domingo, 29 de enero de 2012

Estragos De Un Quinto Sueño.

__Era tanta la fricción en el choque de egos, que se podía sentir la elevación de la temperatura a cada palabra emitida por sus bocas. Cuando sus yemas por fin se lanzaron a sujetarle su frágil e inocente cuello, ásperas le rasparon en la yugular, y al mismo tiempo, un escalofrío de fuego cruzaba por su mente, quemaba como el hielo, haciéndole recordar aquel intercambio de caricias que compartían de manera mutua, cuando postrados en aquel sofá metálico, y con una mirada fija en cada pupilo, y ambos petrificados por dicho fenómeno, se sintieron arraigados de nuevo al quinto sol de él. Sin nada que emitir, todo ese espacio fue consumido por las sombras y oscuridad, un ambiente verdaderamente tenso, cálido y muy compacto. Fue entonces cuando sus bocas tomaron forma de trompetas, tocando de manera única en cada labio inferior, una nota creciente, que al tirmo del corazón, su mano derecha continuaba con el concierto de caricias hasta recorrer su cuerpo melodioso, envueltos en armonía, que los llevaba a crear esa atmósfera sexual perfecta, y así pues, inundados en un deseo venusiano y envidiado, el gritar de la luna ahuyentada por los claxon lo despertó de esa romántica y amorosa pesadilla__.

Envuelto en sábanas de luz, que esa noche habían quedado como olas oceánicas, húmedas con un toque de sal, lo primero que captaron sus vidrios fueron a sus padres. Estaban asustados, sudando como él, y con una voz de preocupación y de llanto le preguntaron... __¿volvió?__. Tembloroso y con rostro de tristeza caucásica, agachó la mirada y movió su cabeza afirmando la pregunta. Los padres angustiados se miraron y empezaron a murmurar entre ellos tratando de buscar una respuesta, mentras que él, sólo volteó su cuerpo, apoyó su oreja en la fría almohada y vio esa botella con 208 gotas de amor, del más puro, rojo, cálido y falso amor. Cerró los ojos, y después de un apretón, exprimió los arroyos del alma.

Nicole, quien lo había acompañado desde hacia un año atrás, se recostó con él, le mordió la oreja descubierta y le limpió el mar de lágrimas de un lengüetazo, y con un ladrido, le sacó la sonrisa más grande desde hacia ocho meses.


Julio C. Rea

Todos los derechos reservados

sábado, 7 de enero de 2012

El cinema Parte 3.2 (El caso Sáenz continúa)

Al llegar al lugar donde se había reportado el primer “incidente” me di cuenta de que ningún periodista se encontraba presente lo cual me hizo sentirme aliviado, nunca me he sentido cómodo trabajando con un estorboso metiche a un lado preguntando hasta el por qué de llevarme la mano a la cintura, de verdad fue un peso menos notar su ausencia, cautelosamente baje por fin del auto.

Ya se encontraban en el área cerca de ocho policías y algunos paramédicos que ya sólo servían para levantar los restos. Frente a mí estaban tendidos cuatro cadáveres, o al menos eso parecían, ya no quedaba mucho que los pudiera identificar como personas.

Sentía como mis piernas temblaban, realmente era asquerosa aquella escena, parecía como si el responsable hubiera masacrado los cuerpos ahí afuera donde todo mundo podría haberlo visto, no había un solo rastro de sangre que insinuara que el asesino hubiera arrastrado los cuerpos hacía la banqueta, era una colonia poco poblada pero me resultaba verdaderamente absurdo que no hubiera un solo testigo de lo que sucedió.

Naturalmente yo, con mi corta experiencia sentía que me quebraba, se había formado un nudo en mi garganta pero no podía distinguir si era de impresión o de asco, por otro lado aquel manojo de nervios que se había aparecido en mi cubículo alarmado ya no existía, Ruiz no parecía siquiera estar alterado ante la grotesca imagen, no señor, Ruiz podía ser nervioso y hasta explosivo a primera vista pero cuando alguna situación importante requería a una persona profesional y centrada, ¡él era esa persona!

-¿Ya notaste que la mujer tiene marcas diferentes a los hombres?- La pregunta de Ruiz me agarró por sorpresa, no me había percatado de que había una mujer entre los cadáveres, no es que fuera distraído, pero a los cuerpos se les había arrancado el cabello y vendado con cinta adhesiva los pechos y los genitales con mucha fuerza haciendo imposible distinguir el sexo, sin contar el hecho de que los moretones y las heridas no dejaban distinguir los rostros con claridad. Pero Ruiz tenía razón, la mujer, aunque era robusta, presentaba una singularidad en las heridas, el asesino había apuñalado de manera más profunda a los hombres pero le había dejado llagas muy superficiales a la mujer, hasta ahora no sabíamos si era un factor determinante pero decidimos tomarlo en cuenta.

Ruiz se encontraba hablando con un par de policías y parecía molesto, seguramente no le decían nada agradable o peor aún, tal vez le informaban algunas cosas que no hubiera querido saber, cuando por fin se quedó sólo me acerqué para discutir sobre lo que teníamos frente a nosotros, él me miró serio, puso su mano toscamente en mi hombro y me dijo –Mira Martínez… aún faltan dos puntos y aquí hay cosas que investigar… lo que quiero decir es… no quiero que me acompañes, me precipité al traerte conmigo, no creí que esto fuera tan grave- Por primera vez me hablaba como a un amigo, hasta llegué a sentir que se dirigía a mí como si le hablara a su propio hijo, -No te preocupes, a todos nos toca un caso difícil ¿no?- traté de sonar gracioso para relajar a Ruiz pero fue inútil, -No entiendes, llegué primero a éste lugar porque me habían notificado que aquí ocurrieron los primeros asesinatos, no conocía la condición de los cadáveres, por eso te traje, pero esto se puede poner muy feo y… escúchame, algunas veces uno no se envuelve en el caso, es el caso el que se envuelve con uno- Ruiz no lograba otra cosa más que confundirme con sus evasivas, insistía mucho en dejarme en aquel lugar pero no creí que lo que fuéramos a descubrir estuviera más allá de lo que pudiera soportar, nuevamente mi estupidez me llevó a seguir, debí escuchar a mi mentor.

