, era imposible andar en automóvil pero de cualquier forma resultaba innecesario dado el tamaño del pueblo. A lo lejos se veía el antiguo cinema sin sus características luces encendidas, durante muchos años había sido el único sitio que daba vida al lugar pero ahora no quedaban sino escombros y malos recuerdos. Ramón no podía mirarlo sin recordar a Mariana así que decidió tomar la ruta alterna hacia la casa de los Ramírez.

Mientras caminaba por la acera pensaba en el cinema, la butaca rugosa y a Mariana sentada a su lado  recargada sobre su hombro de tal forma que su escote sobresalía  y resultaba demasiado tentador, no sólo para él sino para cualquiera que pudiera observarla, pero no esa noche, esa noche sería más que su amiga con derecho, tendría que dejar de lado sus deseos y enfocarse en sus sentimientos, esa noche habría de pedirle que fuera su novia.

Una bicicleta pasando a gran velocidad se interpuso en sus recuerdos mientras pasaba por un enorme charco y empapaba sus jeans, -¡Jódete Jaime, ya me la voy a cobrar después!- le gritó Ramón al muchacho de la bicicleta. Jaime era un muchacho con cierto retraso mental que vivía cerca de su casa y que durante muchos años había sido  la diversión y burla de los jóvenes del pueblo, sin duda todo aquello terminó cuando el escuálido niño creció y se convirtió en un mastodonte de dos piernas, ahora se dedicaba a cobrarse las burlas de la única manera que él concebía, haciendo travesuras inocentes. La condición de Jaime no le importaba en lo absoluto a Ramón quien sentía una hirviente rabia hacia ese chiquillo irreverente, nunca había sido parte de los que se burlaron de él y sin embargo sufría sus constantes molestias al igual que todos los jóvenes de la cuadra, ¿niñerías? ¿bromas inocentes?, Ramón no sabía de esas estupideces, aún no olvidaba la pedrada que le había lanzado Jaime y le había echo una cicatriz en la sien el día que todo ocurrió,  el día que estuvo en el cinema con Mariana, aquella tarde que su padre le gritó por última vez.

Su padre… Ramón resbaló ligeramente de la acera antes de recuperar el paso mientras pensaba en los ojos llorosos de su padre hace algunos momentos, un puño en su pecho le estrujaba el corazón y cierto arrepentimiento se asomaba en él ¡pero no! Nunca le perdonaría lo que le hizo sentir durante casi dos años, se había vuelto un desgraciado después de haber permitido que su madre muriera, apenas dos años, Ramón sentía cada día como una eternidad desde que su madre sucumbiera ante una enfermedad que, según los médicos, podría haberse curado si hubiesen tenido el dinero suficiente para el tratamiento, de no haber sido por la actitud soberbia y tacaña que tomó su padre, en estos momentos su mamá seguiría viva y talvez nunca hubiera ocurrido lo de hace un mes, o al menos a él no le hubiera importado. Un golpe tras otro en su vida y todos eran culpables según el punto de vista de Ramón. Ahora eran sus ojos los que se ponían cristalinos así que paso torpemente su mano derecha sobre sus párpados para secarlos. Por su cabeza pasó que de no haber sido por la muerte de su madre no habría conocido a Mariana.

Era un 13 de julio, Ramón lo recordaba bien, el velorio se llevaba a cabo pero él no soportaba ver a su padre después de lo ocurrido, y menos después de tremenda golpiza que aquel despreciable anciano le había propinado, había salido disparado de su casa esa mañana prácticamente echando fuego, sus manos bien podrían haber destrozado un madero de haberlo tenido en sus manos, sus ojos ya lucían rojos y cansados de tanto llorar y su rostro era una clara señal del desvelo de la noche anterior, su madre había muerto mientras Ramón sentía como su mano se separaba de la suya y caía en aquella vieja cama, no había nada que lo consolara después de eso, nada, excepto aquella muchacha que vio parada frente al cinema sola y sin indicios de estar esperando a alguien, la miró y tuvo que secar sus ojos para poder observarla con claridad, ya la había visto entrando al cinema, siempre sola, era delgada y muy guapa aunque su figura no era nada extraordinaria a excepción de su escote que dejaba ver a una joven ya en su plenitud, coqueteaba con los transeúntes pero nadie que Ramón conociera le hablaba de ella como si fuera una chica fácil. Él siempre había sentido atracción hacia Mariana pero nunca había tenido la oportunidad ni valor de cruzar palabras con ella.

Un golpeteo en su pecho lo hizo acercase a ella, no importaba lo destrozado y desconsolado que se había sentido momentos antes, la presencia de Mariana de alguna forma calmaba ese ahogo en su garganta y lo hacía sentir tranquilo. –Hola- fue lo único que reparó en decir después de tocar el hombro de Mariana con timidez,  -¡Hola! ¿Qué tal?- su sonrisa era hermosa y por sólo un segundo olvidó lo toda la tristeza que lo invadía, aunque realmente fue sólo un segundo, pronto volvió a sentir ese nudo en la garganta y tuvo que toser para poder hablar, -Me.. me llamo Ramón, tu.. eres Mariana ¿verdad?- como si no lo supiera, desde que la había visto por primera vez había investigado un poco sobre ella y hasta sabía que era hija de una familia adinerada del pueblo, una joven extrovertida y alegre en todo sentido. –Así es, ¿estas bien?- dijo Mariana en un tono dulce haciendo referencia a sus ojos rojos y llorosos, -¡eh! Si, si, estoy muy bien, sólo estoy un poco sentimental el día de hoy, escucha, te he visto entrar sola al cinema varias veces y me pregunto si hoy quisiera algo de compañía, si de algo sirve, a mí sí me serviría un poco- Ramón notó una sonrisa sincera en Mariana lo que lo hizo sentir reconfortado, -Por supuesto, me encantaría que me acompañaras- de nuevo Mariana le echo una sonrisa pero ahora había algo de coquetería en ella, no podía evitarlo, era algo natural en ella.

