viernes, 16 de diciembre de 2011

"Luces, Cámara... Andrea." (Parte 3)

Todo era oscuridad, el sentido de la vista se sentía perdido, las imágenes de la niñez temerosa volvían a mi memoria, parecía que fue ayer cuando gritaba a mi madre para recibir un abrazo tras haberme envuelto en las sombras, no quería ponerme de pie para encender la luz, y me encerraba en la burbuja obscura del cobertor. Era igual, con la excepción de que por más que gritara, mi madre no se levantaría de la tumba para venir a acurrucarme, no tenía esa frazada que aparte de darme calor y cuidado por las noches, me hacía soñar con los brazos de mi madre a diario. El sonido no se detuvo, solo se podía escuchar como tres voces se mezclaban con el ambiente de la ciudad a las dos de la tarde sobre Av. Vallarta, una de las avenidas principales de la zona metropolitana de la ciudad de Guadalajara, donde cada carro atrapado en el embotellamiento, es una nube de contaminación para todo el país, incluso el mundo. No podían reconocerse, solo sé que eran dos hombres y una mujer, no muy grande tal vez no mayor a los veinticinco años de edad. La voz le parecía familiar a Leonardo, era imposible poder hacer o decir algo con esa cinta en los ojos y en la boca, con las manos atadas y tras la espalda, era blanco fácil a cualquier golpe y estaba a merced de cualquier niño que estuviese jugando con un arma. Andrea se encontraba en la misma situación, todo oscuro, pero ella no tenía algo que le impidiera hablar, por lo menos podía insultar a los dos sujetos restantes dentro de la camioneta, donde Leonardo, y Andrea habían sido secuestrados por gente de “La costa del Pacífico”.

__Son unos pendejos! No saben con quién se están metiendo! Así que más les vale que me suelten cabrones!__ Andrea se notaba un poco enojada por lo que estaba sucediendo, pero siempre fue ignorada cuando insultaba a los secuestradores “el Pancho” y “el Luma” quienes eran los gatilleros de confianza de “Don Cepi” el capo fuerte de la ciudad de Guadalajara, y encargado de la zona noreste del país, quien ya tenía en la mira a Leonardo, pues sus malos tratos con ese tipo de gente lo había dejado muchos problemas, junto con ellos, deudas a gente metida en el medio del narcotráfico, como a “Don Gustavo Cepi Ortega”. __ ¡YA CÁLLATE!, te dije pinche Luma, que a esta vieja también le pusiéramos un méndigo trapo pa’ que no estuviera chingando!__ Con un tono que denotaba estupidez y vulgaridad, sin estudios, sin una preparación dicha por la mala fortuna de la vida de su padre, pero “el Pancho” tenía razón, Andrea comenzaba a enfadar a los secuestradores y junto con ellos a Leonardo, pero aún no sabían que los dos estaban en la misma situación, incluso en la misma camioneta. __”ira“ pinché Pancho, tu también ya déjate de chingaderas y ponles un buen putazo a los dos, hijo de la chingada!__. “el Luma impuso su superioridad jerárquica en “Pancho” y este, procedió a acatar órdenes, después de darle a cada uno una porción de una droga calmante, para dormirlos y así poder ponerlos a la merced de los secuestradores, a cada uno le tocó una golpiza con la culata del rifle largo que tenía “el Pancho” en sus manos, por suerte a Andrea, no le tocó mucho sufrimiento físico en ese momento, pues ella al primer golpe quedó totalmente noqueada, pero Leonardo por otra parte, se resistía a caer rendido bajo los efectos de la droga y la culata en su nuca cada vez más fuerte, de manera más intensa, hasta que desistió y cayó noqueado sobre las piernas de Andrea.

