lunes, 26 de septiembre de 2011
El Cinema (Parte 1)
UN ANGEL EN LA BRUMA (PARTE 1)
Es curioso, hace mucho tiempo que ella se largó, para mi sorpresa e infortunio (como si necesitara más), sigue viniendo a mi memoria constantemente, de hecho creo que jamás se ha podido marchar de ahí. Además de lo desagradable y mísero que es este sitio, tengo que lidiar con esta infamia maldita de recordarle eternamente.
De alguna forma siempre lo supe, siempre supe que lo suyo y lo mío terminaría así, era demasiado bueno, comparado con los platillos que el menú del destino me había servido con anterioridad, y vaya que habían sido bastantes, los infortunios me habían acompañado siempre. Ella misma me lo dijo en una ocasión, que no se explicaba como había sido posible que estuviéramos juntos, que no entendía porque, la verdad yo tampoco, e incluso intuía que tarde o temprano se iría, lo veía en sus ojos.
Silvia me dijo una tarde en la que caminábamos por la ruta en la que nos gustaba pasear, cerca del parque rojo justamente, que nuestra historia era única, digna de un guión cinematográfico y estaba en lo cierto, lo fue, siempre lo fue, incluso hasta el final, un final apto para un gran drama del séptimo arte. Hoy, ante tanta soledad mi mente y los recuerdos han reabierto la herida todavía fresca y ardiente, dentro de esta maloliente piltrafa de habitación donde la humedad y la putrefacción se mezclan, donde mi cuerpo esta inerte, prácticamente sin vida. He aquí la historia, la película que nunca pude guionar, pero pude vivirla desde sus entrañas, la cinta que se filmó y grabó en el fondo de mi mente.
Los últimos días de septiembre habían arribado a la ciudad con unas lluvias torrenciales, en todos lados se decía que el dos mil siete, había sido un año de aguaceros inimaginables, hacía mucho que no llovía así en la ciudad, eso por supuesto, era motivo suficiente para ver las calles atascadas de coches en medio del trafico y las inundaciones, y a la par los cafés llenos de citadinos urgidos de un poco de líquido negro y porqué no de algo de calor humano. No se en realidad todavía, pero en la búsqueda de alguna de las dos opciones aquellas que tenía para disminuir el frío decidí internarme en un café a unas cuantas cuadras de la avenida de las rosas.
El café Vallviedra era uno de esos sitios que es difícil de encontrar, se había quedado perdido en el tiempo, sus paredes, su aroma, sus mesas, bancos y sillas daban el aspecto de un lugar de los años sesentas, algunas fotografías del héroe enmascarado de plata y otras del campeonísimo equipo del Guadalajara, decoraban las paredes, para cerciorar que evidentemente aquel enigmático espacio no pertenecía al siglo XXI. Había una mesa disponible justo a un costado del pasillo que conducía hacia los baños, sólo que cuando me disponía a ocuparla un mesero me tiro unos ojos de matón que me enfriaron el cuerpo más de lo que ya estaba, pues al verme entrar solo y con el café a reventar de clientes, le pareció una total incongruencia que yo ocupara una mesa con capacidad para cuatro y no necesitó decírmelo, para no causar problemas y entendiendo las circunstancias decidí sentarme en la barra, hasta el fondo para ser exactos. Una chica pequeña y un tanto tímida se acerco. Ordené un caramel bien caliente, y unas tejas de almendra para apaciguar el hambre que me causaba estragos desde una hora antes cuando menos. Mientras degustaba aquella delicia con granos traídos desde una región colombiana, según presumía la carta del establecimiento, un cartel detrás de la barra me llamó la atención. “café Vallviedra te invita a la presentación de la obra teatral Un Ángel En La Bruma. “ rezaba el encabezado de aquel cartoncillo pegado a la pared, la función sería precisamente esa noche a las nueve en punto, consciente de aquél ocio del cual sería victima, como todos los viernes al salir de la escuela, creí que no sería descabellado darme una vuelta por el antiguo convento de San Bernardo para presenciar aquella puesta en escena.
