martes, 26 de junio de 2012

Skitia; Tierra escondida. (Parte 1)


Una tarde tranquila en la ciudad de Guadalajara, un domingo caluroso en compañía de la familia y una comida tradicionalmente tapatía. El mariachi, el tequila y los lonches ahogados escurriendo de salsa picante en los platos de cada comensal. Un convivio hermoso, donde cada uno de los miembros de tan extensa familia disfrutaba de cada broma del Tío Rafa a sus sobrinos e hijos. De cada experiencia del Tío Arturo, en los vinos, los platillos, y las grandes mujeres que un día pasaron por sus sábanas; claro, todo esto se hacía en voz baja, no quería que la Tía Sabella provocara otro reverendo circo enfrente de Emilia, su ahijada. Del irónico Abuelo Felipe Mazzocco y el cariño de la Abuela Gracia y sus maravillosos sopes de queso y frijoles. De las borracheras de la Tía Angélica y la Tía Moni, las mas chicas. Pinta para ser un inolvidable domingo, no siempre encontramos a todos aquí comiendo, platicando y bebiendo como cuando eran solo los tíos. La Tía Yolanda estaba muy molesta, sus tres sobrinos, que más que Luis y Rafael, Roberto era quien la hacía molestar tanto por su informalidad ante estos eventos familiares, pues eran los únicos que faltaban en todo el convivio familiar. Al verla solo se le veía el ceño fruncido diciéndole infinidad de cosas al Tío Rogelio, quien muy relajado y tranquilo, solo le decía que disfrutara de la compañía de su familia, que él no podía hacer lo mismo ya.
Se hacía tarde y ni una señal de Roberto para subir al carro y partir rumbo a la comida con sus abuelos, que tanto tiempo ya sin verlos, desesperaban por su llegada al dominical banquete de cada mes. __ ¡Beto! ¡¡BETO!!__, Luis gritaba desde la calle con un tono enfurecido y desesperado por ir a comentar su última conquista con el Tío Arturo; no podía esperar a recibir un apapacho de su seductor tío y  ser aconsejado más y más sobre las mujeres. Rafael, el más grande de los tres primos tan bien parecidos, esperaba tranquilo desde la lujosa camioneta color vino, una elegante máquina que al ser tan lujosa, no podía dejar de lado lo varonil y atractivo para cualquier mujer de las colonias más privilegiadas de la zona metropolitana. __ Ve a buscarlo, no creo que esté dándose prisa, sabes que estará leyendo acerca de ese bosque, como siempre__. Le dice Rafael a Luis, con un tono tranquilo y relajado, con esa voz masculina que caracteriza a la familia de los Mazzocco.
Roberto, un chico introvertido que no suele ir a muchas fiestas, sin embargo, prefiere beber cerveza y fumar hierba leyendo y viendo películas dentro de su habitación. Hábitos raros para un Mazzocco. Una de las familias más privilegiadas en la zona metropolitana y de las más reconocidas dentro de la clase social. Sus mansiones, sus carros, sus ranchos, y sobre todo sus integrantes masculinos, tan bien parecidos. Roberto, apasionado por la música y el arte, no era muy bien visto dentro de sus primos, todos generalmente vestían con ropa de marca, él solo prefiere vestir sencillo y tratar temas más interesantes que hacia dónde sería el próximo viaje de verano, si a Bruselas o a Nueva Zelanda. Pero últimamente, el más joven de los tres primos adolescentes se había interesado más en una pequeña leyenda urbana, olvidada ya por los habitantes de la ciudad de Guadalajara. Donde se cuenta la historia de un túnel. Un pasaje que lleva desde el bosque de La Primavera, hasta una tierra paralela dentro del espacio y el tiempo del mundo como lo conocemos. Skitia. __“Che cosa stai facendo? Abbiamo tempo di attesa”__. Luis, desesperado y gritando, irrumpió en la habitación de Roberto, quien preparaba sus cosas más importantes para ir a la comida de su familia, todo empacado en una mochila gris y desgastada. Luis, muy anonadado, pregunta Luis con un tono muy temeroso y preocupante __ ¿Para qué es esa mochila?__ No me perderé la oportunidad de escaparme de la casa del abuelo para empezar con mi aventura a “Skitia”__. Contestó Roberto muy seguro y motivado de que podría encontrar ese pasaje a un mundo totalmente alterno al que hoy en día conocemos. __No puedo creer que sigas con estas estupideces de niños, en un mes nos vamos a Estocolmo y aún no compras ropa de moda, ¿Quién te crees?__. Luis estaba enfurecido, no soportaba la inmadurez de Roberto, cada vez que él hablaba de Skitia, Luis se ponía de pie; prefería hablar por teléfono con su novia Samanta, -quien ya esperaba fastidiada en la casa del abuelo- que escuchar cuentos para niños de cuatro años. Pero Roberto confiaba en que Skitia, realmente existía. 