Al llegar a su destino, los secuestradores bajaron a los dos rehenes de la camioneta, aventándolos cual costales de papas en el mercado, Leonardo seguía ya tras dos largas horas de camino para llegar a Zapotlanejo, un pequeño pueblo a las afueras de Guadalajara, que se le reconoce a nivel nacional por sus grandes altares de muertos a escala gigantesca, y por la increíble cantidad de manejo de drogas en la plaza principal sin ningún tipo de vergüenza y atravesarlo para llegar a su destino, la casa de “Don Cepi” en las faldas de un cerro cercano al pueblo.

Cada uno de los secuestradores, tomó a un rehén, “el Pacho” se llevó a Andrea, tomándola del cabello de forma machista y maltratadora, casi arrancado cada mechón en cada jalón que le daba para apurarla al llevarla a la habitación que le correspondía a la primera de los dos rehenes. Por consecuente, “el Luma” tomó a Leonardo, quien lo llevó como costal a su habitación, la que era toda gris, apenas enjarrada, tenía un olor fétido, metálico, como ese olor tan desagradable que te recuerda a los primeros raspones de tu niñez, a esos accidentes en la cocina con algún cuchillo, y que mientras “el curita” llegaba, tu chupabas la herida, como esa tonta moda cinematográfica, terminando de ser vampiro y caníbal, bebiendo tu propia sangre, para que no se derramara ni una gota de esa bella tinta de la vida, y con un frío más terrible que cualquier helada de los estados del norte del país, se podía sentir que había muchísima gente atrapada ahí, que gritaba, aunque todo estuviera en silencio. Pues era ahí donde sería ejecutado Leonardo, y al pasar eso, Andrea sería la siguiente. Pero los efectos de la droga en el cuerpo de Leo, estaban por concluir. Y aún no estaba muy bien atado a la silla donde sería la última que usaría a lo largo de su vida.

Cuando Leonardo por fin abrió los ojos, ya estaba completamente atado a una silla incomoda, hecha con madera, la que obligaba a Leo, a estar sentado de una manera que su cuerpo, no pudiera protegerlo de ningún golpe al pecho o estómago. Tenía cinta amarrando torso, para que los órganos no se destrozaran cuando fuera golpeado y torturado por los golpes de “el Luma” y sus encargados con bates de madera, golpeando la parte del pecho, y estómago, pero tampoco descuidaron sus piernas, y que una de ellas, la izquierda fue totalmente fracturada por uno de esos golpes. Andrea por otra parte, fue abandonada en su habitación, sin comida, ni agua, solo a esperar su turno en esa silla donde igual sería torturada y ejecutada. Cuando terminaron de azotar a Leonardo, uno de los gatilleros de “el Luma”, decidió divertirse con él, pero el insensato e infantil gatillero no tenía ni la más mínima idea de que Leonardo, a pesar de estar moribundo, podía defenderse todavía, pues había una fuerza interior que lo impulsaba. El cariño de su familia que jamás lo había abandonado se estaba haciendo presente en el corazón de Leonardo, y fue suficiente para desatarse de un mal nudo y poder noquear al burlesco gatillero, bueno para nada, para así arrebatarle las llaves de la puerta, y poder salir en busca de su libertad, pues ya habría tiempo para pensar en vengarse de los que habían hecho esto con su trabajo.

Al cabo de unas horas, Andrea perdió la fe, y terminó recostándose en una esquina de la habitación donde la habían abandonado, pero sin tener la mínima idea de que “el Pancho” estaba observándola desde hace varias horas atrás, cuando vio que se recostó, entonces decidió actuar, entrar a solas con Andrea a la habitación, y desgarrar con la boca cada una de sus prendas, pues el increíble cuerpo de ella no iba a pasar desapercibido por los enfermizos secuestradores y menos por el más pervertido de todos... Pancho. Pero su intento falló, pues al percatarse de que Leonardo había podido escapar de la habitación y estaba merodeando por ahí, con un arma y con las llaves de cada una de las habitaciones, excepto de la puerta principal, fue un impedimento para que el plan de “el Pacho” funcionara y así poder abusar sexualmente de la hermosa Andrea. Fue un respiro más para Andrea, pero ella jamás se dio cuenta de lo que él estaba planeando. Entraba oca luz a la habitación de Andrea, a pesar de ser apenas las cinco y treinta de la tarde, cuando el sol se está poniendo en esta época del año.