El antiguo convento se encontraba sobre la Avenida de las Américas, muy cerca de la Avenida Chapultepec, justo en ese mismo cuadrante, se ubicaba el sitio donde más horas pasaba de mi insípida vida: la Universidad Americana de las Artes. Cuando me gradué de la prepa sabía perfectamente a donde quería dar mi siguiente paso, sólo me faltaba poder cubrir las colegiaturas y asunto arreglado, vaya pequeña cosa. Dos años y medio de mi vida partiéndome el lomo en las librerías Punto rojo fue la tarifa que tuve que pagar por nutrir mi amor al arte. Cuando logre cumplir la hazaña me inscribí en aquella escuela, con la que había soñado desde años atrás para estudiar la carrera de cinematografía. El cine siempre me había encantado, talvez mi subconsciente en su afán de expresar todo aquello que mis labios y mi lengua no podían hacer encontró en el séptimo arte su más apropiada válvula de escape.
Eran las siete y treinta y cinco cuando pague el costo de aquella merienda y decidí abandonar el café, me dirigí cuesta abajo hacia la glorieta de San Pablo, ahí estaba la terminal de las dos rutas entre las cuales decidiría mi destino: mi casa o el antiguo convento. El camino hacia allá me serviría para decidir. Caminé sobre una Avenida de las Rosas empapada al igual que la mayoría de sus transeúntes mientras observaba el paisaje y me percataba de lo mucho que había cambiado la ciudad. Así, cuando menos lo espere me encontraba ya situado frente a un autobús de la línea 11 que era precisamente el que llevaba hacia el ex convento de San Bernardo, sin que mi consciencia se percatara de lo que mis pies estaban haciendo de repente me vi sentado sobre uno de los asientos de aquel camión, no supe en verdad que fue lo que causó que subiera a aquel colectivo, mas allá de mi ocio sentía que había algo externo que me estaba incitando a pasar esa noche o parte de ella en aquel palacete para ver “Un Ángel En La Bruma”, sin más cuestionamientos me recargue sobre la ventanilla, esperando a que el conductor hiciera arrancar el motor antes de que yo me arrepintiera. No sospechaba siquiera del tremendo embrollo que ya me estaba cocinando el destino.
Una hora más tarde estaba parado a las afueras del ex convento, una fila de unas sesenta personas se alistaba para entrar y otra más de unas quince en las taquillas esperaba para comprar un boleto, obviamente me introduje en la que estaba en las taquillas y ya con boleto en mano, todavía me di tiempo para fumarme un cigarro antes de ingresar. Dos grandulones me revisaron de pies a cabeza y cumplida su labor me otorgaron el pase. La obra sería efectuada en el foro cuatro del convento. El recinto era un lugar majestuoso, con galerías que enseñaban las marcas del siglo XVII y XVIII en sus paredes de cantera y piedra labradas por la mano humana, los techos mostraban pinturas extraordinarias de artistas traídos de Europa por los eclesiásticos españoles de aquella época, hasta la madera vieja olía distinto era un aroma que se antojaba hasta cierto punto romántico. Por segunda vez en la noche sentía que había viajado en el tiempo, sólo que ahora mas atrás todavía. Me senté en la ultima fila y al centro, una voz sin cuerpo anunció el comienzo de la función; el telón se abrió.
Una imagen extraída de un sueño se apareció ante mi mirada atónita, fue como un embrujo que impactó en todo mi ser, un ángel con las alas totalmente desplegadas se mecía por todo el escenario, acto acompañado por una música celestial que hacia mas enigmático el momento. Su rostro, definido por rasgos perfectos, su cabello castaño, lacio, hasta la cintura y sus ojos miel hechizantes hacían creer que las alas, de verdad le pertenecían a su cuerpo, dios había olvidado en alguna travesía terrenal a uno de sus ángeles, pensé.
La obra trataba sobre un ángel que había caído del cielo, perdido en la tierra comenzaba a observar la maldad y egoísmo del cual los humanos eran participes, sin embargo, en su intento por regenerar a la humanidad se enrolaba con un sujeto malvado, que la terminaba enamorando, haciéndola olvidar su pasado celestial y obligándola a condenarse por toda la eternidad. La realidad es que la obra me pareció un tanto mala y aburrida, sin embargo, con aquella visión portentosa hubiera sido capaz de pagar cien entradas más.