domingo, 24 de junio de 2012

Bajo los ojos del diablo


Bajo los ojos del diablo

Por: Germán Ortega y Noé Rodríguez


Ahí estaba Santiago, postrado sobre una destartalada silla en la cabecera de la rústica mesa gastada en el centro de la pequeña habitación de su casa, las paredes estaban desgastadas y enmohecidas, el suelo se limitaba a estar formado por antiguas losetas  de canteras cuarteadas, un pequeño candil colgado sobre la mesa daba una iluminación tan tenue que daba la sensación de ser siempre de noche aunque uno se encontrara  a mediodía debido a que el comedor se encontraba en el centro de la casa y no había ventanas cerca. El aroma de la habitación era una mezcla de humedad y de la caliente paella que se encontraba en la mesa vaporando aún.

El pequeño niño daba lentas y torpes cucharadas al tazón que contenía la paella; cada que hundía la manchada cuchara al platillo, su mano daba un recorrido indeciso hacia su boca y masticaba desganadamente la comida mientras miraba sin ánimos de atención el vaso de agua que se encontraba a su derecha. Su madre estaba parada al otro extremo de la mesa, era una mujer joven y hermosa aún, su pelo era castaño y ondulado, sus ojos cafés resaltaban bajo la opaca luz del candil y su madura pero sensual figura se dejaba ver a través del vestido delgado que usaba cuando hacía labores domésticos, sus casi perfectos senos junto con sus hermosas piernas atraían las miradas lujuriosas de muchos de los habitantes del pueblo, después de todo, aún estaba en sus treintas.

¿Era un regaño o sólo pláticas vagas lo que su mamá trataba de decirle? Esa pregunta pasó durante un momento por la mente de Santiago mientras seguía comiendo, volteó a ver a su madre lentamente y su ella hizo una pausa repentina, él nunca se tomaba la molestia de poner atención a lo que acontecía a su alrededor así que fue un agradable impacto para su madre que éste le pusiera atención después de todo, pero el niño sólo se limitó a volver la mirada a su plato y volver a ignorarla; de pronto soltó la cuchara con un signo de molestia y descuidadamente se empujó hacia atrás para recorrer la silla, se dirigió hacia la puerta sin voltear atrás y la abrió de golpe, se quedó parado durante un par de segundos mientras escuchaba los sollozos de su madre, no la odiaba pero extrañamente en su interior no se produjo remordimiento alguno, continuó caminando y la puerta se cerró detrás de él, caminó por el pasillo que daba a la puerta principal y de igual forma salió sin preocuparle dejar a su madre destrozada por el rechazo de su único hijo.

El sol golpeó los claros ojos de Santiago haciendo que los entrecerrara para evitar encandilarse completamente, era un niño delgado y de estatura algo baja en comparación con otros chicos de su edad, su cabello castaño no era muy largo pero alcanzaba a rozar sus cejas, estaba ligeramente despeinado pues nunca prestaba demasiada atención a su apariencia, algo típico en alguien de su edad, tenía una pequeña mancha de nacimiento en lo alto de su respingada nariz, vestía un corto pantaloncillo café, una camisa blanca de manga corta, descuidada ya por tantas lavadas fajada en dicho pantaloncillo, calzaba unos botines cafés raspados y desgastados. Comenzó a caminar por la polvorienta brecha hacia la vieja granja abandonada del pueblo donde siempre se encontraba con su amigo Pablo, la única persona que lo entendía y acompañaba en sus ratos difíciles.

Desde pequeño había descubierto que el mundo era algo ajeno a él, había sentido el rechazo de los otros niños y gente con la que alguna vez convivió, algunas veces se sentía demasiado triste y no sabía la razón, también se sentía muy molesto y desesperado sin entender el motivo, lo único que podía recordar era que otros niños lo molestaban y lo lastimaban cuando él sólo trataba de aislarse; el único que siempre lo había apoyado era Pablo, siempre Pablo, esa era la razón por la cual Santiago lo veía como un hermano. Cuando lo vio sentado sobre una gruesa llanta de tractor escarapelada sonrió como pocas veces lo hacía y le dio un fuerte abrazo, sin duda las dos semanas sin verse los habían echo extrañarse mutuamente.