Leonardo, confundido por los estupefacientes que le habían obligado a tomar y golpeado por las culatas y bates mientras estaba atado a una silla, como pudo, recorrió toda la casa de arriba abajo, arrastrando sus penas y memorias familiares en su pierna derecha, dejando huella de su secuestro.

Por otro lado, Andrea, empezó a recorrer la habitación donde la tenían; su desesperación se reflejaba en su mirada, y en su pelo disperso por toda su cara, y en el poco aire que podía aspirar por su aparato respiratorio, por fin encontró la salida, una pequeña ventanilla que daba a uno de los jardines, la que podía llevarla hacia el pasillo principal, donde sería la entrada a su libertad.

Leonardo se encontraba agotado, pero sus ganas de reunirse con su familia y amigos lo impulsaban a pelear y patear cualquier puerta que se cruzara para poder escapar de esa lujosa y folclórica prisión, lo que llevó a Leo a encontrar la puerta principal. Llena de grandeza, almas y vidas, perdidas y desaparecidas en su enorme ventanal, pero él se negó a ser arrastrado por ese ángel iluminado, por sus manos llenas de muerte y pena que habían jalado ya a millones antes que él. La puerta principal no podía abrirse, pues la perilla de oro, no lo permitía. Pero Leonardo no podía darse el lujo de dejar pasar sus últimas gotas de vida viéndolo a los ojos perdidos, no podía dejar de pensar en el último año de prepa de su hijo Flavio y en los hermosos ojos de su hija Valeria, y sin dejar de saborear los suculentos platillos caseros que le cocinaba Daniela, su esposa.

Andrea, después de caer sobre los suaves arbustos del jardín, esperaba sigilosamente a que todos los demás dentro de la casa pasaran a un lugar techado, fuera de ese hermoso paraíso, el jardín norte de la casa. Un jardín hermoso, casi bajado del cielo, donde la felicidad se pintaba en cada nota y canto de las aves exóticas que lo habitaban y por toda la cantidad de agua que corría por las fuentes, ríos y cascadas artificiales, creadas solamente para engañar los ojos de cualquier escéptico.

Leonardo, del lado contrario del jardín norte, movía y rompía con la tranquilidad que existía en la sala de estar principal. Cada mueble perfectamente acomodado que creaba un ambiente que contrastaba con la misma realidad de aquella habitación gris que lo cubría con el frío de cada una de las personas ejecutadas. Al mover una pesada cómoda, su pie resintió cada uno de los batazos dados por el verdugo de la casa... “Don Cepi”, el encargado de ejecutar a cada una de las víctimas que caían a ese aposento lleno de tragedias y sangre en sus tuberías, quien tras pelear con Leonardo, después de que lo desataron, quedó noqueado por los golpes que le alcanzó a propiciar el director del filme, pero pudo encontrar un pequeño ducto de ventilación que llevaba hacia la fachada de la casa, donde fácilmente podía tomar cualquier móvil “prestado” y escapar sin importarle nada más que ver y abrazar a sus familiares y amigos, terminar la película y poder pagarle sus deudas a la gente de la costa del pacífico, para por fin descansar de todas esas reuniones que solo lo llenaban de estrés y preocupación, donde se manejan toneladas de droga y cargamentos de armas, mayores a los legales hechos por la marina o el ejército.

