domingo, 29 de enero de 2012

Estragos De Un Quinto Sueño.

__Era tanta la fricción en el choque de egos, que se podía sentir la elevación de la temperatura a cada palabra emitida por sus bocas. Cuando sus yemas por fin se lanzaron a sujetarle su frágil e inocente cuello, ásperas le rasparon en la yugular, y al mismo tiempo, un escalofrío de fuego cruzaba por su mente, quemaba como el hielo, haciéndole recordar aquel intercambio de caricias que compartían de manera mutua, cuando postrados en aquel sofá metálico, y con una mirada fija en cada pupilo, y ambos petrificados por dicho fenómeno, se sintieron arraigados de nuevo al quinto sol de él. Sin nada que emitir, todo ese espacio fue consumido por las sombras y oscuridad, un ambiente verdaderamente tenso, cálido y muy compacto. Fue entonces cuando sus bocas tomaron forma de trompetas, tocando de manera única en cada labio inferior, una nota creciente, que al tirmo del corazón, su mano derecha continuaba con el concierto de caricias hasta recorrer su cuerpo melodioso, envueltos en armonía, que los llevaba a crear esa atmósfera sexual perfecta, y así pues, inundados en un deseo venusiano y envidiado, el gritar de la luna ahuyentada por los claxon lo despertó de esa romántica y amorosa pesadilla__.

Envuelto en sábanas de luz, que esa noche habían quedado como olas oceánicas, húmedas con un toque de sal, lo primero que captaron sus vidrios fueron a sus padres. Estaban asustados, sudando como él, y con una voz de preocupación y de llanto le preguntaron... __¿volvió?__. Tembloroso y con rostro de tristeza caucásica, agachó la mirada y movió su cabeza afirmando la pregunta. Los padres angustiados se miraron y empezaron a murmurar entre ellos tratando de buscar una respuesta, mentras que él, sólo volteó su cuerpo, apoyó su oreja en la fría almohada y vio esa botella con 208 gotas de amor, del más puro, rojo, cálido y falso amor. Cerró los ojos, y después de un apretón, exprimió los arroyos del alma.

Nicole, quien lo había acompañado desde hacia un año atrás, se recostó con él, le mordió la oreja descubierta y le limpió el mar de lágrimas de un lengüetazo, y con un ladrido, le sacó la sonrisa más grande desde hacia ocho meses.


Julio C. Rea

Todos los derechos reservados

sábado, 7 de enero de 2012

El cinema Parte 3.2 (El caso Sáenz continúa)

Al llegar al lugar donde se había reportado el primer “incidente” me di cuenta de que ningún periodista se encontraba presente lo cual me hizo sentirme aliviado, nunca me he sentido cómodo trabajando con un estorboso metiche a un lado preguntando hasta el por qué de llevarme la mano a la cintura, de verdad fue un peso menos notar su ausencia, cautelosamente baje por fin del auto.

Ya se encontraban en el área cerca de ocho policías y algunos paramédicos que ya sólo servían para levantar los restos. Frente a mí estaban tendidos cuatro cadáveres, o al menos eso parecían, ya no quedaba mucho que los pudiera identificar como personas.

Sentía como mis piernas temblaban, realmente era asquerosa aquella escena, parecía como si el responsable hubiera masacrado los cuerpos ahí afuera donde todo mundo podría haberlo visto, no había un solo rastro de sangre que insinuara que el asesino hubiera arrastrado los cuerpos hacía la banqueta, era una colonia poco poblada pero me resultaba verdaderamente absurdo que no hubiera un solo testigo de lo que sucedió.

Naturalmente yo, con mi corta experiencia sentía que me quebraba, se había formado un nudo en mi garganta pero no podía distinguir si era de impresión o de asco, por otro lado aquel manojo de nervios que se había aparecido en mi cubículo alarmado ya no existía, Ruiz no parecía siquiera estar alterado ante la grotesca imagen, no señor, Ruiz podía ser nervioso y hasta explosivo a primera vista pero cuando alguna situación importante requería a una persona profesional y centrada, ¡él era esa persona!