- ¿Qué pasa Santi?, tu madre me ha dicho que habías enfermado de gravedad ¿Todo bien?. Le preguntó Pablo enérgicamente mientras caminaban sacando piedritas del camino con una vara de madera por la antigua granja.

- Si pues todo ha sido una exageración de mi madre, tan sólo tuve calentura y algunos dolores de cabeza pero ya me siento mejor. Respondió de manera desganada pero atenta a su amigo, se estaba acercando a la viejo pozo de agua que ahora se asemejaba más a una grieta ya que se había estado desgastando de tal manera que un pedazo entero del aro de piedra había desaparecido por completo.

Era la primera vez que se acercaban a esa zona ya que hace un par de años había ocurrido un grave accidente en el pozo el cual involucraba a un pequeño niño y la gente anciana del pueblo comentaba que en ese lugar habitaba algo extraño, supersticiones seguramente pero eran suficientes para ahuyentar a toda la gente que vivía en aquella tradicional localidad española. Durante mucho tiempo los dos niños evitaban acercarse al pozo pero ese día su plática no les había permitido darse cuenta que estaban a sólo unos pasos de ese viejo patio en donde se habría de repetir otro fatídico accidente.

- Sería bueno asomarnos a ver al viejo del costal ¿Eh Santiago? Comentó en un tono entusiasta Pablo al mismo tiempo que se acercaba cuidadosamente al pozo; Santiago lo miró, le echó una breve sonrisa mientras se encogía de hombros y se acercó tímidamente hacia donde se encontraba su amigo. Se asomaron recargándose en las orillas del aro de piedra que aún se sostenía alrededor del pozo. – Oiga señor costalero, ¿Está ahí?, ¡vamos, hemos venido a saludarlo. Le gritaban los niños al fondo del pozo mientras reían burlonamente.

De pronto Santiago sintió un escalofrío en su nuca y un impulso lo hizo voltear hacia atrás rápidamente, vio a unos cuantos centímetros de él a uno de los niños que siempre lo molestaba en la calle, trató de gritarle a Pablo para advertirle pero la sorpresa lo enmudeció y de su boca solo salieron  ligeros gemidos, no pudo hacer nada mas que abrazar a su amigo fuertemente y ver como el malicioso niño los empujaba vigorosamente al fondo del pozo.

Cayeron los dos amigos soltándose al iniciar la caída, no podían distinguir mucho en la creciente oscuridad, de repente Santiago pudo distinguir el fondo del pozo, no habían grandes cantidades de agua, en su lugar habían pequeños charcos, lodo y piedras aplanadas húmedas. Primero cayó Santiago, su pierna recibió el impacto y de pronto en su interior pudo escuchar como el hueso se quebraba como se quiebra una rama de árbol, también recibió un fuerte golpe detrás del oído al caer por completo, pequeños brotes de sangre comenzaron a aparecer por su cuello. Segundos después cayó Pablo, su cuerpo se había volteado y su cabeza recibió el impacto, su cuello crujió y al caer por completo, su cuerpo tuvo unos pequeños espasmos antes de quedarse completamente inerte, había muerto.

Santiago trató de levantarse al ver a su amigo yaciendo en el suelo pero su pierna se dobló como una hoja de papel y echó un estruendoso grito que resonó en la bóveda subterránea, cayó de golpe y se arrastró hacia Pablo, -Pablo, responde, ¿estás bien?, Pablo por favor, abre los ojos. Gritaba mientras las lágrimas brotaban de sus ojos, abrazó el cuerpo de su amigo y vio como su rostro inexpresivo dejaba claro que ya no se encontraba con vida.

-¡Maldito hijo de puta! ¡Mira lo que has causado! Gritaba desconsoladamente al agujero de luz que se veía varios metros arriba esperando ver al mal nacido que había asesinado a su mejor amigo, no pudo verlo ni escucharlo; ya era cerca de mediodía cuando el dolor de su pierna era casi insoportable, sabía que tenía que acomodarla de alguna forma, ya había dejado el cuerpo de su amigo en paz desde hace una hora después de haber llorado y gritado hasta enronquecer.