Al acabar la caravana de sujetos encapuchados en la parte del jardín, Andrea pudo salir de los arbustos, pero no se había percatado de su muñeca derecha torcida por la caída desde un segundo piso; al apoyarse en una lámpara de piso, soltó un pequeño quejido desde su encantadora boca, del cual se dio cuenta un viejo perro que cuidaba el jardín, que con un gruñido fue suficiente para engrandecer la mirada de Andrea, y provocar un grito desesperado por su gran pavor a los perro grandes... Dos de los últimos soldados encapuchados del grupo se dieron cuenta, y abandonaron la formación para averiguar qué es lo que había pasado y qué o quién causó ese grito. Andrea lo único que hizo fue agacharse de nuevo bajo los arbustos y tapar su respiración con la palma de su mano izquierda, mientras sus ojos parpadeaban de preocupación, incitando a derramar arroyos del alma, a cada paso de los botines manchados de sangre por los hombres prisioneros de su falta de empleo, estudios y al final de su entrenamiento... ya habían perdido alguna razón de ser que quedaba dentro de su alma.

Leonardo también escuchó el grito... y al escuchar esa tierna voz gritar como niña al perder su primer diente, se percató enseguida de que Andrea Inurriaga, su actriz principal del filme, se encontraba dentro de la misma casa, en una situación similar a la suya, por lo que abandonó su posición de escape y se dirigió hacia el jardín norte, donde surgió el desesperado grito de la señorita O. Inurriaga, pidiendo ser auxiliada en cada onda producida por el insoportable sonido del miedo. Ah pocos pasos del jardín, Leonardo escuchó la voz del verdugo... “Don Cepi” había despertado de aquella golpiza que le propició, y no se le escuchaba muy contento, pues dando órdenes a sus demás gatilleros pidió terminar con la vida de cualquier sujeto ajeno a esta casa, empresa o familia, pero si topaban caminos con Leo, lo llamaran, pues tenía que saldar algunos moretes pendientes con él. Leonardo entró en shock, pero no podía dejar a Andrea pelear contra los dos “encapuchados” que la buscaban dentro el jardín, pues se sentía con la responsabilidad de ayudarle con a que pudiera seguir su vida, pues ella lo ayudaba a que siguiera con su filme. No lo pensó dos veces, y Leo, con una valentía que aún no conocía dentro de él, se lanzó sobre uno de los enmascarados de negro, arrebatándole su arma después de un pequeño forcejeo entre los dos y en la duda del otro enmascarado si disparar para acabar con la vida de Leonardo, pero si fallaba, habría traicionado a su empresa de narcomenudeo, lo que le traería serios problemas de vida o muerte, no solo para él, sino para toda su familia necesitada de cariño, alimentos y recursos para que ninguno de sus hijos pasara por la vida tan difícil por la que pasó este gatillero, “El Luma”. Amenazando por Leonardo, que asesinaría a su compañero, quien suplicaba por su vida, y por la vida de sus hijos que lo esperaban a diario para que les leyera cuentos y leyendas tradicionales mexicanas, “El Luma” decidió bajar su arma y rendirse, pero la frialdad y el coraje de Leonardo, accionó el gatillo para darle fin a una más de las historias trágicas que terminan en la droga y en el narcomenudeo, una historia más que ya había acabado con muchas otras más, pero una vez no fue suficiente, Leonardo disparó contra Luis Manuel y contra “el Pancho”, el encapuchado que arrodillado frente a Leo, dedicó su último suspiro para arrepentirse ante la perdida mirada de Andrea, de todas las cosas que a causa de su trabajo, perdió cualquier contacto existente con ellas... Su familia, sus amigos, y todas las anécdotas inmemorables por las cuales no pasó junto a su hijo.

Después de un silencio incomodo en el jardín, Andrea se soltó en llanto en los brazos de Leonardo, reflejando cada minuto que estuvo encerrada y sedada por las drogas que le obligaron a tomar para que pudiera caer dormida, afortunadamente, no habían abusado de ella sexualmente, solo presentaba agresiones físicas como golpes en la mayoría de su cuerpo y cara, y psicológicas, por todo lo que había visto y escuchado a casi dos metros de distancia, pero un alivio lo encontró en un muy fuerte abrazo de un amigo, casi un padre para ella, quien ayudó a Andrea a regresar al medio de la actuación después de su grave situación dentro de las adicciones. Un encuentro emotivo, en un lugar no muy adecuado para hacerlo, donde los dos corrían peligro de vida o muerte, y donde “Don Cepi” tenía ojos y oídos en cada esquina de la casa.