Abandoné el foro hasta que no hubo nadie más allí, parecía que mis pies no querían marcharse de aquel sitio, talvez hacía tanto que no experimentaba una sensación tan magnifica, que intentaban convencerme a quedarme a dormir ahí, como para esperar que el ángel volviera a salir a escena y se acercase a mi aunque sea para tocar su bellísimo rostro. Volví a la realidad, me puse de pie y salí con bastante desgana, eran ya las diez con cuarenta cuando asomé la nariz a la Avenida de las Américas, algo raro ocurría en mi aquel día, no tenía la intención ni las ganas de volver a casa temprano, talvez era por lo jodido de la pocilga en la que vivía o simplemente por que el día siguiente era sábado y no habría mucho que hacer. Comencé a caminar sin saber exactamente a donde ir, entonces recordé que a dos cuadras de allí con dirección al boulevard Chapultepec, había un bar en el que me habían dicho podría encontrar cervezas de varias partes del mundo, un poco de ese líquido espumoso y refrescante no me vendría nada mal para cerrar aquella noche tan peculiar. Arribé al sitio, la segunda inspección de la noche efectuada ahora por otro par de grandulones se llevo a cabo y entré, el beer bar, era un salón cuadrado con una enorme barra al centro rodeada por muchas mesas, los pisos y las paredes todas de madera junto con algunas insignias norteamericanas, causaban que uno se sintiera en Texas, Boston o Colorado, era un lugar raro y la gente que estaba ahí más, escanee de nueva cuenta el establecimiento y me di cuenta de que ese no era espacio para mi, me di la vuelta y me dispuse a salir, pero un ángel me lo impidió.
Ella abrió la puerta del bar, una blusa blanca adherida al cuerpo dejaba ver la perfección de su abdomen y mostraba la curva estrepitosa de su cintura, unos jeans rojos contorneaban la forma escandalosa de sus caderas, sus labios del mismo color que el pantalón y su cabello recogido en un chongo improvisado, provocaron que quedara petrificado. Estaba allí el ángel de la obra ahora sin alas, pero no eran necesarias, se veía igual de celestial o más, así de cerquita era aún más hermosa. Se encaminó hacia la barra con pasos de divinidad, luego su mirada de miel se cruzó con la mía, una leve sonrisa afloró de su rostro y yo respondí con otra intentando mostrar mi mejor cara, pero era imposible ante semejante aparición ocultar mi mueca idiotizada, lo único que pude hacer fue recoger mi quijada del suelo.
Fue hasta el final de la barra y ordenó una cerveza, el tipo que atendía, le sirvió de inmediato, vaya velocidad la que causaba aquel rostro, supe que no era el único atontado por aquella espectacular belleza. Me quede parado prácticamente durante un minuto, entre que decidía si debía quedarme, irme, correr, esperar, no sabía que seguía ahora, cualquiera que me conociese hubiera apostado a que me iría, hasta yo mismo incluso, pero esa noche el Julio Méndez que solía vivir dentro de aquel cuerpo jodido, se quedo en otra parte, talvez lo olvide en casa o en el café o hasta en la misma universidad, pero aquel tipo desganado, frívolo y lleno de inseguridad no estaba ni cerca de arribar al beer bar. Para cuando hube reaccionado y decidido a quedarme, noté que había estado bastante tiempo parado como imbécil en medio del salón, entonces una mesera se dirigió a mi y me dijo.
- ¿espera usted a alguien señor?
- no señorita.
- Entonces, ¿desea que le asigne alguna mesa?
- No, me sentare en la barra gracias.
Con un enorme hueco en la boca del estomago, no precisamente de hambre, caminé en dirección a la barra, además de aquella musa que irradiaba luz, estaba una pareja sentada prácticamente del otro extremo, así que, tenía al rededor de cuatro bancos entre los tortolos y el ángel, deje uno libre entre la chica y yo, tratando de evitar ser obvio, aunque mi cara de asustado e inexperiencia en las artes de la conquista me delataban de inmediato.