Se acercaron a la taquilla y compraron dos boletos, ya dentro de la sala, a oscuras, Mariana se acercó a Ramón y le susurró al oído: -No tienes que aguantarlo, sé lo que le ocurrió a tu mamá- se separó de su oído y Ramón comenzó a sentir de nuevo ese nudo en la garganta, al mirarla pudo ver una mirada penetrante y sincera de condolencias, de pronto y sin ninguna explicación ella se acercó a él y tomándolo del cuello lo besó en la boca tan dulcemente que él no supo si la lagrima que rodaba por su mejilla era de tristeza o de emoción. De eso hacía ya casi dos años, y ahora al igual que ese día por la mañana, se sentía sólo y desconsolado, pero ésta vez sentía una rabia que no podía… no sabía como controlar.

Ya había librado la cuadra donde el cinema se encontraba y ahora cruzaba por el consultorio médico del doctor Juárez, aquel que dos años atrás había estado parado a su lado cuando su madre murió y que hace seis meses había sido el mismo que diagnosticara un extraño tipo de demencia degenerativa en su padre, algo así como la justicia divina, pensaba él, si embargo no podía olvidar la negligencia con la que se comportó al atender a su madre, un verdadero médico habría salvado su vida a pesar de hacerlo gratis, pero no, no el doctor Juárez, él era un mediocre y al igual que todos tenía la culpa de sus agonías. Se agachó y de entre las corrientes de agua pudo observar una loza de piedra no muy grande que sobresalía, sin importarle lo sucio del agua sumergió su mano y la sacó, demasiados fueron sus impulsos de arrojarla a la ventana del consultorio y por un momento creyó que realmente lo haría, pero en lugar de eso soltó la loza y con una voz quebrada y llena de rencor profirió: -¡Pronto!-

De pronto la lluvia se detuvo por completo y aunque el sol aún no salía, Ramón supo que esa era su oportunidad después de todo, era la señal, no importaba nada, no dejaría que ese día pasara en vano, hasta donde él sabía el clima podría convertir lo que había iniciado momentos antes en otro intento fallido. No iba a darse por vencido, el sólo pensamiento de no continuar y volver a su casa le hizo estragos el estomago y por un momento las nauseas fueron tan grandes que creyó que vomitaría, lo único que pudo hacer fue mantenerse firme y continuar. Las calles estaban desiertas y no había más que alguno que otro transeúnte atrevido que merodeaba las inundadas calles de aquel pueblo; bajo el cielo aún nublado se encontraba Ramón caminando sin detenerse cruzando el pueblo entero, mientras lo hacía pensaba en ella, en Mariana, la chica con la que comenzó una aventura adolescente tiempo atrás pero que en secreto se formaba en él un creciente deseo de tenerla, no como ya lo hacía, sino como algo diferente, algo puro y que fuera más allá de las calenturas de jóvenes y justo cuando se había armado de valor todo se había ido a la basura, ¡todo! Y no había mayor culpable en la mente de Ramón que José Ramírez.

Ramón se vio parado frente a la casa de los Ramírez y como si fuera automático sintió su cuerpo quebrarse desde adentro, sus manos y piernas estaban entumidas y la cabeza le daba vueltas, él se sujetó a la caja negra que había cargado todo el camino como si sirviera de apoyo y fue entonces que, casi llamado por el destino, salió José de su casa, era un joven un poco mayor que Ramón y también más robusto, llevaba una venda gruesa desde el hombro derecho hasta la palma de la mano, sin más su mirada inexpresiva se tornó hacia Ramón. Se encontraba a escasos metros de distancia y fue entonces que Ramón habló: -pude verte- su voz ya no sonaba quebrada y su postura emulaba a la de un perro preparándose para atacar, -lo sé, fuiste la última persona que vi antes de que llegaran todos, ya se a lo que viniste, pe..pero te ruego que lo pienses- José no hacía honor a su apariencia, sus ojos se humedecieron y su labio inferior comenzó a temblar, no dejaba de mover sus dedos frenéticamente y su piel se había tornado roja, casi parecía que estallaría de sufrimiento. A lo lejos, desde los escombros del cinema se pudieron escuchar tres disparos secos, precisos, con odio, aquella tarde fue la primera del mes en que no llovió.
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El inspector y perito Martínez Llosa era el encargado de la zona en cuanto a crímenes se refería, ese preciso día estaba de permiso pero tres detonaciones y un cadáver tirado fuera de su casa lo sacaron de su letargo. Al llegar al lugar de los hechos se encontró a Fresnos, un antiguo forense que ahora se dedicaba a verificar que todas las averiguaciones se llevaran a cabo cuando algún “incidente” ocurría.
-¡Ey! ¿qué pasa Fresnos?- gritó en un tono agradable Martínez. –Lo que ves- dijo en tono mucho menos agradable Fresnos.