-¿Ya notaste que la mujer tiene marcas diferentes a los hombres?- La pregunta de Ruiz me agarró por sorpresa, no me había percatado de que había una mujer entre los cadáveres, no es que fuera distraído, pero a los cuerpos se les había arrancado el cabello y vendado con cinta adhesiva los pechos y los genitales con mucha fuerza haciendo imposible distinguir el sexo, sin contar el hecho de que los moretones y las heridas no dejaban distinguir los rostros con claridad. Pero Ruiz tenía razón, la mujer, aunque era robusta, presentaba una singularidad en las heridas, el asesino había apuñalado de manera más profunda a los hombres pero le había dejado llagas muy superficiales a la mujer, hasta ahora no sabíamos si era un factor determinante pero decidimos tomarlo en cuenta.

Ruiz se encontraba hablando con un par de policías y parecía molesto, seguramente no le decían nada agradable o peor aún, tal vez le informaban algunas cosas que no hubiera querido saber, cuando por fin se quedó sólo me acerqué para discutir sobre lo que teníamos frente a nosotros, él me miró serio, puso su mano toscamente en mi hombro y me dijo –Mira Martínez… aún faltan dos puntos y aquí hay cosas que investigar… lo que quiero decir es… no quiero que me acompañes, me precipité al traerte conmigo, no creí que esto fuera tan grave- Por primera vez me hablaba como a un amigo, hasta llegué a sentir que se dirigía a mí como si le hablara a su propio hijo, -No te preocupes, a todos nos toca un caso difícil ¿no?- traté de sonar gracioso para relajar a Ruiz pero fue inútil, -No entiendes, llegué primero a éste lugar porque me habían notificado que aquí ocurrieron los primeros asesinatos, no conocía la condición de los cadáveres, por eso te traje, pero esto se puede poner muy feo y… escúchame, algunas veces uno no se envuelve en el caso, es el caso el que se envuelve con uno- Ruiz no lograba otra cosa más que confundirme con sus evasivas, insistía mucho en dejarme en aquel lugar pero no creí que lo que fuéramos a descubrir estuviera más allá de lo que pudiera soportar, nuevamente mi estupidez me llevó a seguir, debí escuchar a mi mentor.

Después de varios intentos infructuosos de Ruiz para persuadirme de quedarme ayudando a los peritos desistió y de mala gana aceptó que subiera al auto, podía sentir la preocupación y nerviosismo en Ruiz que cada vez se hacía más notoria hasta llegar a ser incómodo, iba en serio eso de dejarme fuera del caso, pero yo tenía confianza en mí mismo y creí que podría ser de utilidad, después de todo era mi primer caso importante y como todos en mi posición tenía ganas de demostrar de lo que estaba hecho.

Por fin llegamos a lugar donde se había reportado el segundo “incidente”, me provocaba gracia que Ruiz usara esa definición cuando se reportaba a la comandancia, bien podrían usar la palabra “asesinato” pero en la policía siempre se trata de suavizar las situaciones para darle un trato profesional. Entramos a una vieja casona deshabitada, había sido propiedad de un hacendado muy poderoso muchos años antes de que el pueblo comenzara a ser llamado ciudad, ¡bueno… yo aún prefería llamarlo pueblo, en mi opinión seguía siéndolo! La opulencia en la que había vivido aquel hacendado se dejaba ver en las dimensiones de la casona, casi una decena de pasillos daban a un patio principal y los cuartos se encontraban en los extremos opuestos separados por grandes salones, era difícil no perderse y más aún, llegar a dónde estaban las víctimas del asesinato.

Ésta vez no había policías en el interior, el par que había reportado el asesinato se encontraba custodiando la entrada para ahuyentar a cualquier reportero curioso, algo que creí innecesario ya que los sucesos aún no se habían convertido en un chisme popular del pueblo, a estas alturas todos los medios del estado estarían centrados en los acontecimientos pero habíamos sido muy discretos en ésta ocasión. Detrás de la puerta del fondo estaba lo que nos interesaba, con mucho cuidado avanzamos Ruiz y yo dentro de la polvorienta habitación, intentando precisar lo que había ocurrido ahí, lo que encontramos fue tan sorprendente como infinitamente grotesco.