Estaba sentado observando su pierna cuando escuchó una risa ronca proveniente de la oscuridad, -¿Quién anda ahí?, ¿Eres tú hijo de puta? Preguntó Santiago, en su voz se podía notar el miedo y el dolor que en ese momento sentía. Una voz grave y ronca le respondió burlonamente, -¿De quién hablas? ¡Mi madre no es una puta!, creo que ni siquiera tengo una madre a la cual puedas insultar. Continuó riendo mientras Santiago volvía al cuerpo de su amigo y se ponía encima de él como si lo estuviera defendiendo, -De Pablo no te preocupes, ya poco le puede pasar al pobre desgraciado. Dijo la voz burlándose del pobre Santiago.

-¿Quién eres?, ¿Cómo sabes que se llama Pablo? Santiago sentía en su interior una mezcla de miedo e impotencia, no tenía idea de quién lo observaba en la oscuridad ni qué planeaba hacer con él.

-Tranquilo Santiago, los conozco muy bien a ambos, los he escuchado cuando vienen aquí tan seguido desde hace mucho tiempo, realmente me intrigaba saber si alguna vez acabarían aquí como el otro muchacho hace unos años, sé que no es nada cortés hablar desde las sombras, me mostraré a ti pero no quiero que vayas a intentar nada estúpido ¿vale?- dijo la grave voz con un tono discretamente alegre y de pronto una figura no más grande que Santiago se dejó ver entre la penumbra, era delgado pero no figuraba en él debilidad alguna, era pálido y sin pelo en su cuerpo, ni una sola ceja era visible en esa pequeña criatura, sus facciones eran humanas, no muy distintas a la de un niño como Santiago, pero su mirada a través de esos ojos negros se traducía en la de un adulto muy perspicaz, su desnudez completa le mostró a Santiago lo asexuado del extraño ser que ahora estaba parado frente a él.

-Debes tener algo de hambre, ya deberías haber comido ¿no es así? Preguntó cordialmente la criatura ante la mirada atónita de Santiago, no podía creer lo que sus ojos le proyectaban pero al mismo tiempo una parte de su adolorida cabeza le trataba de dar sentido a toda la situación. -¿Quién eres?, ¿Qué eres?, ¿Qué haces aquí? Preguntó de manera frenética el niño a la criatura.

-Muchas preguntas, no se si tenga respuesta para todas ellas. Dijo sarcásticamente la criatura. –Si me llamas del algún modo has de llamarme Mogamú, en cuanto a tu segunda pregunta, no tengo una respuesta que puedas entender por el momento, y respecto a tu tercera pregunta, estoy aquí porque escuché tus gritos y vine a hacer un poco de compañía, creo que la que tienes a un lado no te es de mucha utilidad ¿o sí?. Mogamú reía mientras pronunció esto último, no parecía amenazante pero aún así Santiago temblaba y sentía por su cuerpo una sensación fría con cada palabra que la criatura hacía.

-¿Me harás algo?. Le preguntó temerosamente Santiago. – Si quisiera hacerte daño alguno  ya lo habría echo. Le respondió sin titubeo Mogamú –Simplemente estoy aquí para hacerte compañía, ya te lo he dicho.

-¿Puedes sacarme de aquí? Necesito sacar a mi amigo y curar mi pierna, me duele mucho. Dijo Santiago, los ojos de Mogamú se entrecerraron y una gran sonrisa abarcó gran parte de su rostro, -Si pudiera sacarte de aquí significaría que yo también puedo salir, y no estaría aquí en primer lugar ¿no crees?. La criatura reía a carcajadas mientras se acercaba al cuerpo de Pablo. -¡Aléjate! No te quiero cerca de Pablo, no te quiero cerca de mí, no voy a dejar que te burles de mí.

La criatura dejó de carcajearse pero su sonrisa no desapareció del todo, -Me iré por un rato, pero ya me necesitarás después, esa hambre que tienes va en aumento y yo tengo la solución a eso, háblame si necesitas mi compañía. Después de decir lo anterior, Mogamú volvió a desaparecer entre las sombras dejando otra vez sólo a Santiago.

Las horas pasaron y el dolor de su pierna había disminuido, no era una buena señal de seguro pues ésta había adquirido un color grisáceo, pero lo que más le importaba en esos momentos a Santiago era el hambre que cada vez se notaba más, por fortuna tenía un poco de agua procedente de los charcos, no era muy confiable pero le ayudaría a no deshidratarse mientras pensaba como salir de ahí; esa noche trató de dormir, en su mente se manifestaba la imagen de su madre y más que una preocupación sintió ganas de verle y abrazarle.