-Un joven llamado José Ramírez de aproximadamente 24 años fue baleado por otro un poco menor, talvez 22 o 23 años, tres vecinos vieron todo desde las ventanas de sus casas y lo identificaron como Ramón Sáenz- Dijo Fresnos de una manera tan mecánica que casi parecía que estuviera leyéndolo. –Lo curioso es que ambos estuvieron en el incendio del cinema- Después de que Fresnos dijera esto Martínez cambió su semblanza y palideció, sacó una libreta café del bolsillo izquierdo de su abrigo y rápidamente  se lo pasó a Fresnos diciéndole: -Ordena que éstas personas anotadas sean vigiladas por la policía estatal comenzando por su padre- Fresnos no entendía lo que pasaba y más curioso le parecía que un inspector le diera ordenes a un semi-retirado forense que sólo estaba ahí para supervisar las averiguaciones. –¿Estás bien Martínez? Esto debe de ponerte muy nervioso como para que olvides que tu deberías ordenar dicha vigilancia- dijo Fresnos condescendientemente, Martínez sacó un cigarro de su pantalón y se lo puso en la boca, sus manos temblaban, era claro que estaba impactado –Lo sé, lo sé, pero no tengo cabeza en este momento para hacerlo, hazlo tú, te lo pido- Fresnos estaba cada vez más atónito, -No creo que sea la última vez que escuchamos de Ramón Sáenz- dijo Martínez aún con el cigarro en la boca y pasando su manos derecha por su cabello. -¿A qué te refieres viejo?- preguntó con incertidumbre el viejo forense y con un movimiento desganado se quitó el cigarro de la boca y suspiró mirando con pesades directo a los ojos del forense Fresnos, después se recargó en su camioneta y dijo: Es mejor que te sientes, tenemos que hablar...

UN ANGEL EN LA BRUMA (PARTE 1)

Es curioso, hace mucho tiempo que ella se largó, para mi sorpresa e infortunio (como si necesitara más), sigue viniendo a mi memoria constantemente, de hecho creo que jamás se ha podido marchar de ahí. Además de lo desagradable y mísero que es este sitio, tengo que lidiar con esta infamia maldita de recordarle eternamente.

De alguna forma siempre lo supe, siempre supe que lo suyo y lo mío terminaría así, era demasiado bueno, comparado con los platillos que el menú del destino me había servido con anterioridad, y vaya que habían sido bastantes, los infortunios me habían acompañado siempre. Ella misma me lo dijo en una ocasión, que no se explicaba como había sido posible que estuviéramos juntos, que no entendía porque, la verdad yo tampoco, e incluso intuía que tarde o temprano se iría, lo veía en sus ojos.

Silvia me dijo una tarde en la que caminábamos por la ruta en la que nos gustaba pasear, cerca del parque rojo justamente, que nuestra historia era única, digna de un guión cinematográfico y estaba en lo cierto, lo fue, siempre lo fue, incluso hasta el final, un final apto para un gran drama del séptimo arte. Hoy, ante tanta soledad mi mente y los recuerdos han reabierto la herida todavía fresca y ardiente, dentro de esta maloliente piltrafa de habitación donde la humedad y la putrefacción se mezclan, donde mi cuerpo esta inerte, prácticamente sin vida. He aquí la historia, la película que nunca pude guionar, pero pude vivirla desde sus entrañas, la cinta que se filmó y grabó en el fondo de mi mente.






Los últimos días de septiembre habían arribado a la ciudad con unas lluvias torrenciales, en todos lados se decía que el dos mil siete, había sido un año de aguaceros inimaginables, hacía mucho que no llovía así en la ciudad, eso por supuesto, era motivo suficiente para ver las calles atascadas de coches en medio del trafico y las inundaciones, y a la par los cafés llenos de citadinos urgidos de un poco de líquido negro y porqué no de algo de calor humano. No se en realidad todavía, pero en la búsqueda de alguna de las dos opciones aquellas que tenía para disminuir el frío decidí internarme en un café a unas cuantas cuadras de la avenida de las rosas.

El café Vallviedra era uno de esos sitios que es difícil de encontrar, se había quedado perdido en el tiempo, sus paredes, su aroma, sus mesas, bancos y sillas daban el aspecto de un lugar de los años sesentas, algunas fotografías del héroe enmascarado de plata y otras del campeonísimo equipo del Guadalajara, decoraban las paredes, para cerciorar que evidentemente aquel enigmático espacio no pertenecía al siglo XXI. Había una mesa disponible justo a un costado del pasillo que conducía hacia los baños, sólo que cuando me disponía a ocuparla un mesero me tiro unos ojos de matón que me enfriaron el cuerpo más de lo que ya estaba, pues al verme entrar solo y con el café a reventar de clientes, le pareció una total incongruencia que yo ocupara una mesa con capacidad para cuatro y no necesitó decírmelo, para no causar problemas y entendiendo las circunstancias decidí sentarme en la barra, hasta el fondo para ser exactos. Una chica pequeña y un tanto tímida se acerco. Ordené un caramel bien caliente, y unas tejas de almendra para apaciguar el hambre que me causaba estragos desde una hora antes cuando menos. Mientras degustaba aquella delicia con granos traídos desde una región colombiana, según presumía la carta del establecimiento, un cartel detrás de la barra me llamó la atención. “café Vallviedra te invita a la presentación de la obra teatral Un Ángel En La Bruma. “ rezaba el encabezado de aquel cartoncillo pegado a la pared, la función sería precisamente esa noche a las nueve en punto, consciente de aquél ocio del cual sería victima, como todos los viernes al salir de la escuela, creí que no sería descabellado darme una vuelta por el antiguo convento de San Bernardo para presenciar aquella puesta en escena.