En lugar de encontrar cuerpos apuñalados y desechos a golpes, encontramos lo que, según mis primeras impresiones eran seis cuerpos desmembrados, no parcialmente sino totalmente en pedazos, dedos, brazos, torsos, ¡Por dios! Hasta las partes de los rostros estaban desmembradas. Ya podía sentir mi desayuno volver y poco faltó para ponerme de rodillas y vomitar de no ser por un pañuelo mojado en alcohol que Ruiz me dio, aparentemente ya tenía algo de experiencia en este tipo de cosas ya que su reacción fue inmediata.

Debajo de toda esa frialdad, a Ruiz se le notaba una mirada desconcertada, -¡Te lo dije… te lo dije con un carajo! ¡No quería que estuvieras que ver esto, no ahora!- ¿No ahora? Ahora si me había dejado desencajado con sus palabras, se refería a mi primer caso importante…¿no?, creí que lo mejor sería no preguntar, comenzaba a retractarme de seguir en el caso.

-Pero qué hijo de puta…¿por qué habría de hacer esto?- Reclamó Ruiz al aire, una vez más se dejaba vencer por su bipolaridad pero hasta el día de hoy no considero que alguien hubiera podido reaccionar de otra forma. –¡Es un cabrón! Pero lo vamos a atrapar, ¡ya lo vas a ver!- Dijo lleno de rabia Ruiz antes de agacharse a ver de cerca de los restos desmembrados. -¿Cómo estas tan seguro de que sólo fue una persona?- cuando pensé esa pregunta en mi cabeza parecía ser más adecuada pero una vez que salió de mi boca me percaté de que no hacia más que prender más la mecha a la rabia de Ruiz, él me miró y por unos segundos creí que me miraba con unos ojos radiantes de odio, pero no... era más bien como si la incertidumbre lo dominara en ese momento, no soy idiota y aunque en ese entonces era joven, sabía que Ruiz me ocultaba algo, -Tu sabes quién hizo esto ¿verdad?, no he visto que tomes huellas o dediques tiempo analizando la escena, sólo quieres ver cómo dejó los cuerpos ¿cierto?- mi voz era calmada pero mi corazón comenzaba a latir tan rápido que de pronto me di cuenta que no quería saber la respuesta. Mi cabeza comenzó a unir los puntos, era algo sobre lo que Ruiz dijo, algún comentario, ¡si! Eso era …“algunas veces uno no se envuelve en el caso, es el caso el que se envuelve con uno”,  él sabía algo sobre este caso, algo con lo que no contaba cuando se dirigió a mí en la comandancia, algo que cambió después de hablar con aquellos policías… yo tenía motivos personales en este asunto, el problema y lo que ahora me ponía la piel de gallina y me hacia temblar era… ¿qué motivos?

Ruiz sacó un pañuelo de su bolsillo y vacilante lo pasó por la parte superior de sus labios secando un claro sudor nervioso, -A su tiempo…- fue todo lo que mencionó, después de eso se detuvo un momento en la puerta de la habitación y miró con asco la horrible imagen delante de él. Yo me limité a sacar un cigarro y encenderlo como pude ya que mis manos no eran de gran ayuda, temblaban tan rápido que bien pudieron haber desecho el cigarro en cuanto lo tomé. Fue entonces cuando sentí mi garganta tan apretada y mi piel tan acalambrada que dejé de lado el cigarro y me dirigí a Ruiz furioso, -¿De qué demonios hablas? Nada de “a su tiempo”, ¿Qué tienen que ver estos asesinatos conmigo?- Le repliqué casi gritando a Ruiz quien permanecía serio y no se había exaltado con mi comportamiento, sencillamente volvió a pasar su pañuelo para quitar su sudor y se sentó en un banquillo a un lado del torso de uno de los cadáveres, ni siquiera se molestó en observarlo, su mirada estaba dirigida por completo a mí, una mirada profunda. Era hora de la verdad.