- Una miller bien fría, por favor.
El cantinero, me la sirvió un tanto de mala gana y no con la mejor disposición, también el se dio cuenta de lo que ya pretendía hacer yo y sabía que no podría lanzar el anzuelo a esa mujer, al menos esa noche yo no lo permitiría. Di un trago a la botella, aquel líquido embriagante, me supo a agua, talvez por los nervios, o porque mis sentidos estaban sólo disponibles para recibir sensaciones provenientes de aquella obra de arte que estaba sentada a dos pasos de mi. Luego de haber bebido casi media cerveza decidí que era momento de dar el siguiente paso. Me acerque un lugar y entonces dirigió su cuerpo hacia el otro lado dándome la espalda, creí estar perdido y no dude tampoco en largarme en ese momento de ahí, como se me había ocurrido aventurarme a acercármele a semejante mujer, pensé. Estaba a punto de levantarme, pero otra vez entre la desesperación, mis neuronas se pusieron a trabajar a una velocidad inconmensurable, supe entonces que no me iría hasta entablar conversación con aquella enviada de dios.
- Permíteme invitarte un trago. Estuviste fabulosa arriba del escenario. Dije.
Sólo entonces giro su cuerpo, tengo perfectamente grabada en la memoria la sonrisa que se le dibujo en el rostro, probablemente fue la vanidad lo que la hizo girar, el saber que alguien había sido testigo de su actuación y ahora se lo reconocía frente a frente, a un artista es lo único que suele importarle, supe entonces que había elegido el camino correcto para entablar aunque fueran unas cuantas palabrillas con aquel ser supremo.
- ¿en verdad estuviste en la obra?
Me preguntó un tanto sorprendida.
- Claro, de verdad te digo, me ha parecido una actuación fenomenal la tuya.
- No exageres, haces que me sonroje un poco.
- pues yo tan solo digo lo que vi, bueno, además tu belleza realza todavía mas la obra.
Dijo algo entre dientes que no supe descifrar, luego le salió una leve carcajada, y me miró directo a los ojos, su sonrisa era increíble, creí estar en un sueño, creí haber muerto y resucitado en ese momento, pasmado y sin saber que decir la miré directo también.
- ¿por qué haces esto eh?
- ¿por qué hago que?. Dije balbuceando.
- ¿por qué vienes y me dices todas estas cosas? no se necesita ser un crítico del arte para darse cuenta que la obra no tiene mucha calidad, por lo tanto tampoco mi actuación lo es.
Entonces la expresión en su cara cambió, la sonrisa ya no estaba, me quede como un total idiota, sin saber que decirle, el ángel aquel sabía perfectamente que yo no la buscaba precisamente para felicitarle por su actuación. Dio el ultimo trago a la cerveza, luego negó con la cabeza y volvió a reír un poco, como burlándose de mi, se levantó y se puso de frente ya no había un banco que nos separara, tan solo unos cuantos centímetros de distancia entre mi mirada y la suya, sentí que el corazón me estallaría, el pulso incontrolable. Una sonrisa irónica emanó de su fino rostro.
-Eres valiente, pocos se atreven siquiera a acercárseme, más si he tenido una actuación tan brillante como la de hoy. Dijo ironizando. – creen que mi belleza es sublime y temen mirarme a la cara, tu lo hiciste desde que entré al bar. Tienes agallas Julio.
Quede perplejo, cómo carajo sabía mi nombre, creí estar enrolándome con un ser verdaderamente divino y bastante poderoso, sentí un miedo muy particular. Estaba a punto de preguntarle porque sabía mi nombre cuando un milagro ocurrió. Su dedos largos y finos tocaron mis mejillas, sonrió y después sus labios rozaron los míos no mas de tres segundos, en ese instante el tiempo se detuvo, y me hubiera gustado que para siempre, si dios existía yo le debía la vida y más. Se separo de mi y se dio la media vuelta, el sonido de los tacones retumbaba en lo profundo de mi consciencia como un eco lejano, entonces para cuando reaccione ella ya había abandonado el bar, salí a toda prisa, para saber aunque fuera su nombre. El ángel abordaba un taxi, su sonrisa perfecta y una mirada enigmática me decían adiós detrás del cristal. Dirigí la vista al cielo como pidiendo una explicación, una gota de lluvia impactó en mi frente y supe entonces que ya estaba perdido para siempre.