El antiguo convento se encontraba sobre la Avenida de las Américas, muy cerca de la Avenida Chapultepec, justo en ese mismo cuadrante, se ubicaba el sitio donde más horas pasaba de mi insípida vida: la Universidad Americana de las Artes. Cuando me gradué de la prepa sabía perfectamente a donde quería dar mi siguiente paso, sólo me faltaba poder cubrir las colegiaturas y asunto arreglado, vaya pequeña cosa. Dos años y medio de mi vida partiéndome el lomo en las librerías Punto rojo fue la tarifa que tuve que pagar por nutrir mi amor al arte. Cuando logre cumplir la hazaña me inscribí en aquella escuela, con la que había soñado desde años atrás para estudiar la carrera de cinematografía. El cine siempre me había encantado, talvez mi subconsciente en su afán de expresar todo aquello que mis labios y mi lengua no podían hacer encontró en el séptimo arte su más apropiada válvula de escape.

Eran las siete y treinta y cinco cuando pague el costo de aquella merienda y decidí abandonar el café, me dirigí cuesta abajo hacia la glorieta de San Pablo, ahí estaba la terminal de las dos rutas entre las cuales decidiría mi destino: mi casa o el antiguo convento. El camino hacia allá me serviría para decidir. Caminé sobre una Avenida de las Rosas empapada al igual que la mayoría de sus transeúntes mientras observaba el paisaje y me percataba de lo mucho que había cambiado la ciudad. Así, cuando menos lo espere me encontraba ya situado frente a un autobús de la línea 11 que era precisamente el que llevaba hacia el ex convento de San Bernardo, sin que mi consciencia se percatara de lo que mis pies estaban haciendo de repente me vi sentado sobre uno de los asientos de aquel camión, no supe en verdad que fue lo que causó que subiera a aquel colectivo, mas allá de mi ocio sentía que había algo externo que me estaba incitando a pasar esa noche o parte de ella en aquel palacete para ver “Un Ángel En La Bruma”, sin más cuestionamientos me recargue sobre la ventanilla, esperando a que el conductor hiciera arrancar el motor antes de que yo me arrepintiera. No sospechaba siquiera del tremendo embrollo que ya me estaba cocinando el destino.


Una hora más tarde estaba parado a las afueras del ex convento, una fila de unas sesenta personas se alistaba para entrar y otra más de unas quince en las taquillas esperaba para comprar un boleto, obviamente me introduje en la que estaba en las taquillas y ya con boleto en mano, todavía me di tiempo para fumarme un cigarro antes de ingresar. Dos grandulones me revisaron de pies a cabeza y cumplida su labor me otorgaron el pase. La obra sería efectuada en el foro cuatro del convento. El recinto era un lugar majestuoso, con galerías que enseñaban las marcas del siglo XVII y XVIII en sus paredes de cantera y piedra labradas por la mano humana, los techos mostraban pinturas extraordinarias de artistas traídos de Europa por los eclesiásticos españoles de aquella época, hasta la madera vieja olía distinto era un aroma que se antojaba hasta cierto punto romántico. Por segunda vez en la noche sentía que había viajado en el tiempo, sólo que ahora mas atrás todavía. Me senté en la ultima fila y al centro, una voz sin cuerpo anunció el comienzo de la función; el telón se abrió.

Una imagen extraída de un sueño se apareció ante mi mirada atónita, fue como un embrujo que impactó en todo mi ser, un ángel con las alas totalmente desplegadas se mecía por todo el escenario, acto acompañado por una música celestial que hacia mas enigmático el momento. Su rostro, definido por rasgos perfectos, su cabello castaño, lacio, hasta la cintura y sus ojos miel hechizantes hacían creer que las alas, de verdad le pertenecían a su cuerpo, dios había olvidado en alguna travesía terrenal a uno de sus ángeles, pensé.

La obra trataba sobre un ángel que había caído del cielo, perdido en la tierra comenzaba a observar la maldad y egoísmo del cual los humanos eran participes, sin embargo, en su intento por regenerar a la humanidad se enrolaba con un sujeto malvado, que la terminaba enamorando, haciéndola olvidar su pasado celestial y obligándola a condenarse por toda la eternidad. La realidad es que la obra me pareció un tanto mala y aburrida, sin embargo, con aquella visión portentosa hubiera sido capaz de pagar cien entradas más.

Abandoné el foro hasta que no hubo nadie más allí, parecía que mis pies no querían marcharse de aquel sitio, talvez hacía tanto que no experimentaba una sensación tan magnifica, que intentaban convencerme a quedarme a dormir ahí, como para esperar que el ángel volviera a salir a escena y se acercase a mi aunque sea para tocar su bellísimo rostro. Volví a la realidad, me puse de pie y salí con bastante desgana, eran ya las diez con cuarenta cuando asomé la nariz a la Avenida de las Américas, algo raro ocurría en mi aquel día, no tenía la intención ni las ganas de volver a casa temprano, talvez era por lo jodido de la pocilga en la que vivía o simplemente por que el día siguiente era sábado y no habría mucho que hacer. Comencé a caminar sin saber exactamente a donde ir, entonces recordé que a dos cuadras de allí con dirección al boulevard Chapultepec, había un bar en el que me habían dicho podría encontrar cervezas de varias partes del mundo, un poco de ese líquido espumoso y refrescante no me vendría nada mal para cerrar aquella noche tan peculiar. Arribé al sitio, la segunda inspección de la noche efectuada ahora por otro par de grandulones se llevo a cabo y entré, el beer bar, era un salón cuadrado con una enorme barra al centro rodeada por muchas mesas, los pisos y las paredes todas de madera junto con algunas insignias norteamericanas, causaban que uno se sintiera en Texas, Boston o Colorado, era un lugar raro y la gente que estaba ahí más, escanee de nueva cuenta el establecimiento y me di cuenta de que ese no era espacio para mi, me di la vuelta y me dispuse a salir, pero un ángel me lo impidió.