Después de varios intentos infructuosos de Ruiz para persuadirme de quedarme ayudando a los peritos desistió y de mala gana aceptó que subiera al auto, podía sentir la preocupación y nerviosismo en Ruiz que cada vez se hacía más notoria hasta llegar a ser incómodo, iba en serio eso de dejarme fuera del caso, pero yo tenía confianza en mí mismo y creí que podría ser de utilidad, después de todo era mi primer caso importante y como todos en mi posición tenía ganas de demostrar de lo que estaba hecho.

Por fin llegamos a lugar donde se había reportado el segundo “incidente”, me provocaba gracia que Ruiz usara esa definición cuando se reportaba a la comandancia, bien podrían usar la palabra “asesinato” pero en la policía siempre se trata de suavizar las situaciones para darle un trato profesional. Entramos a una vieja casona deshabitada, había sido propiedad de un hacendado muy poderoso muchos años antes de que el pueblo comenzara a ser llamado ciudad, ¡bueno… yo aún prefería llamarlo pueblo, en mi opinión seguía siéndolo! La opulencia en la que había vivido aquel hacendado se dejaba ver en las dimensiones de la casona, casi una decena de pasillos daban a un patio principal y los cuartos se encontraban en los extremos opuestos separados por grandes salones, era difícil no perderse y más aún, llegar a dónde estaban las víctimas del asesinato.

Ésta vez no había policías en el interior, el par que había reportado el asesinato se encontraba custodiando la entrada para ahuyentar a cualquier reportero curioso, algo que creí innecesario ya que los sucesos aún no se habían convertido en un chisme popular del pueblo, a estas alturas todos los medios del estado estarían centrados en los acontecimientos pero habíamos sido muy discretos en ésta ocasión. Detrás de la puerta del fondo estaba lo que nos interesaba, con mucho cuidado avanzamos Ruiz y yo dentro de la polvorienta habitación, intentando precisar lo que había ocurrido ahí, lo que encontramos fue tan sorprendente como infinitamente grotesco.

En lugar de encontrar cuerpos apuñalados y desechos a golpes, encontramos lo que, según mis primeras impresiones eran seis cuerpos desmembrados, no parcialmente sino totalmente en pedazos, dedos, brazos, torsos, ¡Por dios! Hasta las partes de los rostros estaban desmembradas. Ya podía sentir mi desayuno volver y poco faltó para ponerme de rodillas y vomitar de no ser por un pañuelo mojado en alcohol que Ruiz me dio, aparentemente ya tenía algo de experiencia en este tipo de cosas ya que su reacción fue inmediata.

Debajo de toda esa frialdad, a Ruiz se le notaba una mirada desconcertada, -¡Te lo dije… te lo dije con un carajo! ¡No quería que estuvieras que ver esto, no ahora!- ¿No ahora? Ahora si me había dejado desencajado con sus palabras, se refería a mi primer caso importante…¿no?, creí que lo mejor sería no preguntar, comenzaba a retractarme de seguir en el caso.

-Pero qué hijo de puta…¿por qué habría de hacer esto?- Reclamó Ruiz al aire, una vez más se dejaba vencer por su bipolaridad pero hasta el día de hoy no considero que alguien hubiera podido reaccionar de otra forma. –¡Es un cabrón! Pero lo vamos a atrapar, ¡ya lo vas a ver!- Dijo lleno de rabia Ruiz antes de agacharse a ver de cerca de los restos desmembrados. -¿Cómo estas tan seguro de que sólo fue una persona?- cuando pensé esa pregunta en mi cabeza parecía ser más adecuada pero una vez que salió de mi boca me percaté de que no hacia más que prender más la mecha a la rabia de Ruiz, él me miró y por unos segundos creí que me miraba con unos ojos radiantes de odio, pero no... era más bien como si la incertidumbre lo dominara en ese momento, no soy idiota y aunque en ese entonces era joven, sabía que Ruiz me ocultaba algo, -Tu sabes quién hizo esto ¿verdad?, no he visto que tomes huellas o dediques tiempo analizando la escena, sólo quieres ver cómo dejó los cuerpos ¿cierto?- mi voz era calmada pero mi corazón comenzaba a latir tan rápido que de pronto me di cuenta que no quería saber la respuesta. Mi cabeza comenzó a unir los puntos, era algo sobre lo que Ruiz dijo, algún comentario, ¡si! Eso era …“algunas veces uno no se envuelve en el caso, es el caso el que se envuelve con uno”,  él sabía algo sobre este caso, algo con lo que no contaba cuando se dirigió a mí en la comandancia, algo que cambió después de hablar con aquellos policías… yo tenía motivos personales en este asunto, el problema y lo que ahora me ponía la piel de gallina y me hacia temblar era… ¿qué motivos?

Ruiz sacó un pañuelo de su bolsillo y vacilante lo pasó por la parte superior de sus labios secando un claro sudor nervioso, -A su tiempo…- fue todo lo que mencionó, después de eso se detuvo un momento en la puerta de la habitación y miró con asco la horrible imagen delante de él. Yo me limité a sacar un cigarro y encenderlo como pude ya que mis manos no eran de gran ayuda, temblaban tan rápido que bien pudieron haber desecho el cigarro en cuanto lo tomé. Fue entonces cuando sentí mi garganta tan apretada y mi piel tan acalambrada que dejé de lado el cigarro y me dirigí a Ruiz furioso, -¿De qué demonios hablas? Nada de “a su tiempo”, ¿Qué tienen que ver estos asesinatos conmigo?- Le repliqué casi gritando a Ruiz quien permanecía serio y no se había exaltado con mi comportamiento, sencillamente volvió a pasar su pañuelo para quitar su sudor y se sentó en un banquillo a un lado del torso de uno de los cadáveres, ni siquiera se molestó en observarlo, su mirada estaba dirigida por completo a mí, una mirada profunda. Era hora de la verdad.

