Una
tarde tranquila en la ciudad de Guadalajara, un domingo caluroso en compañía de
la familia y una comida tradicionalmente tapatía. El mariachi, el tequila y los
lonches ahogados escurriendo de salsa picante en los platos de cada comensal. Un
convivio hermoso, donde cada uno de los miembros de tan extensa familia
disfrutaba de cada broma del Tío Rafa a sus sobrinos e hijos. De cada
experiencia del Tío Arturo, en los vinos, los platillos, y las grandes mujeres
que un día pasaron por sus sábanas; claro, todo esto se hacía en voz baja, no
quería que la Tía Sabella provocara otro reverendo circo enfrente de Emilia, su
ahijada. Del irónico Abuelo Felipe Mazzocco
y el cariño de la Abuela Gracia y sus maravillosos sopes de queso y frijoles. De
las borracheras de la Tía Angélica y la Tía Moni, las mas chicas. Pinta para
ser un inolvidable domingo, no siempre encontramos a todos aquí comiendo,
platicando y bebiendo como cuando eran solo los tíos. La Tía Yolanda estaba muy
molesta, sus tres sobrinos, que más que Luis y Rafael, Roberto era quien la
hacía molestar tanto por su informalidad ante estos eventos familiares, pues
eran los únicos que faltaban en todo el convivio familiar. Al verla solo se le
veía el ceño fruncido diciéndole infinidad de cosas al Tío Rogelio, quien muy
relajado y tranquilo, solo le decía que disfrutara de la compañía de su
familia, que él no podía hacer lo mismo ya.
Se
hacía tarde y ni una señal de Roberto para subir al carro y partir rumbo a la
comida con sus abuelos, que tanto tiempo ya sin verlos, desesperaban por su
llegada al dominical banquete de cada mes. __ ¡Beto! ¡¡BETO!!__, Luis gritaba
desde la calle con un tono enfurecido y desesperado por ir a comentar su última
conquista con el Tío Arturo; no podía esperar a recibir un apapacho de su
seductor tío y ser aconsejado más y más
sobre las mujeres. Rafael, el más grande de los tres primos tan bien parecidos,
esperaba tranquilo desde la lujosa camioneta color vino, una elegante máquina
que al ser tan lujosa, no podía dejar de lado lo varonil y atractivo para
cualquier mujer de las colonias más privilegiadas de la zona metropolitana. __
Ve a buscarlo, no creo que esté dándose prisa, sabes que estará leyendo acerca
de ese bosque, como siempre__. Le dice Rafael a Luis, con un tono tranquilo y
relajado, con esa voz masculina que caracteriza a la familia de los Mazzocco.
Roberto,
un chico introvertido que no suele ir a muchas fiestas, sin embargo, prefiere
beber cerveza y fumar hierba leyendo y viendo películas dentro de su
habitación. Hábitos raros para un Mazzocco.
Una de las familias más privilegiadas en la zona metropolitana y de las más
reconocidas dentro de la clase social. Sus mansiones, sus carros, sus ranchos,
y sobre todo sus integrantes masculinos, tan bien parecidos. Roberto,
apasionado por la música y el arte, no era muy bien visto dentro de sus primos,
todos generalmente vestían con ropa de marca, él solo prefiere vestir sencillo
y tratar temas más interesantes que hacia dónde sería el próximo viaje de
verano, si a Bruselas o a Nueva Zelanda. Pero últimamente, el más joven de los
tres primos adolescentes se había interesado más en una pequeña leyenda urbana,
olvidada ya por los habitantes de la ciudad de Guadalajara. Donde se cuenta la
historia de un túnel. Un pasaje que lleva desde el bosque de La Primavera,
hasta una tierra paralela dentro del espacio y el tiempo del mundo como lo
conocemos. Skitia. __“Che cosa stai facendo? Abbiamo tempo di
attesa”__. Luis, desesperado y gritando, irrumpió en la habitación de
Roberto, quien preparaba sus cosas más importantes para ir a la comida de su
familia, todo empacado en una mochila gris y desgastada. Luis, muy anonadado,
pregunta Luis con un tono muy temeroso y preocupante __ ¿Para qué es esa
mochila?__ No me perderé la oportunidad de escaparme de la casa del abuelo para
empezar con mi aventura a “Skitia”__.
Contestó Roberto muy seguro y motivado de que podría encontrar ese pasaje a un
mundo totalmente alterno al que hoy en día conocemos. __No puedo creer que
sigas con estas estupideces de niños, en un mes nos vamos a Estocolmo y aún no
compras ropa de moda, ¿Quién te crees?__. Luis estaba enfurecido, no soportaba
la inmadurez de Roberto, cada vez que él hablaba de Skitia, Luis se ponía de
pie; prefería hablar por teléfono con su novia Samanta, -quien ya esperaba
fastidiada en la casa del abuelo- que escuchar cuentos para niños de cuatro
años. Pero Roberto confiaba en que Skitia, realmente existía.
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