Ella abrió la puerta del bar, una blusa blanca adherida al cuerpo dejaba ver la perfección de su abdomen y mostraba la curva estrepitosa de su cintura, unos jeans rojos contorneaban la forma escandalosa de sus caderas, sus labios del mismo color que el pantalón y su cabello recogido en un chongo improvisado, provocaron que quedara petrificado. Estaba allí el ángel de la obra ahora sin alas, pero no eran necesarias, se veía igual de celestial o más, así de cerquita era aún más hermosa. Se encaminó hacia la barra con pasos de divinidad, luego su mirada de miel se cruzó con la mía, una leve sonrisa afloró de su rostro y yo respondí con otra intentando mostrar mi mejor cara, pero era imposible ante semejante aparición ocultar mi mueca idiotizada, lo único que pude hacer fue recoger mi quijada del suelo.

Fue hasta el final de la barra y ordenó una cerveza, el tipo que atendía, le sirvió de inmediato, vaya velocidad la que causaba aquel rostro, supe que no era el único atontado por aquella espectacular belleza. Me quede parado prácticamente durante un minuto, entre que decidía si debía quedarme, irme, correr, esperar, no sabía que seguía ahora, cualquiera que me conociese hubiera apostado a que me iría, hasta yo mismo incluso, pero esa noche el Julio Méndez que solía vivir dentro de aquel cuerpo jodido, se quedo en otra parte, talvez lo olvide en casa o en el café o hasta en la misma universidad, pero aquel tipo desganado, frívolo y lleno de inseguridad no estaba ni cerca de arribar al beer bar. Para cuando hube reaccionado y decidido a quedarme, noté que había estado bastante tiempo parado como imbécil en medio del salón, entonces una mesera se dirigió a mi y me dijo.


- ¿espera usted a alguien señor?


- no señorita.


- Entonces, ¿desea que le asigne alguna mesa?


- No, me sentare en la barra gracias.


Con un enorme hueco en la boca del estomago, no precisamente de hambre, caminé en dirección a la barra, además de aquella musa que irradiaba luz, estaba una pareja sentada prácticamente del otro extremo, así que, tenía al rededor de cuatro bancos entre los tortolos y el ángel, deje uno libre entre la chica y yo, tratando de evitar ser obvio, aunque mi cara de asustado e inexperiencia en las artes de la conquista me delataban de inmediato.


- Una miller bien fría, por favor.


El cantinero, me la sirvió un tanto de mala gana y no con la mejor disposición, también el se dio cuenta de lo que ya pretendía hacer yo y sabía que no podría lanzar el anzuelo a esa mujer, al menos esa noche yo no lo permitiría. Di un trago a la botella, aquel líquido embriagante, me supo a agua, talvez por los nervios, o porque mis sentidos estaban sólo disponibles para recibir sensaciones provenientes de aquella obra de arte que estaba sentada a dos pasos de mi. Luego de haber bebido casi media cerveza decidí que era momento de dar el siguiente paso. Me acerque un lugar y entonces dirigió su cuerpo hacia el otro lado dándome la espalda, creí estar perdido y no dude tampoco en largarme en ese momento de ahí, como se me había ocurrido aventurarme a acercármele a semejante mujer, pensé. Estaba a punto de levantarme, pero otra vez entre la desesperación, mis neuronas se pusieron a trabajar a una velocidad inconmensurable, supe entonces que no me iría hasta entablar conversación con aquella enviada de dios.


- Permíteme invitarte un trago. Estuviste fabulosa arriba del escenario. Dije.


Sólo entonces giro su cuerpo, tengo perfectamente grabada en la memoria la sonrisa que se le dibujo en el rostro, probablemente fue la vanidad lo que la hizo girar, el saber que alguien había sido testigo de su actuación y ahora se lo reconocía frente a frente, a un artista es lo único que suele importarle, supe entonces que había elegido el camino correcto para entablar aunque fueran unas cuantas palabrillas con aquel ser supremo.


- ¿en verdad estuviste en la obra?


Me preguntó un tanto sorprendida.


- Claro, de verdad te digo, me ha parecido una actuación fenomenal la tuya.


- No exageres, haces que me sonroje un poco.


- pues yo tan solo digo lo que vi, bueno, además tu belleza realza todavía mas la obra.


Dijo algo entre dientes que no supe descifrar, luego le salió una leve carcajada, y me miró directo a los ojos, su sonrisa era increíble, creí estar en un sueño, creí haber muerto y resucitado en ese momento, pasmado y sin saber que decir la miré directo también.


- ¿por qué haces esto eh?


- ¿por qué hago que?. Dije balbuceando.


- ¿por qué vienes y me dices todas estas cosas? no se necesita ser un crítico del arte para darse cuenta que la obra no tiene mucha calidad, por lo tanto tampoco mi actuación lo es.


Entonces la expresión en su cara cambió, la sonrisa ya no estaba, me quede como un total idiota, sin saber que decirle, el ángel aquel sabía perfectamente que yo no la buscaba precisamente para felicitarle por su actuación. Dio el ultimo trago a la cerveza, luego negó con la cabeza y volvió a reír un poco, como burlándose de mi, se levantó y se puso de frente ya no había un banco que nos separara, tan solo unos cuantos centímetros de distancia entre mi mirada y la suya, sentí que el corazón me estallaría, el pulso incontrolable. Una sonrisa irónica emanó de su fino rostro.