Ya daba el mediodía del siguiente día y los rayos solares entraban en aquella cueva mientras Santiago yacía mirando fijamente a Pablo, en sus ojos se notaba una gran hambre y aparentemente la pierna había empezado a infectarse, dándole un aspecto demacrado y pálido, el pobre niño supo que tendría que recurrir a Mogamú si es que quería comer algo.

-Mogamú, ¿me oyes?. Preguntó al viento el niño.

-Siempre te escucho, nunca me encuentro demasiado lejos de ti muchacho. Respondió en un tono simplón la criatura. -Ya no puedes más con el hambre si no me equivoco.

-Puedo con ella ¡A que sí!, sólo que me vendría bien algo para apaciguar un poco mi estomago. Le dijo el chico con una voz retadora. -¿Podrías darme algo de lo que tu comes? Digo… ¿te alimentas de algo verdad?

-¡Claro que me alimento! Le respondió soberbiamente Mogamú. –Pero no te he de alimentar hasta que vea que te es completamente necesario, no te desesperes, todo lleva tiempo, de seguro te arrepientes de no acabarte el tazón que tu sensual madre te sirvió ¿o me equivoco?

-¿Qué has dicho? Preguntó tajantemente Santiago. Su mirada penetró en la oscuridad y pudo ver a Mogamú frente a el acercándose.

-Tu madre, una delicia verdaderamente, no entiendo como puedes ignorarla cuando la tienes cerca, ¿me negarás que la has deseado más de una vez?

-¡Qué asco me da lo que dices! ¿Cómo puedes insinuar tal perversidad? Amo a mi madre y nunca la vería de una manera tan enferma. El chico se paró decidido a moler a golpes a la criatura pero su pierna una vez más se venció y Santiago cayó al suelo gritando de dolor, la pierna había vuelto a dolerle como la primera vez.

-Te conozco mejor de lo que tu crees.

-¡Lárgate! Gritó el chico con gran dolor ante la mirada burlona de Mogamú. –Me iré, te dejaré pensando un poco, volveré cuando vea que no puedes más con tu hambre ¿te parece?. Respondió Mogamú y reía de una manera que insinuaba burla, se alejó y desapareció en la penumbra nuevamente.

Santiago estaba realmente incomodo con las insinuaciones que le había echo Mogamú, nunca se había puesto a pensar en su madre de tal manera, no negaba que fuera realmente hermosa, pero por Dios ¡Era su madre! Se sentía asqueado tan sólo de pensar en la posibilidad de verla como algo más. El dolor en su pierna se hizo tan grande que poco a poco fue perdiendo la conciencia hasta desmayarse.

Habían pasado tres días, nunca había pasado tanto tiempo sin comer, el agua se había acabado desde hace horas y su pierna había vuelto a entumirse, Mogamú no había aparecido desde su discusión con Santiago, éste se limitaba a abrazar el cuerpo de su amigo cuando se sentía desolado. Su hambre era insoportable y por un momento pasó por su mente algo horrible.

-A que darías lo que fuera por pegarle un mordisco a Pablo ¿Estoy en lo correcto? No me vas a negar que aún su carne cruda puede parecerte un manjar después de estos días. Dijo la voz de Mogamú entre la oscuridad.

-¡Nunca! Es mi mejor amigo.

-Era, ya sólo queda un cascarón que fácilmente puedes tomar sin pedir permiso.

-¡No puedo más! Hijo de puta tu me has causado esto, estoy seguro que de alguna manera has conseguido que ese maldito niño nos aventara al pozo para tu diversión. Gritaba Santiago con lagrimas saliendo de sus irritados ojos, -¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué, por qué?

Mogamú se dejó ver, en su cabeza ya era visible un poco de pelo castaño y sus cejas comenzaban a poblarse de manera difusa, éste reía a carcajadas y aplaudía enérgicamente. –Con que crees que has adivinado todo ¿verdad? Cuando te conocí te dije que no entenderías qué era yo por el momento, pero creo que ya estas listo para saberlo.

-¡Dímelo maldito, dímelo!

-Como tu quieras Santiago. Mogamú cesó de reír y adoptó por primera vez una postura más seria. –Ponte cómodo, es hora de matar tu pequeño mundito, bastardo.

Mogamú se sentó sobre Pablo para sorpresa de Santiago, quien ya no tenía muchas fuerzas para hacer que se parara de ahí, su mente era un mar de ideas y recuerdos vagos. Un fuerte dolor de cabeza se apoderó de él y supo que no le quedaba más remedio que escuchar lo que la criatura tenía que decir.