domingo, 25 de septiembre de 2011
"Luces, Cámara... Andrea." (Parte1)
Era una tarde tranquila, como todas las de otoño. Estaba sentado, esperando ah que el teléfono sonara, no entendía porque prendí un cigarro, yo jamás he fumado y nunca pensé que lo haría. Suspiré... seguía sin entender el encuadre en el que estaba pero igual continuaba. Enseguida entró ella; vestido corto y pegado al cuerpo, un lindo escote, pelo castaño y una sonrisa asesina. Me miró y dijo __jamás pensé que te encontraría así, y más en nuestra sala__ Entré en shock, la vi, sonreí, me puse de pie y enseguida... ¡CORTE! ella suspiró enfadada, yo solo volví a fumar, expulsé el humo y pisé lo que quedaba lo del cigarrillo. __ ¡NO MAMES RICARDO!, NETA, NO MAMES, VAN 4 VECES QUE HACEMOS LA MISMA ESCENA Y NO RECUERDAS LAS LÍNEAS! ¡¿QUÉ PEDO GÜEY?! Solo agaché la mirada, no quería contestarle, estaba harto, como todos los del estudio. Me quité la boina, me pasé la mano por el cabello y pedí disculpas, y prometí que no volvería a pasar. Todos me miraron con sarcasmo, y murmuraban cosas acerca de lo que estaba haciendo, todo iba muy mal.
Eran las doce de la madrugada, y después de nueve horas de estar grabando, todos querían descansar. Leonardo, el director, dijo lo apropiado y salimos del estudio. Aún no podía creer lo que pasó en escena, esa mujer me tenía aún perplejo por como la habían arreglado. Cuando éramos niños jamás imaginé verla así, y las cosas que habían escrito para hacer entre los dos dentro de un encuadre, totalmente llevado hacia la fantasía lunar. Encendí otro cigarro mientras me dirigía a mi coche. Fumé, busqué mis llaves del auto, pero oh sorpresa, recordé que las puse en el buró de la sala dentro del estudio para estar aún más cómodo. No entendía él porque, miré al cielo y desesperado suspiré con enojó, reflejando el mal día que había tenido. Salí caminando del lugar.
Camino a la salida, una luz me cegó. Era ella, la chica con la que haría esa escena que tanto me mantenía en shock, bajó el vidrio, dijo que subiera, pero no lo hizo con palabras, lo hizo con una sonrisa tan sencilla y tan pura, que no pude negarme. Era un buen auto, no tan cómodo como el mío, pero igual se movía. Tenía buena música, eso ameritó que le invitase un trago en el primer bar que viéramos. Y así fue. Al ritmo del funk, agitados por las copas de más, entrando en un ambiente de coqueteo constate con cariños, sonrisas, miradas y besos sabor a sal, era momento de abandonar el lugar e ir por algo más intenso. Ella quería conducir, pero creo que no estaba en condiciones para hacerlo. Opté por tomar el volante y poner algo de mi música. En cuanto hice eso, ella calló rendida a mi hombro, me tomó del brazo y después del beso que me dio en la mejilla, mi estómago murmuró una escandalosa revuelta emocional, como si hubiera sido de un amor adolescente. No supe cómo reaccionar, solo seguí conduciendo, pero sabía que ella estaba mirándome, y acariciando mi brazo y mi pierna. Solo seguí conduciendo.