-Eres valiente, pocos se atreven siquiera a acercárseme, más si he tenido una actuación tan brillante como la de hoy. Dijo ironizando. – creen que mi belleza es sublime y temen mirarme a la cara, tu lo hiciste desde que entré al bar. Tienes agallas Julio.


Quede perplejo, cómo carajo sabía mi nombre, creí estar enrolándome con un ser verdaderamente divino y bastante poderoso, sentí un miedo muy particular. Estaba a punto de preguntarle porque sabía mi nombre cuando un milagro ocurrió. Su dedos largos y finos tocaron mis mejillas, sonrió y después sus labios rozaron los míos no mas de tres segundos, en ese instante el tiempo se detuvo, y me hubiera gustado que para siempre, si dios existía yo le debía la vida y más. Se separo de mi y se dio la media vuelta, el sonido de los tacones retumbaba en lo profundo de mi consciencia como un eco lejano, entonces para cuando reaccione ella ya había abandonado el bar, salí a toda prisa, para saber aunque fuera su nombre. El ángel abordaba un taxi, su sonrisa perfecta y una mirada enigmática me decían adiós detrás del cristal. Dirigí la vista al cielo como pidiendo una explicación, una gota de lluvia impactó en mi frente y supe entonces que ya estaba perdido para siempre.

domingo, 25 de septiembre de 2011

"Luces, Cámara... Andrea." (Parte1)

Era una tarde tranquila, como todas las de otoño. Estaba sentado, esperando ah que el teléfono sonara, no entendía porque prendí un cigarro, yo jamás he fumado y nunca pensé que lo haría. Suspiré... seguía sin entender el encuadre en el que estaba pero igual continuaba. Enseguida entró ella; vestido corto y pegado al cuerpo, un lindo escote, pelo castaño y una sonrisa asesina. Me miró y dijo __jamás pensé que te encontraría así, y más en nuestra sala__ Entré en shock, la vi, sonreí, me puse de pie y enseguida... ¡CORTE! ella suspiró enfadada, yo solo volví a fumar, expulsé el humo y pisé lo que quedaba lo del cigarrillo. __ ¡NO MAMES RICARDO!, NETA, NO MAMES, VAN 4 VECES QUE HACEMOS LA MISMA ESCENA Y NO RECUERDAS LAS LÍNEAS! ¡¿QUÉ PEDO GÜEY?! Solo agaché la mirada, no quería contestarle, estaba harto, como todos los del estudio. Me quité la boina, me pasé la mano por el cabello y pedí disculpas, y prometí que no volvería a pasar. Todos me miraron con sarcasmo, y murmuraban cosas acerca de lo que estaba haciendo, todo iba muy mal.

Eran las doce de la madrugada, y después de nueve horas de estar grabando, todos querían descansar. Leonardo, el director, dijo lo apropiado y salimos del estudio. Aún no podía creer lo que pasó en escena, esa mujer me tenía aún perplejo por como la habían arreglado. Cuando éramos niños jamás imaginé verla así, y las cosas que habían escrito para hacer entre los dos dentro de un encuadre, totalmente llevado hacia la fantasía lunar. Encendí otro cigarro mientras me dirigía a mi coche. Fumé, busqué mis llaves del auto, pero oh sorpresa, recordé que las puse en el buró de la sala dentro del estudio para estar aún más cómodo. No entendía él porque, miré al cielo y desesperado suspiré con enojó, reflejando el mal día que había tenido. Salí caminando del lugar.

Camino a la salida, una luz me cegó. Era ella, la chica con la que haría esa escena que tanto me mantenía en shock, bajó el vidrio, dijo que subiera, pero no lo hizo con palabras, lo hizo con una sonrisa tan sencilla y tan pura, que no pude negarme. Era un buen auto, no tan cómodo como el mío, pero igual se movía. Tenía buena música, eso ameritó que le invitase un trago en el primer bar que viéramos. Y así fue. Al ritmo del funk, agitados por las copas de más, entrando en un ambiente de coqueteo constate con cariños, sonrisas, miradas y besos sabor a sal, era momento de abandonar el lugar e ir por algo más intenso. Ella quería conducir, pero creo que no estaba en condiciones para hacerlo. Opté por tomar el volante y poner algo de mi música. En cuanto hice eso, ella calló rendida a mi hombro, me tomó del brazo y después del beso que me dio en la mejilla, mi estómago murmuró una escandalosa revuelta emocional, como si hubiera sido de un amor adolescente. No supe cómo reaccionar, solo seguí conduciendo, pero sabía que ella estaba mirándome, y acariciando mi brazo y mi pierna. Solo seguí conduciendo.

Al cabo de veinte minutos de estar en línea recta, estábamos en la entrada de su coto, ella estaba dormida. Le pedí al guardia que me dejara pasar para llevarla hasta su casa. El guardia se negó, me advirtió que solo antes de las once de la noche podían pasar al privado. Decidí llevarla a mi departamento. Fueron otros treinta minutos de regreso por Guadalupe, hasta llegar a la glorieta, dar vuelta en la segunda calle, donde esta una tienda en la esquina. Al llegar, mi hermana no estaba, fue más fácil que entráramos, ya no estaba tan dormida, había descansado lo suficiente para beber un poco más, pero sin llegar a la estupidez. Estuvimos platicando por buen tiempo de lo que había pasado en todos estos años, no paramos de reír. Eran casi las cuatro de la mañana y había que descansar para seguir grabando. Decidimos ir a la cama.