-Mira Martínez, lo que hablé con los policías… bueno, no se exactamente cómo decirlo, ni siquiera yo lo entiendo muy bien…- Ruiz trastabillaba al hablar, traté de tranquilizarlo sentándome en una polvorienta silla que estaba cerca de un librero, -…mira, no sabemos bien lo que sucedió, es decir, la razón por la que no quiero que sigas en el caso… ¡Dios mío! Nadie te prepara para esto…- Ruiz se tornaba cada vez mas errante en sus oraciones y yo sentía a cada palabra como mi sangre se enfriaba, estaba seguro que para ese entonces ya tenía un color mas pálido que el de un muerto, -Tranquilo Ruiz, sólo dilo, puedo soportar lo que sea- tuve que mentir para que Ruiz se armara de valor y me dijera lo que en mi cabeza ya comenzaba a temer, -No, no puedes, no esto, nunca algo como esto- Ruiz bajó su cabeza y comenzó sollozar, no quería ni pensar lo que tenía que decirme si a él le provocaba tanto dolor, -Tu… los poli… los policías ya identificaron los cuerpos que yacen donde se reportó el tercer incidente- me levanté y eché un paso para atrás tropezando un poco por el nervio, si lo que tenía que decirme era lo que yo creía… -¿Quiénes son las pers… los cadáveres que están en aquel lugar?- tuve que apretar los dientes para terminar mi pregunta, sentía como un vacío recorría mi cuerpo, fue entonces que Ruiz levantó su mirada y con una voz cortada pronunció –Uno de los cuerpos es… es tu hermano, y al parecer también el mayor de sus hijos...- no se en que momento me derrumbé ya que cuando recuperé el sentido completamente estaba temblando y gritaba, podía ver como uno de los policías que antes estaba en la puerta ahora me sujetaba con fuerza de las manos mientras Ruiz trataba de tranquilizarme, ¡mi hermano! la única persona que durante mi adolescencia me apoyó cuando quise estudiar ciencias forenses, tan sólo tres días antes lo había visto junto con su esposa y mis dos sobrinos… ahora ya de eso no quedaba nada, mi hermano, mi amigo, un cabrón les había arrancado la vida a él y a su hijo y ni siquiera tenía idea del por qué.

-Tranquilízate Martínez, necesito que seas fuerte, esto aún no termina, ¡con un carajo! Tu quisiste seguir con esto, ¡ahora sigues!- las palabras de Ruiz podrían haber sonado demasiado violentas para el policía que me sostenía pero no para mí, sus palabras me hicieron entrar en razón y comprendí que ahora dependía de mí terminar el caso, por mi mente cruzaba que sólo yo debía terminar con eso. –Está bien- dije entre sollozos y con los ojos inundados en lágrimas, -¿Dónde está mi hermano?- mi mentor puso su mano en mi hombro y le hizo una mueca al policía para que me soltara, -Ahora iremos para allá, todo se va a resolver Martínez, vamos a atrapar a ese hijo de puta-

Al fin llegamos al tercer sitio, mi cabeza daba vueltas aún y Ruiz había tenido que recurrir a unos calmantes que tenía en el auto pero me pude percatar de que toda la atención de los medios estaba centrada en aquel viejo almacén de víveres de dos hermanos cuyos apellidos no podía recordar, el lugar estaba humeado y me dio la impresión de que alguien había detonado el lugar. Ruiz me ayudó a bajar del auto y los medios fotografiaron nuestra entrada como si de algún espectáculo morboso se tratara; ahí estaban los cuerpos de mi hermano y su hijo medio calcinados pero aún reconocibles, resistí la necesidad de explotar nuevamente al ver las innumerables llagas en sus cuerpos las cuales sabía que habían sido hechas antes de que el lugar fuera explotado. Ni siquiera le di importancia a los otros 3 cuerpos que yacían calcinados dentro del almacén, quería abrazar a mi hermano pero sabía que no podía, -vámonos Ruiz, Carmen tiene que saber que mataron a su esposo y a uno de sus hijos- Ruiz me miró con un aspecto devastado y antes de que pudiera decirme algo uno de los policías que acordonaba la zona lo llamó, me quedé ahí sólo unos segundos mirando los cuerpos y llenando mi mente de miles de maneras en las que planeaba matar al infeliz que les había hecho eso.

-Martínez… no se si esto te ayude pero tenemos una buena noticia, el hijo menor de tu hermano, Ramón, sobrevivió y sólo tiene heridas leves- debí sentirme contento ante lo que me decía pero tan sólo pensaba en que mi sobrino viviría sin un padre al que acompañaba a hacer algunas compras junto con su hermano aquel día, no sonreí al saber la noticia pero me aproximé a la camilla donde el pequeño estaba, lo tomé entre mis brazos y lo abracé tratando de consolarlo, hasta el día de hoy no se que tanto pudo comprender sobre lo que le sucedió ese día a su familia debido a su corta edad pero su llanto me hacía saber que lo había visto todo. Todos los periodistas tomaban fotos de mí abrazando a mi sobrino como si yo fuera el centro de atención, ¡malditos desgraciados! Siempre lucrando con el sufrimiento. Aquel día comenzó todo.