__Tranquila, relájate... Saldremos de aquí, no sé cómo, y no sé a dónde iremos, pero te prometo que volverás a reencontrarte con Ricardo, y con tu madre__. Andrea, al escuchar estas palabras de Leonardo, intentó relajarse con un suspiró que comunicó la más sincera nostalgia hacia un amor que jamás imaginó con Ricardo, a un cariño, que jamás le tuvo a su madre prostituta en la ciudad de Guadalajara, y a su amiga, casi su hermana, Alice Zamarripa, quien siempre ha ayudado a Andrea, a salir adelante en cualquiera de las situaciones, buenas o malas noticias, Alice siempre estaba ahí. __Pero, y si no lo logramos...?__. Andrea, dudosa y aún preocupada y desesperada por lo que pasaba, abrazó más fuerte de lo que ya lo hacía a su amigo Leonardo, y recostó su oreja en el pecho de él, derramando lágrimas de nostalgia y de preocupación. Leonardo, nervioso y preocupado por Andrea y por la situación, solo dijo lo siguiente__ Encontré una pequeña salida a un lado de la puerta principal de la casa, creo que eres lo suficientemente delgada como para entrar en él, salir y abrir la puerta desde fuera y poder escapar los dos__. Andrea, giró su cabeza rápidamente hacia Leonardo, dudando y cuestionando cada palabra emitida por su boca, Leo solo afirmó con la cabeza lo que estaba diciendo, y sin perder tiempo, los dos se dirigieron hacia la sala de estar principal, la última sala que verían los dos, cruzando por el falso paraíso del jardín norte.

Al llegar Leonardo y Andrea a la sala de estar, tras esconderse por varios minutos en varios puntos del jardín por la complicada situación de tantos vigilantes, los dos se vieron muy agitados, además de lo lastimados que estaban, Andrea por haber caído mal en los arbustos del jardín, y Leo, por la golpiza que le dieron anteriormente. Leo, le mostró el pequeño ducto de ventilación por donde tenía que salir, y tratar de abrir la puerta por fuera, para que así, Leonardo y Andrea, pudieran reunirse cada quien con sus familiares y amigos, y por su puesto terminar el filme que empezaron hace meses. Cuando Andrea estaba a punto de meterse por el ducto, un disparo hacia el techo paralizó por completo a los dos cineastas, lo que provocó que Leonardo una serie de pensamientos, meterse el por el ducto de ventilación, ser dominado una vez más por su egoísmo y poder reencontrarse con su familia, o salvar a Andrea, para que el mundo supiera lo que ha pasado durante este tiempo, y Andrea se reencuentre con su madre y con su amor Ricardo, era un ambiente muy tenso dentro del mismo Leo, donde cualquier cosa podía pasar, era cuestión de que su estado de shock desapareciera por el impulso de la nostalgia hacia su familia, y las ganas de besarlos y abrazarlos a todos como lo hacía tranquilamente antes de empezar con esta película que tantos problemas le trajo a su vida, pero un grito ofensivo de parte de “Don Cepi” provocó que empujara a Andrea por el ducto, y cerrar el paso para que nadie pudiera seguirla, pues la casa había sido asegurada para que nadie saliera y nadie entrara, “Don Cepi” había sido muy claro en ese aspecto, y todos se percataron de seguir sus instrucciones al pie de la letra, pues sabían que si no las cumplían les iba a ir muy mal cuando se enterara de algo que al señor no le gustara. Leonardo, al escuchar el disparo y voltear hacia donde surgió el sonido, se dio cuenta que “Don Cepillo”, el jefe encargado de esa casa, había llegado al punto de enfrentarse con él, Leonardo sabía que jamás volvería a ver a su familia, no volvería a ver un partido de fútbol de su hijo Flavio, ni una canción interpretada por su hija Valeria, sin olvidar también las increíbles recetas de su esposa Daniela, pero seguir huyendo de sus problemas no lo iba a seguir resultando, pues el mayor de ellos estaba parado frente suyo con un arma de alto calibre en sus manos, respaldado por otros tres gatilleros esperando la orden de fuego para acabar con la historia de un hombre que supo el significado de sus actos y sus consecuencias gracias a la perilla de una puerta in-abrible, gracias al gran corazón de Andrea, que lo supo enseñar a amar, querer y valorar cada una de las cosas que lo rodeaban, empezando por el mismo, su vida y su carrera y que el final de todas estas, terminarían con un rugido de plomo, que espantaría tanto a su corazón para que se detuviera el suficiente tiempo después de haber agonizado un buen rato. La orden de fuego no llegaba, solo había una mirada fija por parte de los dos, Leonardo se armó de valor y tras avanzar como pudo, con la pierna casi destrozada, dos pasos al frente, retó a “Don Cepi” a aceptar una propuesta por parte de él, donde sugería que fueran solo él y Leonardo quienes decidieran como terminarían con la vida del director.