Al cabo de veinte minutos de estar en línea recta, estábamos en la entrada de su coto, ella estaba dormida. Le pedí al guardia que me dejara pasar para llevarla hasta su casa. El guardia se negó, me advirtió que solo antes de las once de la noche podían pasar al privado. Decidí llevarla a mi departamento. Fueron otros treinta minutos de regreso por Guadalupe, hasta llegar a la glorieta, dar vuelta en la segunda calle, donde esta una tienda en la esquina. Al llegar, mi hermana no estaba, fue más fácil que entráramos, ya no estaba tan dormida, había descansado lo suficiente para beber un poco más, pero sin llegar a la estupidez. Estuvimos platicando por buen tiempo de lo que había pasado en todos estos años, no paramos de reír. Eran casi las cuatro de la mañana y había que descansar para seguir grabando. Decidimos ir a la cama.
No pude resistirlo, tenía una grandiosa lencería como para no verla tirada en la duela de mi habitación, y sería descortés no mencionar su hermosa figura que provocaba suspiros de satisfacción en mis manos sedientas de calor. Pero su inocencia no me permitió sobrepasar mis caricias. Bastó para mí un beso genuino y un abrazo que perduraría toda la noche para inundarme en insomnio. Estaba rendida, cansada de tanta diversión que no tenía desde su última relación. Los tragos hicieron efecto en sus piernas, dejándola indefensa contra cualquier macho que quisiera saciar su sed dentro de ella. Lamentable para mí y afortunadamente para ella, me había educado para ser un hombre, un caballero. Solo pude acariciar su cuello, sus brazos y su cara llena de pureza. Cosa que comunicaba la ternura de una niña, alma de mujer y cuerpo de una diosa egipcia.
Cuando cerré los ojos, el despertador sonó. Era hora de empezar la rutina, pero creo que a ella no le afectó el ruido tan molesto, decidí apagarlo y volver a dormir. Al poco tiempo sentía movimientos bruscos en la cama, desperté y era ella tratando de levantarme. Sonriendo, y brillando con el claro solar, había despertado de la mejor manera aquel día, verla encima de mí tratando de hacerme reír para levantarme fue algo que me hizo caer en el sucio charco del enamoramiento por el que pasan todos los hombres al ver a su mujer ideal, tratando de que le haga de desayunar unos ricos huevos divorciados con jamón y pan tostado, acompañándolos con un fresco jugo de naranja. Fue suficiente para conquistarme. Una sonrisa, una mirada sincera y un beso genuino. __Llegaremos tarde, y no creo que Leonardo nos dé chance de estar de incumplidos, y faltando a las grabaciones__ Dijo Andrea muy agitada, pero aún así, no se borraba la sonrisa en su cara, era algo tan mágico que contagiaba a cualquier incrédulo, sin oportunidad de negarme y dudarlo, tuve que acceder a levantarme, e irnos hacia el estudio. Cuando salíamos del departamento, Andrea, estaba muerta de la risa, y yo intrigado la miré cuestionando __Es increíble que siendo uno de los mejores en esto, te pasen cosas tan estúpidas__ dijo risueña __No te preocupes, esto le pasa a los mejores, además te tengo a ti para que me lleves y me traigas__ contesté con un tono sarcástico y bromista, solamente rió, y me dio un pequeño golpe en el hombro, la abracé y la tomé de la mano. Comenzaban las revoluciones dentro de mi estómago y el corazón casi salía a gritar su nombre, solo me podría controlar con otro cigarrillo... O alguno de sus besos, y así fue. Después de tantas chicas que habían entrado a mi habitación, y hacer cosas tan locas, tan parecidas a las películas que encuentras en internet, no recordaba cuando había sido mi último beso empapado de romance, tal cual fue el que me propició mariposas libres por todo mi estómago, y provocó una sonrisa tan grande como lo hice una vez en Enero.
Mientras conducía hacia el estudio de grabación, todo era risas y encantos por parte de los dos, todo parecía que marchaba de la mejor manera, pero no me esperaba lo que iba a suceder. Fotógrafos del espectáculo estaban tapando la entrada del estudio queriendo encontrarme, no se conque fin, ni con qué motivo. Estaba harto de esto, di la vuelta, y pasé caminando por donde estaba el aglomerado de la mano de Andrea. Andaba de suerte, pues no intentaron fotografiarme, ni averiguar si era yo o no. Llegamos con Leonardo dispuestos a continuar nuestro trabajo.