Pedí un descanso de una semana en el trabajo para poder recuperarme emocionalmente de todo eso, mi entonces novia me apoyó incondicionalmente así como yo me vi en la necesidad de apoyar a mi cuñada mientras encontraba un empleo para poder sobrevivir a la falta de mi hermano. Un día mientras estaba recostado pensando en lo sucedido sonó mi teléfono, era Ruiz diciendo que sabían quien era el asesino, rápidamente me cambié y salí disparado hacia la comandancia. Una vez que llegué vi a Ruiz y a un policía interrogando a uno de los dueños del almacén donde asesinaron a mi hermano, su nombre era Ricardo Sáenz y aseguraba que su hermano, el otro dueño del almacén había asesinado a todas esas personas y que aquella misma mañana se había presentado a su casa riendo como un desquiciado confesando su crimen, él había salido corriendo de la casa dejando a su hermano Fernando con su locura y una botella de ron, se había dirigido directamente a la comandancia y fue ahí cuando Ruiz me llamó. –Ya lo tenemos Ruiz, ¿qué esperas? Vamos a casa de este tipo antes de que sea tarde- No podía controlarme, mi euforia casi rozaba la obsesión por atrapar a Fernando Sáenz pero Ruiz se dirigió a mi de una manera molesta, -ya envíe una patrulla a su casa, sólo quería que supieras que tenemos al asesino, tu trabajo en este caso ya terminó- Sentí rabia al escuchar esas palabras pero ya nada podía hacer sino esperar a que el desgraciado apareciera en la comandancia esposado y ver su cara cuando lo encerraran de por vida, desafortunadamente nada de eso sucedió.

Fernando Sáenz ya no estaba en la casa cuando la patrulla llegó y hasta el día de hoy sigo trabajando en el caso de manera extraoficial; un año después su hermano Ricardo comenzó una enfermiza relación con la viuda de mi hermano hasta hace un par de años cuando murió a causa de una extraña enfermedad, ella nunca supo lo que su hermano Fernando Sáenz le hizo al mío, nunca tuve el valor de decírselo y aunque me resultaba repugnante verlos juntos lo aprobé a favor de la estabilidad económica que Ricardo les podía proveer, él y yo nunca volvimos a cruzar palabras pero él y yo sabíamos que estábamos ligados por algo tremendamente doloroso, juré no dar a conocer públicamente el nombre del asesino para proteger la vida de la familia de mi hermano. El apellido de Ramón cambió al mismo de su padrastro y con los años me alejé casi al grado de desconocer el lazo familiar que aún tenía con esa familia. En los últimos años había perdido de vista todo lo que tenía que ver con la familia Sáenz hasta hace unos días cuando su hijo, mi sobrino, asesinó a una persona involucrada en un terrible incendio tiempo atrás y había desaparecido de vista.

* El forense Fresnos escuchó atónito cada palabra que Martínez dijo y mientras de nuevo se escuchaban tenues gotas de lluvia cayendo desganadamente y estrellándose contra las ventas en su mente sólo se formuló una idea que se acrecentaba segundo a segundo: ¡ése caso no sería como ningún otro!

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En la ciudad aledaña al pueblo comenzaba a caer un aguacero y los últimos rayos de sol ya habían desaparecido; un joven se encontraba sentado en un pequeño bar lleno de gente mientras tomaba una cerveza, miraba la ventana a su lado cegándose con el letrero con luces de neón que colgaba por fuera mientras las gotas golpeaban el cristal, de pronto un hombre de edad algo avanzada se sentó frente a él y alargó su brazo tomando la cerveza, dio un largo sorbo ante la mirada distante del joven quien sonrió ligeramente al verlo, el anciano se recargó sobre el respaldo del asiento y con una mirada de malvada satisfacción dijo -¡Hola Ramón!-



viernes, 16 de diciembre de 2011

"Luces, Cámara... Andrea." (Parte 3)

Todo era oscuridad, el sentido de la vista se sentía perdido, las imágenes de la niñez temerosa volvían a mi memoria, parecía que fue ayer cuando gritaba a mi madre para recibir un abrazo tras haberme envuelto en las sombras, no quería ponerme de pie para encender la luz, y me encerraba en la burbuja obscura del cobertor. Era igual, con la excepción de que por más que gritara, mi madre no se levantaría de la tumba para venir a acurrucarme, no tenía esa frazada que aparte de darme calor y cuidado por las noches, me hacía soñar con los brazos de mi madre a diario. El sonido no se detuvo, solo se podía escuchar como tres voces se mezclaban con el ambiente de la ciudad a las dos de la tarde sobre Av. Vallarta, una de las avenidas principales de la zona metropolitana de la ciudad de Guadalajara, donde cada carro atrapado en el embotellamiento, es una nube de contaminación para todo el país, incluso el mundo. No podían reconocerse, solo sé que eran dos hombres y una mujer, no muy grande tal vez no mayor a los veinticinco años de edad. La voz le parecía familiar a Leonardo, era imposible poder hacer o decir algo con esa cinta en los ojos y en la boca, con las manos atadas y tras la espalda, era blanco fácil a cualquier golpe y estaba a merced de cualquier niño que estuviese jugando con un arma. Andrea se encontraba en la misma situación, todo oscuro, pero ella no tenía algo que le impidiera hablar, por lo menos podía insultar a los dos sujetos restantes dentro de la camioneta, donde Leonardo, y Andrea habían sido secuestrados por gente de “La costa del Pacífico”.

