No… nunca había visto un caso como ese, ni siquiera en estos días en que la violencia ha aumentado en todas partes, ¡Por dios! La misma naturaleza de los acontecimientos de aquel día sigue siendo un misterio para mí. La misma pesadilla me atormenta algunas noches aún después de tantos años, ¿Qué debía hacer? ¿Huir del caso? ¿Haber dicho lo que descubrí ese día? Tantas cosas dan vueltas tan rápido en mi cabeza que llegan a marearme y siento ganas de vomitar. Sólo comprendo una cosa, conocí la cruda realidad de las personas el día que comencé con el primer caso Sáenz.
Fue hace ya cerca de veinte años, pero recuerdo con exactitud lo que ocurrió ese día. Era 13 de julio, tarde soleada y calurosa, las calles no estaban muy transitadas como era costumbre, todo mundo hacía sus actividades cotidianas y yo, Gerardo Martínez Llosa me encontraba en la comandancia reportándome puntual, después de todo yo era el nuevo y no quería dar una mala impresión a mi jefe, el comandante Garza, por lo menos no hasta que otro mocoso como yo llegara al lugar, tenía entonces 29 años.
Sucedió cerca del mediodía, yo me encontraba sentado en mi escritorio dentro de mi pequeño cubículo revisando algunos archivos, casos aún no resueltos pero de poca importancia para la oficina de averiguaciones. De repente mi entonces compañero e instructor Iván Ruiz llegó alarmado golpeando mi escritorio, al escuchar su mano chocar con la madera eché un brinco para atrás un tanto asustado. –¡Tenemos que salir, ocurrió un accidente… mejor dicho, tres!- La voz de Ruiz sonaba fatigada y suficientemente exaltada como para alarmar al más tranquilo de los hombres en la comandancia. Rápidamente me levanté de mi silla y tomé mis cosas, una carpeta con hojas en blanco, mi pluma y una cámara por si se necesitara evidencia física, -¿Qué pasó? ¡cálmate un momento, estas poniendo a todos nerviosos y suficiente estrés hay aquí ya!- le dije a Ruiz bruscamente, no me consideraba un tipo de mal genio pero no soportaba ver debilidad en las personas, y menos si se trataba de una persona que fungía como mi mentor, -¡Te cuento todo en el carro, guarda tus cosas en tu saco y vámonos!...y Martínez!- Me dijo Ruiz -¿Qué?-le respondí con la misma actitud -Déjate ese tono altanero para tu mujer, a mí no me hablas en ese tono- Dijo Ruiz tajantemente, volviendo a ser él mismo de nuevo, no dije más y nos dirigimos al auto apresuradamente.
Una vez en camino me dirigí hacia Ruiz y me disculpé con él por haber tomado esa actitud, admiraba su trabajo como inspector en el pueblo ya que él había descubierto a una banda de secuestradores años atrás y seguía siendo muy efectivo a la hora de esclarecer los hechos de algún incidente ya fuera provocado o accidental, tenía una personalidad muy volátil pero me sentía cómodo trabajando bajo su tutela. El se limitó a mirarme de reojo y a soltar una ligera sonrisa confiada haciéndome saber que no se lo había tomado personal. –Una vez arreglado ese asunto… ¿me puedes decir que ocurrió? Nunca te había visto tan alarmado- su mirada no se despegó del camino mientras me contestó – Hasta ahora ya se reportaron quince personas heridas o muertas en tres puntos diferentes de la ciudad por quemaduras y mutilaciones por explosión- La situación no me parecía nada especial, quiero decir, comprendía la gravedad del asunto pero no entendía el porqué de la reacción de Ruiz, -¿Pero qué pasó? No entiendo que tiene de alarmante, ni siquiera se por qué tenemos que estar presentes en este momento, ¿no deberíamos llegar hasta que los heridos y los muertos sean retirados?- pregunté secamente a Ruiz. En ese momento yo era muy joven y no tenía la experiencia de Ruiz, antes de eso pude haberme zafado de todo lo que me esperaba. Ahora, 18 años después comprendo que el ahora fallecido inspector Ruiz no tenía intención de involucrarme de lleno a esa averiguación, entrenamiento solamente, pero nunca llegar a donde yo llegué. Hasta el día de hoy me arrepiento de haber echo esa pregunta…
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