-Mira Martínez, lo que hablé con los policías… bueno, no se exactamente cómo decirlo, ni siquiera yo lo entiendo muy bien…- Ruiz trastabillaba al hablar, traté de tranquilizarlo sentándome en una polvorienta silla que estaba cerca de un librero, -…mira, no sabemos bien lo que sucedió, es decir, la razón por la que no quiero que sigas en el caso… ¡Dios mío! Nadie te prepara para esto…- Ruiz se tornaba cada vez mas errante en sus oraciones y yo sentía a cada palabra como mi sangre se enfriaba, estaba seguro que para ese entonces ya tenía un color mas pálido que el de un muerto, -Tranquilo Ruiz, sólo dilo, puedo soportar lo que sea- tuve que mentir para que Ruiz se armara de valor y me dijera lo que en mi cabeza ya comenzaba a temer, -No, no puedes, no esto, nunca algo como esto- Ruiz bajó su cabeza y comenzó sollozar, no quería ni pensar lo que tenía que decirme si a él le provocaba tanto dolor, -Tu… los poli… los policías ya identificaron los cuerpos que yacen donde se reportó el tercer incidente- me levanté y eché un paso para atrás tropezando un poco por el nervio, si lo que tenía que decirme era lo que yo creía… -¿Quiénes son las pers… los cadáveres que están en aquel lugar?- tuve que apretar los dientes para terminar mi pregunta, sentía como un vacío recorría mi cuerpo, fue entonces que Ruiz levantó su mirada y con una voz cortada pronunció –Uno de los cuerpos es… es tu hermano, y al parecer también el mayor de sus hijos...- no se en que momento me derrumbé ya que cuando recuperé el sentido completamente estaba temblando y gritaba, podía ver como uno de los policías que antes estaba en la puerta ahora me sujetaba con fuerza de las manos mientras Ruiz trataba de tranquilizarme, ¡mi hermano! la única persona que durante mi adolescencia me apoyó cuando quise estudiar ciencias forenses, tan sólo tres días antes lo había visto junto con su esposa y mis dos sobrinos… ahora ya de eso no quedaba nada, mi hermano, mi amigo, un cabrón les había arrancado la vida a él y a su hijo y ni siquiera tenía idea del por qué.

-Tranquilízate Martínez, necesito que seas fuerte, esto aún no termina, ¡con un carajo! Tu quisiste seguir con esto, ¡ahora sigues!- las palabras de Ruiz podrían haber sonado demasiado violentas para el policía que me sostenía pero no para mí, sus palabras me hicieron entrar en razón y comprendí que ahora dependía de mí terminar el caso, por mi mente cruzaba que sólo yo debía terminar con eso. –Está bien- dije entre sollozos y con los ojos inundados en lágrimas, -¿Dónde está mi hermano?- mi mentor puso su mano en mi hombro y le hizo una mueca al policía para que me soltara, -Ahora iremos para allá, todo se va a resolver Martínez, vamos a atrapar a ese hijo de puta-

Al fin llegamos al tercer sitio, mi cabeza daba vueltas aún y Ruiz había tenido que recurrir a unos calmantes que tenía en el auto pero me pude percatar de que toda la atención de los medios estaba centrada en aquel viejo almacén de víveres de dos hermanos cuyos apellidos no podía recordar, el lugar estaba humeado y me dio la impresión de que alguien había detonado el lugar. Ruiz me ayudó a bajar del auto y los medios fotografiaron nuestra entrada como si de algún espectáculo morboso se tratara; ahí estaban los cuerpos de mi hermano y su hijo medio calcinados pero aún reconocibles, resistí la necesidad de explotar nuevamente al ver las innumerables llagas en sus cuerpos las cuales sabía que habían sido hechas antes de que el lugar fuera explotado. Ni siquiera le di importancia a los otros 3 cuerpos que yacían calcinados dentro del almacén, quería abrazar a mi hermano pero sabía que no podía, -vámonos Ruiz, Carmen tiene que saber que mataron a su esposo y a uno de sus hijos- Ruiz me miró con un aspecto devastado y antes de que pudiera decirme algo uno de los policías que acordonaba la zona lo llamó, me quedé ahí sólo unos segundos mirando los cuerpos y llenando mi mente de miles de maneras en las que planeaba matar al infeliz que les había hecho eso.