Mientras todo esto ocurría Andrea, no dejaba de pensar en Leonardo, en cómo le salvó la vida y dejó de lado su egoísmo por cumplirle el sueño a una niña perdida en las adicciones y el poder de las garras de la fama que la arrastraban a la vida de la perdición, donde solo importaba tu peso, y la etiqueta del vestido que usabas, pero no dejaba de avanzar por el ducto, ni tampoco de derramar lágrimas de frustración de poder regresar ahí y ayudar a Leonardo, pero sabía que podría hacer más, si escapaba de ahí ilesa, para poder contar a Ricardo que fue lo que pasó con Leonardo y con ella, poder terminar la película que hacía ya cuatro meses del comienzo del proyecto cinematográfico, y que por discusiones sin sentido y problemas con Leonardo al respecto de este tema tan delicado se estaba retrasando.

“Don Cepi” solo sonrió, pero no fue una sonrisa de burla, o una sonrisa de felicidad, sino una sonrisa donde toda su incredibilidad y desconfianza como persona, fue reflejada en ese movimiento de labios hacia la derecha, y esa mirada tan despectiva, como solo Gustavo “Don Cepi” Ortega, lo hacía antes de asesinar a alguien, Leonardo solo miró al horizonte, recibiendo cada uno de los disparos de él y sus tres gatilleros, cayendo hacia adelante, aún con la mirada perdida, con el pie destrozado y vuelto una coladera de arriba abajo, terminó como una alfombra entintada de sangre, sangre que sería no la última que se derramaría a causa de un mal trato con gente que no es de fiar, por ese filme que tenía como retraso dos meses y medio, y por las malas decisiones de las personas que se encontraban metidas en ese medio.

Andrea, al escuchar las ráfagas de los AK-47, se detuvo. No sabía si seguir gateando por el ducto, sentarse a dormir envuelta en llanto de hija cuando pierde a su padre, el pánico recorría todo su cuerpo, y se notaba en el pulso, contagiado de nerviosismo, en su palidez, cubría todo su rostro de niña, y en sus increíbles ojos, que rojos y llorosos, no dejaban de persuadir y conmover con un pestañeo. Al fin y al cabo del paso de las lágrimas por su cara, Andrea siguió su camino hacia el final del ducto, donde más sorpresas desagradables le esperaban, pero el coraje que le revolvía las entrañas por ver caer a Leonardo por ella, por su vida, y por una noble causa, de la cual jamás pensó que él pudiera hacer eso, la motivaría a seguir y a no dejarse vencer por nada que se tope camino de vuelta a Guadalajara, al estudio, o a casa de Ricardo.

domingo, 4 de diciembre de 2011

NUEVAS ENTRADAS EN LAS ¡ZONAS!

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