-Creo que te has ganado el derecho de saberlo, yo fui quien los arrojó al pozo, yo maté a Pablo, yo soy el que tuve deseos sexuales con tu madre, tu deliciosa madre, soy el chico que te lastimaba y dejaba cicatrices en tu cuerpo, yo soy tu hambre, tu enojo, tu miedo, tu confusión, soy todo lo que tú no puedes ser por cobardía, ¡yo soy tú!

Santiago sentía un vacío helado en su estomago, su piel se había puesto como de gallina y sintió un fuerte mareo, no entendía lo que Mogamú decía, pero sí que lo entendía. Una parte de él se negaba a aceptar el echo de que Mogamú era sólo parte de su imaginación. –¿Tú sólo eres parte de mi imaginación?

-¿De tu imaginación? Por favor, la imaginación no mata gente ni provoca querer fornicar con tu madre, yo nací el día que tu decidiste aislarte del mundo aterrado por las perversidades que tu mente producía, el día que tu padre murió, producto de tu arranque de ira, dejando a tu madre sola para ti, ¡recuérdalo! ¡Cojones, recuérdalo! Mogamú reía mientras veía como la cara de Santiago palidecía más de lo que ya estaba al saber que él mismo había asesinado a su padre, pero… ¿a su mejor amigo?

-Me tomas el pelo. Dijo llorando Santiago, -Claramente observé que un chico nos arrojó.

-Tu mismo proyectaste esa visión para lavarte las manos, para negar tus intenciones, para negarme, después de todo, soy la parte de ti que dejaste encerrada hace años, tenía que salir de algún modo, éste fue la única forma que encontré, tu madre lo ignora y cree que te estas volviendo loco, pero ¡no señor! No estamos locos, tu madre nos necesitaba con ella, tu padre era un estorbo y lo sabes, admítelo Santiago, soy lo único que alguna vez te dio satisfacción.

El pobre chico lloraba desconsoladamente y Mogamú reía cada vez más fuerte. –Te daré la fuerza para salir de aquí muchacho, tómala de tu amigo muerto, sólo un pedazo y tendrás la fortaleza de salir de aquí y llegar con tu madre. –No puedo. Dijo desconsolado el chico, -Es mi amigo, yo no quiero comerlo.

-¡Es matar o morir chico, o en este caso, rematar o morir! Mogamú reía e invitaba al chico a comer de su amigo para salir.

-Prométeme que si lo hago desaparecerás y me dejarás en paz, ¡promételo!

-Cómelo, verás que no necesitarás de mi si lo haces.

-¡Promételo!

-Lo prometo. Mogamú dejó de reír completamente y su voz se hizo más ronca mientras desaparecía entre las sombras por última vez.

Santiago se abalanzó hacia el cuerpo de Pablo, su cuerpo estaba hinchado pero eso a él no le importaba, sólo quería salir de ahí y olvidar todo lo que había pasado, después de todo ya lo había echo en el pasado. Pegó un mordisco a la espalda del cadáver, luego otro y otro, lloraba mientras masticaba pero no dudó en seguir masticando, cuando quedó saciado se tiró al suelo y gimió destrozado al saber que había hecho algo horrible, lloró hasta que se quedó dormido de cansancio. No tuvo sueño alguno.

Despertó, la luz golpeaba sus ojos de lleno, pero no era la cueva, era diferente, se encontraba en su casa, estaba acostado en su cama con la pierna amputada y su madre se encontraba a su lado observándolo con gran tristeza.

-Mi pobre niño, ya estas en casa, no te preocupes, todo va a estar bien. Le dijo su madre con lagrimas en los ojos.

-¿Qué pasó mamá? Preguntó Santiago verdaderamente confundido.

-¿No recuerdas nada? Su madre se encontraba extrañada y asustada pero en sus cristalinos ojos se asomaba una chispa de alegría al saber que su hijo no recordaba nada de lo acontecido. Se acercó a su hijo y lo abrazó con fuerza. Santiago respondió el abrazo pero sentía algo diferente hacia su madre, era como si necesitara tenerla en sus brazos por siempre, se mantuvieron abrazados durante varios minutos y después su madre se separó de él, le dio un beso en la mejilla y se retiró del cuarto.

-Estaré en la otra habitación mi niño, si necesitas algo dímelo.

-Gracias mamá.

El niño veía la pared con incertidumbre tratando de recordar lo ocurrido, todo estaba en blanco. De pronto sintió como su cabeza comenzaba a dolerle, subía de intensidad a cada segundo.

Cerró los ojos con fuerza y a su mente vino una palabra extraña: ¡Mogamú!




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