__Son unos pendejos! No saben con quién se están metiendo! Así que más les vale que me suelten cabrones!__ Andrea se notaba un poco enojada por lo que estaba sucediendo, pero siempre fue ignorada cuando insultaba a los secuestradores “el Pancho” y “el Luma” quienes eran los gatilleros de confianza de “Don Cepi” el capo fuerte de la ciudad de Guadalajara, y encargado de la zona noreste del país, quien ya tenía en la mira a Leonardo, pues sus malos tratos con ese tipo de gente lo había dejado muchos problemas, junto con ellos, deudas a gente metida en el medio del narcotráfico, como a “Don Gustavo Cepi Ortega”. __ ¡YA CÁLLATE!, te dije pinche Luma, que a esta vieja también le pusiéramos un méndigo trapo pa’ que no estuviera chingando!__ Con un tono que denotaba estupidez y vulgaridad, sin estudios, sin una preparación dicha por la mala fortuna de la vida de su padre, pero “el Pancho” tenía razón, Andrea comenzaba a enfadar a los secuestradores y junto con ellos a Leonardo, pero aún no sabían que los dos estaban en la misma situación, incluso en la misma camioneta. __”ira“ pinché Pancho, tu también ya déjate de chingaderas y ponles un buen putazo a los dos, hijo de la chingada!__. “el Luma impuso su superioridad jerárquica en “Pancho” y este, procedió a acatar órdenes, después de darle a cada uno una porción de una droga calmante, para dormirlos y así poder ponerlos a la merced de los secuestradores, a cada uno le tocó una golpiza con la culata del rifle largo que tenía “el Pancho” en sus manos, por suerte a Andrea, no le tocó mucho sufrimiento físico en ese momento, pues ella al primer golpe quedó totalmente noqueada, pero Leonardo por otra parte, se resistía a caer rendido bajo los efectos de la droga y la culata en su nuca cada vez más fuerte, de manera más intensa, hasta que desistió y cayó noqueado sobre las piernas de Andrea.

Al llegar a su destino, los secuestradores bajaron a los dos rehenes de la camioneta, aventándolos cual costales de papas en el mercado, Leonardo seguía ya tras dos largas horas de camino para llegar a Zapotlanejo, un pequeño pueblo a las afueras de Guadalajara, que se le reconoce a nivel nacional por sus grandes altares de muertos a escala gigantesca, y por la increíble cantidad de manejo de drogas en la plaza principal sin ningún tipo de vergüenza y atravesarlo para llegar a su destino, la casa de “Don Cepi” en las faldas de un cerro cercano al pueblo.

Cada uno de los secuestradores, tomó a un rehén, “el Pacho” se llevó a Andrea, tomándola del cabello de forma machista y maltratadora, casi arrancado cada mechón en cada jalón que le daba para apurarla al llevarla a la habitación que le correspondía a la primera de los dos rehenes. Por consecuente, “el Luma” tomó a Leonardo, quien lo llevó como costal a su habitación, la que era toda gris, apenas enjarrada, tenía un olor fétido, metálico, como ese olor tan desagradable que te recuerda a los primeros raspones de tu niñez, a esos accidentes en la cocina con algún cuchillo, y que mientras “el curita” llegaba, tu chupabas la herida, como esa tonta moda cinematográfica, terminando de ser vampiro y caníbal, bebiendo tu propia sangre, para que no se derramara ni una gota de esa bella tinta de la vida, y con un frío más terrible que cualquier helada de los estados del norte del país, se podía sentir que había muchísima gente atrapada ahí, que gritaba, aunque todo estuviera en silencio. Pues era ahí donde sería ejecutado Leonardo, y al pasar eso, Andrea sería la siguiente. Pero los efectos de la droga en el cuerpo de Leo, estaban por concluir. Y aún no estaba muy bien atado a la silla donde sería la última que usaría a lo largo de su vida.

Cuando Leonardo por fin abrió los ojos, ya estaba completamente atado a una silla incomoda, hecha con madera, la que obligaba a Leo, a estar sentado de una manera que su cuerpo, no pudiera protegerlo de ningún golpe al pecho o estómago. Tenía cinta amarrando torso, para que los órganos no se destrozaran cuando fuera golpeado y torturado por los golpes de “el Luma” y sus encargados con bates de madera, golpeando la parte del pecho, y estómago, pero tampoco descuidaron sus piernas, y que una de ellas, la izquierda fue totalmente fracturada por uno de esos golpes. Andrea por otra parte, fue abandonada en su habitación, sin comida, ni agua, solo a esperar su turno en esa silla donde igual sería torturada y ejecutada. Cuando terminaron de azotar a Leonardo, uno de los gatilleros de “el Luma”, decidió divertirse con él, pero el insensato e infantil gatillero no tenía ni la más mínima idea de que Leonardo, a pesar de estar moribundo, podía defenderse todavía, pues había una fuerza interior que lo impulsaba. El cariño de su familia que jamás lo había abandonado se estaba haciendo presente en el corazón de Leonardo, y fue suficiente para desatarse de un mal nudo y poder noquear al burlesco gatillero, bueno para nada, para así arrebatarle las llaves de la puerta, y poder salir en busca de su libertad, pues ya habría tiempo para pensar en vengarse de los que habían hecho esto con su trabajo.

Al cabo de unas horas, Andrea perdió la fe, y terminó recostándose en una esquina de la habitación donde la habían abandonado, pero sin tener la mínima idea de que “el Pancho” estaba observándola desde hace varias horas atrás, cuando vio que se recostó, entonces decidió actuar, entrar a solas con Andrea a la habitación, y desgarrar con la boca cada una de sus prendas, pues el increíble cuerpo de ella no iba a pasar desapercibido por los enfermizos secuestradores y menos por el más pervertido de todos... Pancho. Pero su intento falló, pues al percatarse de que Leonardo había podido escapar de la habitación y estaba merodeando por ahí, con un arma y con las llaves de cada una de las habitaciones, excepto de la puerta principal, fue un impedimento para que el plan de “el Pacho” funcionara y así poder abusar sexualmente de la hermosa Andrea. Fue un respiro más para Andrea, pero ella jamás se dio cuenta de lo que él estaba planeando. Entraba oca luz a la habitación de Andrea, a pesar de ser apenas las cinco y treinta de la tarde, cuando el sol se está poniendo en esta época del año.