No pude resistirlo, tenía una grandiosa lencería como para no verla tirada en la duela de mi habitación, y sería descortés no mencionar su hermosa figura que provocaba suspiros de satisfacción en mis manos sedientas de calor. Pero su inocencia no me permitió sobrepasar mis caricias. Bastó para mí un beso genuino y un abrazo que perduraría toda la noche para inundarme en insomnio. Estaba rendida, cansada de tanta diversión que no tenía desde su última relación. Los tragos hicieron efecto en sus piernas, dejándola indefensa contra cualquier macho que quisiera saciar su sed dentro de ella. Lamentable para mí y afortunadamente para ella, me había educado para ser un hombre, un caballero. Solo pude acariciar su cuello, sus brazos y su cara llena de pureza. Cosa que comunicaba la ternura de una niña, alma de mujer y cuerpo de una diosa egipcia.

Cuando cerré los ojos, el despertador sonó. Era hora de empezar la rutina, pero creo que a ella no le afectó el ruido tan molesto, decidí apagarlo y volver a dormir. Al poco tiempo sentía movimientos bruscos en la cama, desperté y era ella tratando de levantarme. Sonriendo, y brillando con el claro solar, había despertado de la mejor manera aquel día, verla encima de mí tratando de hacerme reír para levantarme fue algo que me hizo caer en el sucio charco del enamoramiento por el que pasan todos los hombres al ver a su mujer ideal, tratando de que le haga de desayunar unos ricos huevos divorciados con jamón y pan tostado, acompañándolos con un fresco jugo de naranja. Fue suficiente para conquistarme. Una sonrisa, una mirada sincera y un beso genuino. __Llegaremos tarde, y no creo que Leonardo nos dé chance de estar de incumplidos, y faltando a las grabaciones__ Dijo Andrea muy agitada, pero aún así, no se borraba la sonrisa en su cara, era algo tan mágico que contagiaba a cualquier incrédulo, sin oportunidad de negarme y dudarlo, tuve que acceder a levantarme, e irnos hacia el estudio. Cuando salíamos del departamento, Andrea, estaba muerta de la risa, y yo intrigado la miré cuestionando __Es increíble que siendo uno de los mejores en esto, te pasen cosas tan estúpidas__ dijo risueña __No te preocupes, esto le pasa a los mejores, además te tengo a ti para que me lleves y me traigas__ contesté con un tono sarcástico y bromista, solamente rió, y me dio un pequeño golpe en el hombro, la abracé y la tomé de la mano. Comenzaban las revoluciones dentro de mi estómago y el corazón casi salía a gritar su nombre, solo me podría controlar con otro cigarrillo... O alguno de sus besos, y así fue. Después de tantas chicas que habían entrado a mi habitación, y hacer cosas tan locas, tan parecidas a las películas que encuentras en internet, no recordaba cuando había sido mi último beso empapado de romance, tal cual fue el que me propició mariposas libres por todo mi estómago, y provocó una sonrisa tan grande como lo hice una vez en Enero.

Mientras conducía hacia el estudio de grabación, todo era risas y encantos por parte de los dos, todo parecía que marchaba de la mejor manera, pero no me esperaba lo que iba a suceder. Fotógrafos del espectáculo estaban tapando la entrada del estudio queriendo encontrarme, no se conque fin, ni con qué motivo. Estaba harto de esto, di la vuelta, y pasé caminando por donde estaba el aglomerado de la mano de Andrea. Andaba de suerte, pues no intentaron fotografiarme, ni averiguar si era yo o no. Llegamos con Leonardo dispuestos a continuar nuestro trabajo.

Regresamos al encuadre de ayer, seguía perplejo, no entendía porque tenía que tener sexo indiscreto con ella frente a una cámara, y que esa escena se propagaría por el resto del mundo en unos cuantos meses más. En realidad no estaba de acuerdo con esa escena, a pesar de que sentía una total atracción sexual y emocional hacia Andrea, no me parecía justo que el mundo viera a esta chica humillándose bajo la seducción de mi cuerpo y mis líneas. Después de varias discusiones con Leo, accedí a hacer la escena si tenía un poco de censura, pero lo que yo no tomé en cuenta, fue que Andrea estuvo escuchando cada palabra que salía de mi boca. Y al hacer la escena, sus ojos no dejaron de mirarme con ese brillo tan peculiar que existe en las niñas al ver a su padre llegar del trabajo. Ese día grabamos más de cinco escenas, fue un día muy productivo, incluso uno de los más destacados en toda mi carrera, pues lo hacíamos máximo en dos tomas, todo iba volando y los del estudio, parecía que ya no me odiaban tanto después de lo que pasó ayer.

Tras horas de arduo trabajo, y perfecta concentración de todos los del estudio, al cabo de las ocho de la noche habíamos terminado ya con las escenas correspondientes al día de ayer, y al de hoy. Podía dormir tranquilo, sabiendo que había hecho un buen trabajo, demostrando quien era, y porque me habían contratado para hacer esta película. Andrea por otra parte, estaba agotada, no tenía otra cosa en mente más que llegar a su casa, echarse hasta el día siguiente, y no saber de grabaciones y plaquetas hasta la mañana siguiente. Era viernes por la noche y ameritaba celebrar tan buena actuación de todos los chicos de la productora. Pero era cierto, estábamos agotados y decidimos dejarlo para otra ocasión. Antes de despedirme de los chicos pregunté por qué había tanto fotógrafo afuera del estudio, Fernando fue el primero en hablar. __ Había rumores de que tu y Andrea habían sido secuestrados, por no aparecer el carro de ella en su coto esta mañana, y el tuyo estar abandonado aquí, por cierto, ¿a dónde fueron ayer?, todos se dieron cuenta que llegaron muy juntos esta mañana__ Vamos Fernando, no pasó nada, solo me llevó a casa. Olvidé mis llaves dentro del estudio__ contesté con un tono tranquilo y relajado. Con una sonrisa indiscreta, Fernando me hizo un gesto que preguntaba intimidades, yo solo le respondí con un pequeño golpe en el hombro negando toda acción. Al final nadie se puso de acuerdo con nadie, y era hora de regresar a casa. No supe más de Andrea ese día, pero vaya que esa sonrisa provocaría insomnio de nuevo.