-Martínez… no se si esto te ayude pero tenemos una buena noticia, el hijo menor de tu hermano, Ramón, sobrevivió y sólo tiene heridas leves- debí sentirme contento ante lo que me decía pero tan sólo pensaba en que mi sobrino viviría sin un padre al que acompañaba a hacer algunas compras junto con su hermano aquel día, no sonreí al saber la noticia pero me aproximé a la camilla donde el pequeño estaba, lo tomé entre mis brazos y lo abracé tratando de consolarlo, hasta el día de hoy no se que tanto pudo comprender sobre lo que le sucedió ese día a su familia debido a su corta edad pero su llanto me hacía saber que lo había visto todo. Todos los periodistas tomaban fotos de mí abrazando a mi sobrino como si yo fuera el centro de atención, ¡malditos desgraciados! Siempre lucrando con el sufrimiento. Aquel día comenzó todo.

Pedí un descanso de una semana en el trabajo para poder recuperarme emocionalmente de todo eso, mi entonces novia me apoyó incondicionalmente así como yo me vi en la necesidad de apoyar a mi cuñada mientras encontraba un empleo para poder sobrevivir a la falta de mi hermano. Un día mientras estaba recostado pensando en lo sucedido sonó mi teléfono, era Ruiz diciendo que sabían quien era el asesino, rápidamente me cambié y salí disparado hacia la comandancia. Una vez que llegué vi a Ruiz y a un policía interrogando a uno de los dueños del almacén donde asesinaron a mi hermano, su nombre era Ricardo Sáenz y aseguraba que su hermano, el otro dueño del almacén había asesinado a todas esas personas y que aquella misma mañana se había presentado a su casa riendo como un desquiciado confesando su crimen, él había salido corriendo de la casa dejando a su hermano Fernando con su locura y una botella de ron, se había dirigido directamente a la comandancia y fue ahí cuando Ruiz me llamó. –Ya lo tenemos Ruiz, ¿qué esperas? Vamos a casa de este tipo antes de que sea tarde- No podía controlarme, mi euforia casi rozaba la obsesión por atrapar a Fernando Sáenz pero Ruiz se dirigió a mi de una manera molesta, -ya envíe una patrulla a su casa, sólo quería que supieras que tenemos al asesino, tu trabajo en este caso ya terminó- Sentí rabia al escuchar esas palabras pero ya nada podía hacer sino esperar a que el desgraciado apareciera en la comandancia esposado y ver su cara cuando lo encerraran de por vida, desafortunadamente nada de eso sucedió.

Fernando Sáenz ya no estaba en la casa cuando la patrulla llegó y hasta el día de hoy sigo trabajando en el caso de manera extraoficial; un año después su hermano Ricardo comenzó una enfermiza relación con la viuda de mi hermano hasta hace un par de años cuando murió a causa de una extraña enfermedad, ella nunca supo lo que su hermano Fernando Sáenz le hizo al mío, nunca tuve el valor de decírselo y aunque me resultaba repugnante verlos juntos lo aprobé a favor de la estabilidad económica que Ricardo les podía proveer, él y yo nunca volvimos a cruzar palabras pero él y yo sabíamos que estábamos ligados por algo tremendamente doloroso, juré no dar a conocer públicamente el nombre del asesino para proteger la vida de la familia de mi hermano. El apellido de Ramón cambió al mismo de su padrastro y con los años me alejé casi al grado de desconocer el lazo familiar que aún tenía con esa familia. En los últimos años había perdido de vista todo lo que tenía que ver con la familia Sáenz hasta hace unos días cuando su hijo, mi sobrino, asesinó a una persona involucrada en un terrible incendio tiempo atrás y había desaparecido de vista.

* El forense Fresnos escuchó atónito cada palabra que Martínez dijo y mientras de nuevo se escuchaban tenues gotas de lluvia cayendo desganadamente y estrellándose contra las ventas en su mente sólo se formuló una idea que se acrecentaba segundo a segundo: ¡ése caso no sería como ningún otro!

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En la ciudad aledaña al pueblo comenzaba a caer un aguacero y los últimos rayos de sol ya habían desaparecido; un joven se encontraba sentado en un pequeño bar lleno de gente mientras tomaba una cerveza, miraba la ventana a su lado cegándose con el letrero con luces de neón que colgaba por fuera mientras las gotas golpeaban el cristal, de pronto un hombre de edad algo avanzada se sentó frente a él y alargó su brazo tomando la cerveza, dio un largo sorbo ante la mirada distante del joven quien sonrió ligeramente al verlo, el anciano se recargó sobre el respaldo del asiento y con una mirada de malvada satisfacción dijo -¡Hola Ramón!-



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