Leonardo, confundido por los estupefacientes que le habían obligado a tomar y golpeado por las culatas y bates mientras estaba atado a una silla, como pudo, recorrió toda la casa de arriba abajo, arrastrando sus penas y memorias familiares en su pierna derecha, dejando huella de su secuestro.

Por otro lado, Andrea, empezó a recorrer la habitación donde la tenían; su desesperación se reflejaba en su mirada, y en su pelo disperso por toda su cara, y en el poco aire que podía aspirar por su aparato respiratorio, por fin encontró la salida, una pequeña ventanilla que daba a uno de los jardines, la que podía llevarla hacia el pasillo principal, donde sería la entrada a su libertad.

Leonardo se encontraba agotado, pero sus ganas de reunirse con su familia y amigos lo impulsaban a pelear y patear cualquier puerta que se cruzara para poder escapar de esa lujosa y folclórica prisión, lo que llevó a Leo a encontrar la puerta principal. Llena de grandeza, almas y vidas, perdidas y desaparecidas en su enorme ventanal, pero él se negó a ser arrastrado por ese ángel iluminado, por sus manos llenas de muerte y pena que habían jalado ya a millones antes que él. La puerta principal no podía abrirse, pues la perilla de oro, no lo permitía. Pero Leonardo no podía darse el lujo de dejar pasar sus últimas gotas de vida viéndolo a los ojos perdidos, no podía dejar de pensar en el último año de prepa de su hijo Flavio y en los hermosos ojos de su hija Valeria, y sin dejar de saborear los suculentos platillos caseros que le cocinaba Daniela, su esposa.

Andrea, después de caer sobre los suaves arbustos del jardín, esperaba sigilosamente a que todos los demás dentro de la casa pasaran a un lugar techado, fuera de ese hermoso paraíso, el jardín norte de la casa. Un jardín hermoso, casi bajado del cielo, donde la felicidad se pintaba en cada nota y canto de las aves exóticas que lo habitaban y por toda la cantidad de agua que corría por las fuentes, ríos y cascadas artificiales, creadas solamente para engañar los ojos de cualquier escéptico.

Leonardo, del lado contrario del jardín norte, movía y rompía con la tranquilidad que existía en la sala de estar principal. Cada mueble perfectamente acomodado que creaba un ambiente que contrastaba con la misma realidad de aquella habitación gris que lo cubría con el frío de cada una de las personas ejecutadas. Al mover una pesada cómoda, su pie resintió cada uno de los batazos dados por el verdugo de la casa... “Don Cepi”, el encargado de ejecutar a cada una de las víctimas que caían a ese aposento lleno de tragedias y sangre en sus tuberías, quien tras pelear con Leonardo, después de que lo desataron, quedó noqueado por los golpes que le alcanzó a propiciar el director del filme, pero pudo encontrar un pequeño ducto de ventilación que llevaba hacia la fachada de la casa, donde fácilmente podía tomar cualquier móvil “prestado” y escapar sin importarle nada más que ver y abrazar a sus familiares y amigos, terminar la película y poder pagarle sus deudas a la gente de la costa del pacífico, para por fin descansar de todas esas reuniones que solo lo llenaban de estrés y preocupación, donde se manejan toneladas de droga y cargamentos de armas, mayores a los legales hechos por la marina o el ejército.

Al acabar la caravana de sujetos encapuchados en la parte del jardín, Andrea pudo salir de los arbustos, pero no se había percatado de su muñeca derecha torcida por la caída desde un segundo piso; al apoyarse en una lámpara de piso, soltó un pequeño quejido desde su encantadora boca, del cual se dio cuenta un viejo perro que cuidaba el jardín, que con un gruñido fue suficiente para engrandecer la mirada de Andrea, y provocar un grito desesperado por su gran pavor a los perro grandes... Dos de los últimos soldados encapuchados del grupo se dieron cuenta, y abandonaron la formación para averiguar qué es lo que había pasado y qué o quién causó ese grito. Andrea lo único que hizo fue agacharse de nuevo bajo los arbustos y tapar su respiración con la palma de su mano izquierda, mientras sus ojos parpadeaban de preocupación, incitando a derramar arroyos del alma, a cada paso de los botines manchados de sangre por los hombres prisioneros de su falta de empleo, estudios y al final de su entrenamiento... ya habían perdido alguna razón de ser que quedaba dentro de su alma.