Regresamos al encuadre de ayer, seguía perplejo, no entendía porque tenía que tener sexo indiscreto con ella frente a una cámara, y que esa escena se propagaría por el resto del mundo en unos cuantos meses más. En realidad no estaba de acuerdo con esa escena, a pesar de que sentía una total atracción sexual y emocional hacia Andrea, no me parecía justo que el mundo viera a esta chica humillándose bajo la seducción de mi cuerpo y mis líneas. Después de varias discusiones con Leo, accedí a hacer la escena si tenía un poco de censura, pero lo que yo no tomé en cuenta, fue que Andrea estuvo escuchando cada palabra que salía de mi boca. Y al hacer la escena, sus ojos no dejaron de mirarme con ese brillo tan peculiar que existe en las niñas al ver a su padre llegar del trabajo. Ese día grabamos más de cinco escenas, fue un día muy productivo, incluso uno de los más destacados en toda mi carrera, pues lo hacíamos máximo en dos tomas, todo iba volando y los del estudio, parecía que ya no me odiaban tanto después de lo que pasó ayer.
Tras horas de arduo trabajo, y perfecta concentración de todos los del estudio, al cabo de las ocho de la noche habíamos terminado ya con las escenas correspondientes al día de ayer, y al de hoy. Podía dormir tranquilo, sabiendo que había hecho un buen trabajo, demostrando quien era, y porque me habían contratado para hacer esta película. Andrea por otra parte, estaba agotada, no tenía otra cosa en mente más que llegar a su casa, echarse hasta el día siguiente, y no saber de grabaciones y plaquetas hasta la mañana siguiente. Era viernes por la noche y ameritaba celebrar tan buena actuación de todos los chicos de la productora. Pero era cierto, estábamos agotados y decidimos dejarlo para otra ocasión. Antes de despedirme de los chicos pregunté por qué había tanto fotógrafo afuera del estudio, Fernando fue el primero en hablar. __ Había rumores de que tu y Andrea habían sido secuestrados, por no aparecer el carro de ella en su coto esta mañana, y el tuyo estar abandonado aquí, por cierto, ¿a dónde fueron ayer?, todos se dieron cuenta que llegaron muy juntos esta mañana__ Vamos Fernando, no pasó nada, solo me llevó a casa. Olvidé mis llaves dentro del estudio__ contesté con un tono tranquilo y relajado. Con una sonrisa indiscreta, Fernando me hizo un gesto que preguntaba intimidades, yo solo le respondí con un pequeño golpe en el hombro negando toda acción. Al final nadie se puso de acuerdo con nadie, y era hora de regresar a casa. No supe más de Andrea ese día, pero vaya que esa sonrisa provocaría insomnio de nuevo.
Al llegar a casa estaba un poco intrigado, no sabía que estaba pensando Andrea en ese momento, no sabía si ya estaba en su casa, estaba totalmente embrutecido por su mirada, por su sonrisa, por sus labios tan llenos de bondad, de amor y ternura, cual bebé recién nacido. Sin más que pensar despedí el día con el reproductor en forma aleatoria, y al ritmo del swing quedé empapado en sueños.