Al llegar a casa estaba un poco intrigado, no sabía que estaba pensando Andrea en ese momento, no sabía si ya estaba en su casa, estaba totalmente embrutecido por su mirada, por su sonrisa, por sus labios tan llenos de bondad, de amor y ternura, cual bebé recién nacido. Sin más que pensar despedí el día con el reproductor en forma aleatoria, y al ritmo del swing quedé empapado en sueños.

Era sábado por la mañana, y me desperté esperando que ella estuviera por un lado, pero solo estaba el cariño Jagger, un Gran Danés que tenía 4 meses y ya medía más que cualquier otra raza en su forma adulta. Aún con todo ese cariño, no podía dejar de pensar en Andrea, dejó bastante veneno en mi, que sería bastante difícil sacar, o mejor aún, conservarlo dentro por un buen tiempo. No pasaron ni cinco minutos después de haberme parado, cuando sonó el teléfono, no quería contestar, sabía que era Leo queriendo grabar alguna escena que salió mal por culpa de ese camarógrafo mormón. Dejé que colgara, pero no lo hacía, parecía persistente, enseguida fui hacia el sonido tan molesto. __ ¿Hola?, ¡¿Hola?! niños bromistas__ regresé a mi habitación, pero antes de que pudiese girar la perilla, volvió a sonar el teléfono, dudé un momento y de un salto contesté__ ¿Hola?__ Hey pequeño dormilón, ¿por qué no contestabas?¿acaso ya hay alguien más que te acompaña a desayunar?__ dijo la voz de una chica muy alegre al otro lado de la línea __¿quién habla perdón?__ dije intrigado, en realidad no sabía quién era, se escuchaba algo rara __Pues quien más que tu Andrea, no seas bobo Ricardo, no me engañas, ¿quién está contigo?__ Era Andrea, jamás imaginé que me llamaría, no recuerdo haberle dado mis teléfonos. En fin, era muy bueno para ser verdad, quería verla, pero no quería lucir desesperado __Ven y averígualo, tal vez necesite ayuda para sacarla de mi departamento__ Andrea soltó una carcajada tremenda, en realidad me aturdió, pensé que tenía el teléfono en altavoz, pero no era así. Andrea no tardó mucho en decirme cual era su plan, pasaría por mí en treinta minutos y yo aún no me bañaba. No tenía planes para hoy, en realidad pensaba ir con Jagger a correr y ver pasar chicas, pero creo que ver a Andrea sería grandioso, pues casi acabaríamos la película y ella viajaría a Europa para seguir con sus estudios de actuación.

Al llegar a mi casa, Andrea pasó a la sala mientras yo me cambiaba, solo vestí casual, pero ella venía un poco más arreglada para la ocasión, no sabía a dónde me llevaría a desayunar. Al salir de mi habitación, ella se puso de pie, y corrió hacia acá, fue un beso muy jugoso, tanto que provocó una prolongación no diagnosticada, pues la elegancia de Andrea no fue tanta como para detener mis instintos de llevarla a mí cuarto. Giré la perilla como pude sin soltarla, ni dejé de besarla. Poco a poco mis manos recorrían sus piernas, hasta poder levantar su elegante vestido, que con ese color quemaba cada uno de mis dedos, pero aún así seguía. Dimos media vuelta y pude ver que Jagger no nos quitaba la mirada, fue algo curioso, ya había pasado una vez con Monique, pero igual no me importó, seguí hasta dejarlo fuera del cuarto, y lo último que pudo ver, fue la puerta de mi habitación cerrándose lentamente, casi eterno el giro, fue casi perfecto, y el romance podía derramarse por el vaso que había en el buró de un costado de la cama. Todo iba tan rápido, hablando primero por mi corazón que no paraba de gritar su nombre, pero me detuve, sabía que ella lo deseaba, pero yo estaba dispuesto a pasar por algo serio, y dejar de lado la aventura, pues la mirada que percibía en Andrea, no era cualquier mirada, no era cualquier chica, sabía que a mis veintitrés años ya conocía bastante de cualquier tipo de mujer, y que esa sonrisa, solo venía de una chica que se atrevió a enamorar a un hombre cuyo futuro se basaba no en planos arquitectónicos o en fórmulas químicas, si no que se dejaba llevar por la fortuna que le diera su cara y carisma dentro de encuadre. Andrea había tocado mi corazón, como muy pocas lo han hecho, pero no podía arriesgarme así de sencillo, pues ya muchas malas experiencias habían tenido en el campo de las relaciones, se que ella quería todo conmigo, pero no sabía si solo sería una aventura en su vida y su carrera, o en verdad quería algo serio. Esa mañana decidí que desayunaría Andrea por un buen rato y después me dedicaría a pensar que haría con esta lluvia de ideas que estaba teniendo acerca de nosotros. Jamás perdió su elegancia, su ternura ni esa manera de verme tan hermosa que provocaba que mi corazón gritara su nombre y que mi estómago sintiera una montaña rusa al exterior, solo miraba al techo, acariciando su hombro y oliendo su peculiar cabello castaño, que sirvió como somnífero para caer en un sueño que perduraría por unas cuantas horas, esa mañana de Otoño.

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