Leonardo también escuchó el grito... y al escuchar esa tierna voz gritar como niña al perder su primer diente, se percató enseguida de que Andrea Inurriaga, su actriz principal del filme, se encontraba dentro de la misma casa, en una situación similar a la suya, por lo que abandonó su posición de escape y se dirigió hacia el jardín norte, donde surgió el desesperado grito de la señorita O. Inurriaga, pidiendo ser auxiliada en cada onda producida por el insoportable sonido del miedo. Ah pocos pasos del jardín, Leonardo escuchó la voz del verdugo... “Don Cepi” había despertado de aquella golpiza que le propició, y no se le escuchaba muy contento, pues dando órdenes a sus demás gatilleros pidió terminar con la vida de cualquier sujeto ajeno a esta casa, empresa o familia, pero si topaban caminos con Leo, lo llamaran, pues tenía que saldar algunos moretes pendientes con él. Leonardo entró en shock, pero no podía dejar a Andrea pelear contra los dos “encapuchados” que la buscaban dentro el jardín, pues se sentía con la responsabilidad de ayudarle con a que pudiera seguir su vida, pues ella lo ayudaba a que siguiera con su filme. No lo pensó dos veces, y Leo, con una valentía que aún no conocía dentro de él, se lanzó sobre uno de los enmascarados de negro, arrebatándole su arma después de un pequeño forcejeo entre los dos y en la duda del otro enmascarado si disparar para acabar con la vida de Leonardo, pero si fallaba, habría traicionado a su empresa de narcomenudeo, lo que le traería serios problemas de vida o muerte, no solo para él, sino para toda su familia necesitada de cariño, alimentos y recursos para que ninguno de sus hijos pasara por la vida tan difícil por la que pasó este gatillero, “El Luma”. Amenazando por Leonardo, que asesinaría a su compañero, quien suplicaba por su vida, y por la vida de sus hijos que lo esperaban a diario para que les leyera cuentos y leyendas tradicionales mexicanas, “El Luma” decidió bajar su arma y rendirse, pero la frialdad y el coraje de Leonardo, accionó el gatillo para darle fin a una más de las historias trágicas que terminan en la droga y en el narcomenudeo, una historia más que ya había acabado con muchas otras más, pero una vez no fue suficiente, Leonardo disparó contra Luis Manuel y contra “el Pancho”, el encapuchado que arrodillado frente a Leo, dedicó su último suspiro para arrepentirse ante la perdida mirada de Andrea, de todas las cosas que a causa de su trabajo, perdió cualquier contacto existente con ellas... Su familia, sus amigos, y todas las anécdotas inmemorables por las cuales no pasó junto a su hijo.

Después de un silencio incomodo en el jardín, Andrea se soltó en llanto en los brazos de Leonardo, reflejando cada minuto que estuvo encerrada y sedada por las drogas que le obligaron a tomar para que pudiera caer dormida, afortunadamente, no habían abusado de ella sexualmente, solo presentaba agresiones físicas como golpes en la mayoría de su cuerpo y cara, y psicológicas, por todo lo que había visto y escuchado a casi dos metros de distancia, pero un alivio lo encontró en un muy fuerte abrazo de un amigo, casi un padre para ella, quien ayudó a Andrea a regresar al medio de la actuación después de su grave situación dentro de las adicciones. Un encuentro emotivo, en un lugar no muy adecuado para hacerlo, donde los dos corrían peligro de vida o muerte, y donde “Don Cepi” tenía ojos y oídos en cada esquina de la casa.

__Tranquila, relájate... Saldremos de aquí, no sé cómo, y no sé a dónde iremos, pero te prometo que volverás a reencontrarte con Ricardo, y con tu madre__. Andrea, al escuchar estas palabras de Leonardo, intentó relajarse con un suspiró que comunicó la más sincera nostalgia hacia un amor que jamás imaginó con Ricardo, a un cariño, que jamás le tuvo a su madre prostituta en la ciudad de Guadalajara, y a su amiga, casi su hermana, Alice Zamarripa, quien siempre ha ayudado a Andrea, a salir adelante en cualquiera de las situaciones, buenas o malas noticias, Alice siempre estaba ahí. __Pero, y si no lo logramos...?__. Andrea, dudosa y aún preocupada y desesperada por lo que pasaba, abrazó más fuerte de lo que ya lo hacía a su amigo Leonardo, y recostó su oreja en el pecho de él, derramando lágrimas de nostalgia y de preocupación. Leonardo, nervioso y preocupado por Andrea y por la situación, solo dijo lo siguiente__ Encontré una pequeña salida a un lado de la puerta principal de la casa, creo que eres lo suficientemente delgada como para entrar en él, salir y abrir la puerta desde fuera y poder escapar los dos__. Andrea, giró su cabeza rápidamente hacia Leonardo, dudando y cuestionando cada palabra emitida por su boca, Leo solo afirmó con la cabeza lo que estaba diciendo, y sin perder tiempo, los dos se dirigieron hacia la sala de estar principal, la última sala que verían los dos, cruzando por el falso paraíso del jardín norte.

Al llegar Leonardo y Andrea a la sala de estar, tras esconderse por varios minutos en varios puntos del jardín por la complicada situación de tantos vigilantes, los dos se vieron muy agitados, además de lo lastimados que estaban, Andrea por haber caído mal en los arbustos del jardín, y Leo, por la golpiza que le dieron anteriormente. Leo, le mostró el pequeño ducto de ventilación por donde tenía que salir, y tratar de abrir la puerta por fuera, para que así, Leonardo y Andrea, pudieran reunirse cada quien con sus familiares y amigos, y por su puesto terminar el filme que empezaron hace meses. Cuando Andrea estaba a punto de meterse por el ducto, un disparo hacia el techo paralizó por completo a los dos cineastas, lo que provocó que Leonardo una serie de pensamientos, meterse el por el ducto de ventilación, ser dominado una vez más por su egoísmo y poder reencontrarse con su familia, o salvar a Andrea, para que el mundo supiera lo que ha pasado durante este tiempo, y Andrea se reencuentre con su madre y con su amor Ricardo, era un ambiente muy tenso dentro del mismo Leo, donde cualquier cosa podía pasar, era cuestión de que su estado de shock desapareciera por el impulso de la nostalgia hacia su familia, y las ganas de besarlos y abrazarlos a todos como lo hacía tranquilamente antes de empezar con esta película que tantos problemas le trajo a su vida, pero un grito ofensivo de parte de “Don Cepi” provocó que empujara a Andrea por el ducto, y cerrar el paso para que nadie pudiera seguirla, pues la casa había sido asegurada para que nadie saliera y nadie entrara, “Don Cepi” había sido muy claro en ese aspecto, y todos se percataron de seguir sus instrucciones al pie de la letra, pues sabían que si no las cumplían les iba a ir muy mal cuando se enterara de algo que al señor no le gustara. Leonardo, al escuchar el disparo y voltear hacia donde surgió el sonido, se dio cuenta que “Don Cepillo”, el jefe encargado de esa casa, había llegado al punto de enfrentarse con él, Leonardo sabía que jamás volvería a ver a su familia, no volvería a ver un partido de fútbol de su hijo Flavio, ni una canción interpretada por su hija Valeria, sin olvidar también las increíbles recetas de su esposa Daniela, pero seguir huyendo de sus problemas no lo iba a seguir resultando, pues el mayor de ellos estaba parado frente suyo con un arma de alto calibre en sus manos, respaldado por otros tres gatilleros esperando la orden de fuego para acabar con la historia de un hombre que supo el significado de sus actos y sus consecuencias gracias a la perilla de una puerta in-abrible, gracias al gran corazón de Andrea, que lo supo enseñar a amar, querer y valorar cada una de las cosas que lo rodeaban, empezando por el mismo, su vida y su carrera y que el final de todas estas, terminarían con un rugido de plomo, que espantaría tanto a su corazón para que se detuviera el suficiente tiempo después de haber agonizado un buen rato. La orden de fuego no llegaba, solo había una mirada fija por parte de los dos, Leonardo se armó de valor y tras avanzar como pudo, con la pierna casi destrozada, dos pasos al frente, retó a “Don Cepi” a aceptar una propuesta por parte de él, donde sugería que fueran solo él y Leonardo quienes decidieran como terminarían con la vida del director.