Era sábado por la mañana, y me desperté esperando que ella estuviera por un lado, pero solo estaba el cariño Jagger, un Gran Danés que tenía 4 meses y ya medía más que cualquier otra raza en su forma adulta. Aún con todo ese cariño, no podía dejar de pensar en Andrea, dejó bastante veneno en mi, que sería bastante difícil sacar, o mejor aún, conservarlo dentro por un buen tiempo. No pasaron ni cinco minutos después de haberme parado, cuando sonó el teléfono, no quería contestar, sabía que era Leo queriendo grabar alguna escena que salió mal por culpa de ese camarógrafo mormón. Dejé que colgara, pero no lo hacía, parecía persistente, enseguida fui hacia el sonido tan molesto. __ ¿Hola?, ¡¿Hola?! niños bromistas__ regresé a mi habitación, pero antes de que pudiese girar la perilla, volvió a sonar el teléfono, dudé un momento y de un salto contesté__ ¿Hola?__ Hey pequeño dormilón, ¿por qué no contestabas?¿acaso ya hay alguien más que te acompaña a desayunar?__ dijo la voz de una chica muy alegre al otro lado de la línea __¿quién habla perdón?__ dije intrigado, en realidad no sabía quién era, se escuchaba algo rara __Pues quien más que tu Andrea, no seas bobo Ricardo, no me engañas, ¿quién está contigo?__ Era Andrea, jamás imaginé que me llamaría, no recuerdo haberle dado mis teléfonos. En fin, era muy bueno para ser verdad, quería verla, pero no quería lucir desesperado __Ven y averígualo, tal vez necesite ayuda para sacarla de mi departamento__ Andrea soltó una carcajada tremenda, en realidad me aturdió, pensé que tenía el teléfono en altavoz, pero no era así. Andrea no tardó mucho en decirme cual era su plan, pasaría por mí en treinta minutos y yo aún no me bañaba. No tenía planes para hoy, en realidad pensaba ir con Jagger a correr y ver pasar chicas, pero creo que ver a Andrea sería grandioso, pues casi acabaríamos la película y ella viajaría a Europa para seguir con sus estudios de actuación.
Al llegar a mi casa, Andrea pasó a la sala mientras yo me cambiaba, solo vestí casual, pero ella venía un poco más arreglada para la ocasión, no sabía a dónde me llevaría a desayunar. Al salir de mi habitación, ella se puso de pie, y corrió hacia acá, fue un beso muy jugoso, tanto que provocó una prolongación no diagnosticada, pues la elegancia de Andrea no fue tanta como para detener mis instintos de llevarla a mí cuarto. Giré la perilla como pude sin soltarla, ni dejé de besarla. Poco a poco mis manos recorrían sus piernas, hasta poder levantar su elegante vestido, que con ese color quemaba cada uno de mis dedos, pero aún así seguía. Dimos media vuelta y pude ver que Jagger no nos quitaba la mirada, fue algo curioso, ya había pasado una vez con Monique, pero igual no me importó, seguí hasta dejarlo fuera del cuarto, y lo último que pudo ver, fue la puerta de mi habitación cerrándose lentamente, casi eterno el giro, fue casi perfecto, y el romance podía derramarse por el vaso que había en el buró de un costado de la cama. Todo iba tan rápido, hablando primero por mi corazón que no paraba de gritar su nombre, pero me detuve, sabía que ella lo deseaba, pero yo estaba dispuesto a pasar por algo serio, y dejar de lado la aventura, pues la mirada que percibía en Andrea, no era cualquier mirada, no era cualquier chica, sabía que a mis veintitrés años ya conocía bastante de cualquier tipo de mujer, y que esa sonrisa, solo venía de una chica que se atrevió a enamorar a un hombre cuyo futuro se basaba no en planos arquitectónicos o en fórmulas químicas, si no que se dejaba llevar por la fortuna que le diera su cara y carisma dentro de encuadre. Andrea había tocado mi corazón, como muy pocas lo han hecho, pero no podía arriesgarme así de sencillo, pues ya muchas malas experiencias habían tenido en el campo de las relaciones, se que ella quería todo conmigo, pero no sabía si solo sería una aventura en su vida y su carrera, o en verdad quería algo serio. Esa mañana decidí que desayunaría Andrea por un buen rato y después me dedicaría a pensar que haría con esta lluvia de ideas que estaba teniendo acerca de nosotros. Jamás perdió su elegancia, su ternura ni esa manera de verme tan hermosa que provocaba que mi corazón gritara su nombre y que mi estómago sintiera una montaña rusa al exterior, solo miraba al techo, acariciando su hombro y oliendo su peculiar cabello castaño, que sirvió como somnífero para caer en un sueño que perduraría por unas cuantas horas, esa mañana de Otoño.
jueves, 15 de septiembre de 2011
Conociéndonos un poco...
miércoles, 14 de septiembre de 2011
SALUDOS LECTORES
No habrá limitaciones de género y se pretende innovar la manera en que nuestros lectores recurren a la literatura.
Pronto estrenaremos este proyecto joven y creativo...