Mientras todo esto ocurría Andrea, no dejaba de pensar en Leonardo, en cómo le salvó la vida y dejó de lado su egoísmo por cumplirle el sueño a una niña perdida en las adicciones y el poder de las garras de la fama que la arrastraban a la vida de la perdición, donde solo importaba tu peso, y la etiqueta del vestido que usabas, pero no dejaba de avanzar por el ducto, ni tampoco de derramar lágrimas de frustración de poder regresar ahí y ayudar a Leonardo, pero sabía que podría hacer más, si escapaba de ahí ilesa, para poder contar a Ricardo que fue lo que pasó con Leonardo y con ella, poder terminar la película que hacía ya cuatro meses del comienzo del proyecto cinematográfico, y que por discusiones sin sentido y problemas con Leonardo al respecto de este tema tan delicado se estaba retrasando.

“Don Cepi” solo sonrió, pero no fue una sonrisa de burla, o una sonrisa de felicidad, sino una sonrisa donde toda su incredibilidad y desconfianza como persona, fue reflejada en ese movimiento de labios hacia la derecha, y esa mirada tan despectiva, como solo Gustavo “Don Cepi” Ortega, lo hacía antes de asesinar a alguien, Leonardo solo miró al horizonte, recibiendo cada uno de los disparos de él y sus tres gatilleros, cayendo hacia adelante, aún con la mirada perdida, con el pie destrozado y vuelto una coladera de arriba abajo, terminó como una alfombra entintada de sangre, sangre que sería no la última que se derramaría a causa de un mal trato con gente que no es de fiar, por ese filme que tenía como retraso dos meses y medio, y por las malas decisiones de las personas que se encontraban metidas en ese medio.

Andrea, al escuchar las ráfagas de los AK-47, se detuvo. No sabía si seguir gateando por el ducto, sentarse a dormir envuelta en llanto de hija cuando pierde a su padre, el pánico recorría todo su cuerpo, y se notaba en el pulso, contagiado de nerviosismo, en su palidez, cubría todo su rostro de niña, y en sus increíbles ojos, que rojos y llorosos, no dejaban de persuadir y conmover con un pestañeo. Al fin y al cabo del paso de las lágrimas por su cara, Andrea siguió su camino hacia el final del ducto, donde más sorpresas desagradables le esperaban, pero el coraje que le revolvía las entrañas por ver caer a Leonardo por ella, por su vida, y por una noble causa, de la cual jamás pensó que él pudiera hacer eso, la motivaría a seguir y a no dejarse vencer por nada que se tope camino de vuelta a Guadalajara, al estudio, o a casa de Ricardo.

domingo, 4 de diciembre de 2011

NUEVAS ENTRADAS EN LAS ¡ZONAS!

¡Chequen nuestras nuevas entradas en la zona de vídeos y zona de curiosos, estoy seguro que les encantaran y les interesará lo que verán!

martes, 22 de noviembre de 2011

NUEVA SECCIÓN: POEMARIO

Señores! En la sección de poemario podrán encontrar algunas obras de este género que los colaboradores de este blog hemos creado. ¡Esperamos que los disfruten!

Un Par de Amigos, Un Par de Tenis.

Nos hemos elegido mutuamente desde un aparador
mirador, consumidor.
Llenos de luz, llenos de vida
Salidos de una caja para brindar alegría.
después del diluvio volaron a ser sombras caminando en la profundidad
nueva habilidad.
Benedetti ya lo dijo una vez.
"En la calle codo a codo somos mucho más que dos"
y a pesar de no ser los más costosos
estar rotos, les va bien.
No hay una talla en específico,
sino una suela pisando el infinito.
Pasando así lunas y galaxias.
No existe camino que juntos no podamos recorrer
clima que nos frente durante el día
o a través del anochecer.
Ataduras que liberan pasos infinitos, y aunque
el cansancio sea extremo y maldito,
motivarán sus costuras a lo imposible e inalcanzable.



Julio C. Rea
Todos los derechos reservados.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

¡UN RETRASO QUE VALDRÁ LA PENA!

¡Señores! La razón por la cual no se publicará la parte 3.2 del caso Saenz el día de hoy es aún una sorpresa que con el tiempo descubrirán. No se preocupen, dicha parte se publicará sin falta mañana jueves 17 de noviembre. Todo se encuentra listo, sólo se necesita estructurar algunas cosas y podrán leer ésta nueva publicación. Una vez más, gracias por su comprensión. ¡SALUDOS!
Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
Creado a partir de la obra en rorismo.blogspot.com.